martes, 31 de diciembre de 2013

El libro de las almas

Como decía hace un par de meses, el que la editorial Grijalbo me hubiese enviado El fin de los escribas me obligaba moralmente a leer esta trilogía. La reseña de La biblioteca de los muertos finalizaba diciendo que, si bien no me había parecido una buena novela, si que me había entretenido y picado la curiosidad lo suficiente como para lanzarme a por el segundo, algo que, a posteriori no sé si ha sido una buena idea. Esta segunda parte me parece mucho peor que la primera y me cierra un poco la mente para la tercera aunque, sin duda, la leeré dentro de un par de meses.

Ha pasado un año desde que el ex agente del FBI Will Piper descifrará el caso del Juicio Final y descubriera la existencia de una biblioteca secreta que relacionaba todos los nacimientos y muertes hasta el año 2027.
Se ha jubilado felizmente y se ocupa de su esposa e hijo, hasta que la dichosa biblioteca vuelve a llamar a su puerta.
En esta ocasión se trata de un volumen perdido, aparecido ahora y que será subastado. Casi en contra de su voluntad, pues la clausula de confidencialidad que firmó con Área 57 es su única salvaguarda, será contratado para conseguir el libro que, a su vez, lleva aparejado una serie de pistas secretas para resolver el gran misterio de la biblioteca.

Bueno, de nuevo se trata de una novela palomitera. Rapidísima en su ejecución y cometido que, ya casi desde el principio, me ha decepcionado. La trama principal del libro perdido se me antoja una mera excusa para continuar la serie, y el motivo por el que un par de ancianos casi difuntos contratan a Will no me resulta creíble, así como la forma en la que los miembros de Area 57 tratan de hacerse con el tomo, también me resulta de lo más patético.

En esta ocasión, no será hasta el capítulo 17 cuando volvamos a leer acerca de épocas anteriores que traten de esclarecer el misterio de la biblioteca pero, esta vez, me han resultado aburridísimos. Si en La biblioteca de los muertos, fueron estos los capítulos que me motivaron a seguir, aquí se suman a la mediocridad general y tratan de confundir al lector con los típicos guiños ucrónicos en los que personajes famosos no sólo toman partida en la historia sino que su vida cobra nuevo sentido a partir de la propia biblioteca. Esto, que en otras novelas puede constituir un revulsivo, aquí me ha parecido "un repulsivo".

Con respecto a los personajes, más de lo mismo. Siguen siendo más planos que un planisferio y aunque se pretende dotar de más profundidad al protagonista, el intento resulta tan infructuoso que antes de cada escena ya sabes como reaccionará el interpelado.
Por otro lado, tengo claro que se podría sacar mucho más partido de una situación en la que se conocen las fechas de nacimientos y defunciones. La posibilidad de crear paradojas o jugar con el futuro es infinita pero Glenn Cooper se muestra absoluta e indefeciblemente determinista. Los personajes toman decisiones a sabiendas de la fecha de los libros y actúan en consecuencia de las mismas, de tal modo que se elimina toda posibilidad paradójica o especulativa.

En definitiva, una novela que aprueba raspado, raspado por la facilidad de lectura y por que en esta segunda parte me he quedado exactamente igual con respecto a la propia orden de los videntes y sigo queriendo conocer algo más. Sólo por esto se lleva un 5 pelado y mondado.
Probablemente, leer el libro sin ningún tipo de pretensiones sino simplemente leyéndolo por el placer de leerlo, la novela gane enteros.


Con esta reseña finaliza un nuevo año de mojar la pluma en el Sapphire, y os deseo a todos un féliz año 2014 cargado de dicha y felicidad. Espero que estéis ahí a la vuelta.

¡¡¡FELIZ AÑO 2014!!!

lunes, 30 de diciembre de 2013

El ladrón cuántico

El ladrón cuántico. La premisa de una cárcel que encierra a criminales junto a múltiples variaciones de sus personalidades me llamaba poderosamente la atención, y no tardé en solicitarla a Alamut pero, la verdad es que, cada día estoy más convencido de que el hard no es lo mío. Mis conocimientos de física son limitados y de una física avanzada como la desarrollada en El ladrón cuántico, más aún, y así es difícil disfrutar totalmente de una novela. A pesar de eso, creo que la novela no acaba de encajar del todo y Rajaniemi expresa más ideas de las que desarrolla.

Jean le Flambeau es un ladrón condenado en la cárcel modelo de La Sobornost. Pero no es cualquiera, es un ladrón legendario que ha llegado a convertir el robo en un arte supremo. En esta prisión se ve enfrentado a múltiples personificaciones de si mismo en aras de recuperarse para la sociedad, y para ello debe resolver los jegos que se le plantean. Hasta un día, Mieli, la capitana de la nave Perhonen, llegará para hacerle una proposición que no podrá rechazar. Para conseguir el objetivo deberá recuperar los trocitos de su personalidad que, a modo de enigma, escondió en La Oubliette, una ciudad móvil.

¿Qué puedo decir? He quedado totalmente decepcionado con esta novela, pero no por ella misma, sino por mi. Con ella he comprendido definitivamente que soy incapaz de enfrentarme a novelas que requieran conocimientos físicos o matemáticos de tan alto nivel. Pero bueno, también es cierto que no todo, todo, es culpa mía. A mi entender existen ciertos factores que me han ayudado notablemente para llegar a esta conclusión.
En primer lugar, se trata de una novela muy exigente con el lector. No sólo requiere la atención continua de él para no perderse, sino que Rajaniemi narra la novela pretendiendo la inteligencia del lector, y va introduciendo los elementos endémicos de este mundo como si fuesen algo conocido por todos, de tal modo que la contextualidad será lo que nos ofrezca el entendimiento o, como me ha sucedido a mi, en muchas ocasiones se volverá a releer los párrafos ante la perplejidad de nuestra/mi cara por que me he perdido por completo. Cierto es que la mayoría de las veces se consigue, pero a menor entrenamiento, mayor cantidad de relecturas.
Por otro lado, Rajaniemi gusta de la rapidez y si al dinamismo de su escritura le sumamos la vistosidad de las escenas, junto con la tecnojerga inherente al hard, se consigue unas imágenes cargadas de luz y sonido visualmente espectaculares pero que nos ayudan a perdernos más aún.
La trama resulta muy atractiva pero el sistema utilizado por el autor se asemeja a un juego de Matriuskas, pero con cada nueva muñeca que destapas estás un poco más perdido, en lugar de más cerca de la solución.
Por otro lado, Rajaniemi nos ofrece una especie de homenaje a los grandes del misterio detectives, pues le Flambeau no parece sino un trasunto del Lupin de LeBlanc, y cierto joven detective, un remedo del Holmes de Doyle.

He de decir que el tratamiento, casi metafísico, del tiempo que nos plantea el autor me ha resultado muy interesante y me ha hecho reflexionar en ciertos momentos, algo que con una lectura más pausada y, quizás con mayores entendederas por mi parte me hubiese hecho disfrutar mucho más la lectura.

Por otro lado, Rajaniemi nos ofrece varias historias dentro de la trama principal, algunas centradas en casos  policiales a resolver por el detective, y otras a modo de flashbacks de experiencias anteriores de Jean que, en mi caso, me han terminado de descolocar por completo.

En definitiva, sin duda se trata de una buena novela, pero que requiere una paciencia y atención que yo no he sido capaz de alcanzar y, por tanto, no puedo decir que me haya gustado.

jueves, 19 de diciembre de 2013

Esta noche arderá el cielo

Sin haber leído nada de Emilio Bueso me llamaba muchísimo la atención el que hubiese sido galardonado con dos premios Celsius consecutivos, y decidí hincarle el diente a este Esta noche arderá el cielo, de Salto de Página. No sabía lo que me iba a encontrar ya que,  para empezar, la sinopsis no me atraía demasiado, pero quería darle una oportunidad a algo fresco y éste, me lo parecía. Después de leerlo tampoco tengo muy claro lo que me he encontrado. He aquí el porqué.

Mac es un perdedor que dedica su vida a dejarse llevar. Recuerda un pasado que hace que se lamente del presente y se sienta sin futuro.
Hasta que un día, el pasado llama a su puerta. Su ex se ha separado, y le propone hacer un viaje en moto, como lo hacían antaño. Sus ojos se abren, la mente se le aclara, el corazón se le acelera, y la entrepierna se le inflama. Sin tardanza coge sus alforjas, las cuelga en su moto y, juntos, se van a recorrer la Trans-Taiga, la carretera más larga de Canada.
Poco sospecha que lo que espera sea un placentero viaje que lo devuelva al mundo, se convertirá en algo completamente diferente que lo obligará a coger al toro por los cuernos y tomar decisiones que nunca se hubiera sentido capaz de tomar.

No tengo claro cual es mi impresión final de la novela y, por tanto, tampoco la que ofrecerá esta reseña, porque Esta noche... me ha decepcionado tanto como me ha gustado.
Para empezar definiría el estilo de Emilio Bueso como directo y duro, hosco si cabe. Un estilo narrativo que por momentos me ha parecido mediocre, vulgar y de principiante y que, por otro lado, me ha parecido preparado a propósito para crear este efecto, eliminar todo lo superfluo y quedarse con un contenido más visceral y macarra.
Me he encontrado con un método que a veces me ha horrorizado por su simpleza (he acabado hasta los huevos de Flechas gordas; del Hombre de la botella de pis; o del hombre de la máscara de gas). En demasiados momentos he pensado: "¿Pero este tío no sabe escribir mejor?" pues me parecía encontrarme con multitud de juegos de palabras y frases de efecto tautológico, como perogrulladas del tipo: "El follaje se agita haciendo que se agite el follaje", pero muchas, muchas, no una ni dos. Y en muchas ocasiones consiguiendo resultados claramente cacofónicos y aliterativos. Pero en cambio, ha habido momentos en los que he apreciado una técnica cuidada, y preparada para producir efectos determinados. De tal modo que sonreía al pensar "¡Qué cabronazo! Esta mierda está calculada milimetricamente, y realmente funciona", pues hay pasajes realmente bien perfilados y que ahondan en la psicología de los personajes más allá de la chulería y la verborrea más callejera. Por ejemplo, me ha gustado sobremanera el capítulo en el que mac cuenta la historia de su grupo de música. De hecho, el par de capítulos en los que éste cuenta su propia historia me han gustado más que todo el resto de la novela.
Y, por contrapartida, algunas escenas me han resultado sumamente vulgares, como aquella en la que se narra el apareamiento de la Merca y, en general, son muchos los vocablos y frases en jerga, lo que da un aire más juvenil, al tiempo que irreverente y macara que, igualmente, me ha confundido tanto como me ha gustado.
Con respecto a los personajes me lanzaré al decir que únicamente Mac me parece un personaje bien creado; lleno de sombras, pero con alguna que otra luz. Un personaje hundido y perdido para el mundo, que se deja llevar y que se encierra entre carburadores, grasa y engranajes de motos para no enfrentarse a la realidad que lo rodea y ocultarse en un caparazón autista que lo salvaguarde de todo, al tiempo que lo convierte en un bicho raro.
Es éste, y ningún otro, el único personaje que me parece creíble y bien desarrollado.
Por contra, Perla me resulta completamente insípida. Un personaje, en realidad, un bonito cuerpo andante, cuyo único fin en esta historia es levantar el voraz y reprimido apetito sexual del protagonista como revulsivo para despertarlo a la acción. Perla es el motor que hará que Mac vuelva a ser un hombre (aunque a mi modo de ver siga siendo un cutre), con capacidad de pensar y actuar por si mismo.
Por otro lado, tenemos a un grupito de indios plantados ante una fogata con la única intención de la especulación malsana y la oportunidad de Bueso para lucirse con un lenguaje socarrón y un humor negro bastante quemado.
Por último, nos encontraremos con un par de astrónomos que, sin comerlo ni beberlo, se hallarán metidos en el ajo y que, a mi parecer, tan sólo sirven para nada. Para crear una nueva línea argumental paralela que no pega ni con cola y que, finalmente, y ¡Oh, Dios, que casualidad!, enlaza directamente con la historia de Mac y Perla y logra cerrar el círculo que resulta que estaba abierto.
Para terminar, nos encontramos con la mercancía de contrabando, la Merca de esta novela. Aquí el autor (de nuevo, según mi opinión), se va de varas por completo y nos introduce una trama de ingeniería genética-biológico-terrorista en la que se explaya al mostrarnos la diferentes versiones evolutivas del bestiario fantástico-mitológico que todo aficionado a lo fantástico espera encontrar en sus novelas preferidas. En esta, yo no lo esperaba y, de hecho, ya lo he dicho antes, me parece una ida de olla. Pero de este modo, el autor consigue amalgamar varios géneros literarios creando un híbrido que no tengo muy claro con que etiqueta definir. Desde luego hay que reconocer que originalidad no le falta y que pese a no convencerme, me atrae lo suficiente como para atreverme con Diástole o Cenital en aras de formarme una opinión mucho más definida acerca del arte de Emilio Bueso.
Ahora, eso si, hay que reconocer que el título le va que ni pintado a la novela pues encarna a la perfección las vivencias que van a experimentar los protagonistas y nos mete en la poética belleza de los agrestes parajes canadienses.

En definitiva, una novela original, irreverente y visceral. A ratos divertida. A ratos aburrida. Pero, en general, resulta interesante y, como he dicho al principio, me ha disgustado casi tanto como me ha gustado por que, al final, y aunque en esta humilde opinión personal no lo parezca, las virtudes han superado a los defectos (aunque sea por poco) y han ganado una partida que, en un principio tenía clarísimo que iban a perder y, hacia la mitad del libro, dudaba que empatasen.

lunes, 16 de diciembre de 2013

Las torres de Romander

Hará aproximadamente 5 años que Minotauro rebajó, que no saldó, el precio de algunos de sus libros. Entre estos se encontraban los libros de Max Frei (Forastero y Reclutas de la eternidad), y la Trilogía del No-mago, de W. J. Maryson, los cuales, al precio de 5 eurillos por tomo, terminé comprando.
No ha sido hasta este año, que me he decidido a leerlos, los unos y los otros, y aquí os presentó una pequeña opinión acerca de la primera entrega de la Trilogía del No-mago: Las torres de Romander.

Matei, uno de los siete magos más poderosos del reino de Romander descubre que la magia incolora, uno de los mayores horrores a que puede enfrentarse un mago, empieza a hacerse poderosa. 8.000 años después de ser derrotada, el poder de la magia incolora comienza a resurgir a una velocidad alarmante que pone en peligro el futuro del mundo.
Tras haberla estudiado pese a su prohibición, Matei comprende que deberá reunir a un grupo selecto de personajes para hacer frente a tan gran amenaza y, para ello, recurre a Lethe, el No-mago, el único habitante de la isla de Loh que no presenta talento alguno para la magia por primera vez en muchos siglos; a Gynwaene, reencarnación, sin saberlo, de La Dama, y que hará renacer este poderoso culto; a Wedgebot, el mejor marino para cruzar el vasto y peligroso océano; a Llanfereit y Pit, un poderoso mago y su discípula; y a Gaithnard, el mejor guerrero de entre los belicosos habitantes de Quym.

Nada más empezar a leer, nos damos cuenta de que nos encontramos ante una novela de fantasía a laantigua usanza, de esas en las que la acción se encuentra mucho más adelante y que necesita un enorme número de páginas para ponernos en situación, hacer las presentaciones oportunas y hacernos ver los parajes de un mundo en el que no vivimos, al tiempo que nos presenta un estilo más mesurado y técnico. Un estilo el de W. J. Maryson  que me recuerda en cierta manera al de U. K. Le Guin, lo cual es un enorme cumplido, a mi parecer. Evidentemente creo que Le Guin lo supera con creces, pero se observa un interés claro por parte de Maryson en utilizar una prosa sencilla pero visualmente atractiva y en intentar mostrarnos una historia de personajes por encima de la acción.
Tanto es así, que esta primera parte acaba resultando algo insípida pues pese a los buenos momentos, que los hay, parece que le cuesta despegar y, sobre todo, intenta asentar al lector en el terreno, preparándolo para lo que vendrá en las próximas entregas (eso espero).
Poco a poco iremos conociendo a los personajes, que nos irán deparando sorpresas en las que se aprecia el prometedor futuro que Maryson les tiene preparados pero, a mi parecer, resultan planos y no están del todo bien desarrollados. Espero que en las continuaciones, Maryson opte por una mayor evolución de los personajes.

La primera impresión es la de encontrarnos ante una fantasía en la que un peculiar persone legendario, pues hace siglos que no existe, será el protagonista indiscutible de la novela pero, despacito, nos vemos metidos en una novela clásica en la que un grupo de aventureros se complementan para conseguir acabar con el mal.
En general la trama está bien planteada pero el autor la hace discurrir lentamente mediante la inserción de perlas que van conformando un todo más importante y que deberé esperar para ver.

La narración pretende traernos a un reino de fantasía en el que las aventuras  para conseguir acabar con el mal nos presente diferentes e interesantes perspectivas. Así, el viaje en mar del grupo resulta aventurero; la magia hará su aparición; y no nos olvidemos de las conspiraciones políticas que crean nuevas líneas argumentales que se opongan al bien del grupo, algo también propio de las clásicas novelas de fantasía.
Hay momentos verdaderamente bien trabajados y originales, como el Och-Pandaktera, el cual resulta bastante épico y emocionante.
La inclusión del culto a La Dama y las menciones al Señor de las Profundidades dotan de un ápice de intriga al conjunto, pues aún no queda claro en que parte de la balanza se encuentran, ni cual puede ser su aportación final.

En general nos encontramos ante una buena novela de fantasía. A la antigua usanza, eso sí, y que requiere de una buena dosis de paciencia, pues se trata de una trilogía, y al contrario de lo que suele suceder en el género últimamente, no nos encontramos con momentos impactantes ni finales de gran epicidad que nos dejen babeando con ansias de leer más. Se trata de una novela que debería ir mejorando con cada entrega pero, para eso, hay que tener la paciencia para aguantar esta primera y no aburrirse en exceso.

jueves, 28 de noviembre de 2013

El último arpón

De un tiempo a esta parte presto especial atención a la literatura histórica de la editorial Pamies. Por un lado porque me parece que saca novedades muy interesantes y da una importante oportunidad a autores patrios y por otro, por que me parece con una relación calidad-precio mucho más aceptable que la que ofrece Edhasa, la gran editorial de histórica en este país.
Con El último arpón, la novela de Gaizka Arostegi, a quien no conocía, ratifico mi opinión acerca de la editorial y sus interesantísimas novedades, pues me ha dejado un magnífico sabor de boca.

Telmo Esnal es un joven pendenciero y crápula que cree que por ser hijo de un hombre adinerado, puede vivir la vida a su antojo. Hasta que un día se ve obligado a huir de Madrid, pues ha incurrido en la ira del duque de Espinosa, que pone a un sicario tras sus pasos.
Telmo se dirigirá a Guipuzkoa, tierra natal de su familia, pero el asesino le sigue muy de cerca, y deberá enrolarse en un barco ballenero que parte a Terranova para poder salvar la vida.

Gaizka Arostegi nos sumerge de lleno en pleno siglo XVII, en el año 1635, con una narrativa cuidada y muy agradable de leer. Arostegi aprovecha un hilo argumental de 20 años atrás para, alternándolo con el actual, ofrecernos narraciones en distintas voces y dotar de más consistencia a la historia general
Por un lado tenemos la historia de Telmo y su enrole en el Gloria destino Terranova para la caza de ballenas.
Aquí nos encontramos en una época en la que este oficio se encontraba ya en declive, pues holandeses, franceses e ingleses comenzaban a navegar y amenazaban seriamente el otrora poderío marítimo de la corona española.
No obstante podremos navegar a través del mar a bordo de Gloria y observar la dureza de esta forma de vida y de las penurias que soportaban sus protagonistas, tanto aquellos que la arrostraban a sus espaldas como al conjunto de seres queridos que dejaban en tierra.
Hay que decir que el autor nos ofrece una buena cantidad de información al respecto para aquellos que no conocemos nada de este mundillo, de una forma amena y bien documentada. En este momento recuerdo con agrado la factoría de carne de ballena y la lucha contra la tempestad marítima, como no.
A medida que la aventuras van in crescendo también lo hace la evolución de Telmo que, poco a poco, va entendiendo una nueva forma de vida y arrepintiéndose de sus antiguos devaneos.
En este sentido, los personajes están bien recreados y es fácil epatar con todos ellos: el capitán, Alonso de Iragorri, Benjamín, Antón, Jonás, el pirata Scolum, e incluso Telmo, que al principio resulta bastante repelente. Todos ellos resultan coherentes con la época y estilo de vida.

Por otro lado, Arostegi alterna los capítulos aventureros con escenas sucedidas 20 años antes y que, poco a poco, irán confluyendo con la historia actual. Estos capítulos están narrados en un tono más mesurado y elegante, con la voz omnipresente del pasado que convierte estos capítulos en más pausados y formales.
En este sentido cabe decir que la historia peca un poquitín de falta de credibilidad, pues resulta demasiado casual, aunque se ve venir de lejos, la aproximación de ambas líneas narrativas y derivando en un ineluctable final feliz que nos acerca a la moraleja de que al final el bien siempre triunfa y cada uno recibe lo que ha cosechado.

También creo observar el homenaje aventurero del autor hacia Melville, Salgari, Stevenson, Hope Hodgson y otros autores similares, pero es evidente la relación con Melville, por ejemplo, en la figura del arponero principal, Jonásy sus sentimientos hacia las ballenas.

En definitiva, me he encontrado con una estupenda novela de aventuras que profundiza en un tema sin demasiada recurrencia, creo yo, en las novelas actuales y que posee un poquito de todo: aventuras, ballenas, venganzas, rescates, piratas, luchas, abordajes, rencores familiares, romances, balas de cañón, etc.
Una novela más que interesante, que se lee de un tirón y resulta muy entretenida.

martes, 26 de noviembre de 2013

Un zoo en mi equipaje

Tras leer Murciélagos dorados y palomas rosas, me quedé con las ganas de seguirle la pista al zoólogo Gerald Durrell.
La verdad es que este libro hizo que me lo pasase bomba, y tengo un fantástico recuerdo de él.
Este verano pasado regrese al autor, de la mano de La excursión. Un libro que esperaba fuese como el anterior pero que, sin embargo, se trataba de una serie de relatos de ficción que el autor escribió desde su faceta literaria, que no profesional o divulgativa. Este libro en concreto no lo llegué a reseñar pues no me parecía ni bueno, ni malo sino, simplemente, anodino, no merece la pena el gastar tiempo en hablar sobre él.

Hace poquito he vuelto de nuevo a Durrell, esta vez con Un zoo en mi equipaje, un libro en el que el autor vuelve, por sus fueros, a su vena más profesional.

Pero, de nuevo, no me he encontrado con el entusiasmo, la frescura y el desparpajo que encontré en Murciélagos dorados. No he sentido la tensión de mi cara, ni la distensión de mis preocupaciones ante cada nueva carcajada que me proporcionaban las escenas del libro.
Se trata este de un libro correcto, en el que el autor nos vuelve a mostrar algún personaje conocido de libros anteriores.
Esta obra, como el mismo título indica, al autor pretende crear su propio parque zoológico, teniendo en cuenta que no hay ninguno en muchos kilómetros a la redonda de su vivienda.
Para ello, ni corto ni perezoso, prepara un safari al Congo con la intención de cazar animales para este proyecto.
Así visto podría resultar muy interesante y, en principio, pensé que me reiría bastante, pero no fue así. La caza de animales resulta bastante normalita en la mayoría de los casos y, en muchas ocasiones, no es más que una mera compra de animales ya que, como es lógico, la pobreza reinante en la zona despierta las alarmas en cuanto alguien ofrece dinero por algo. De este modo, en cuanto Durrell informa de los motivos de visita, tiene a multitud de personas que cazan animales para él.

Como en Murciélagos dorados se vuelve a sentir el amor que Durrell siente por la naturaleza ya que en ocasiones nos encontramos pasajes descriptivos muy evocadores que nos llevan a aquellas latitudes. Son estos, los momentos en los que el autor saca a relucir su lado más personal, tanto sentimental como vocacional y nos hace disfrutar más de su narración, descontando, por supuesto, los momentos de chanza y  humor, que los hay, claro, como alguna que otra travesura por parte de los animales y, sobre todo, irónicas anécdotas burocráticas, tanto en África como en Inglaterra.
En parte, reconozco que me ha defraudado la visión que Durrell da de los animales pues, me ha dado la impresión, de que en esta ocasión, sus miras están puestas en su objetivo de conseguir un zoo y los animales no son más que meras mercaderías que pueden resultar muertos por transporte, enfermedades, u otras causas, sin demasiada importancia. Esto es lo que me ha parecido ver en esta novela pero no creo que sea así dada la pasión que desprenden sus palabras por la naturaleza

El libro se divide en varias partes que nos muestran los inicios del viaje, las anécdotas de captura de animales y la vuelta a Inglaterra, con los consiguientes problemas que se plantean a la hora de ubicar el zoo.

Resulta interesante la perspectiva del libro, que nos ofrece la visión de un zoo desde una óptica distinta a la habitual, la de los animales como mero objeto económico y "anti extinciones". Durrell nos muestra la necesidad de un zoo para estudiar a los animales, cuidarlos y conseguir educar al público en el amor y el respeto por todos los seres vivos.

En general es un libro que se deja leer muy bien y que me ha gustado lo suficiente como para lanzarme con su continuación, Tierra de Murmullos,  pero sólo porque me gusta la naturaleza que nos muestra Gerald Durrel y porque espero volver a reírme como con la primera novela que leí de él.
Leer a Durrell creo que siempre es algo interesante y muy agradable pero, si quieres empezar algo suyo, no sería este libro el que te recomendaría, de oídas creo que lo mejor es Mi familia y otros animales. Lo tengo pendiente, y caerá pronto.

lunes, 18 de noviembre de 2013

El baile de los secretos

Hace un par de años, cuando AJEC lanzó su primera petición de ayuda ante el mal momento que atravesaba la editorial y que, desgraciadamente, acabó de la peor forma posible, decidí colaborar en lo que pudiera. Así, que me hice con varios libros de golpe, entre ellos el que da título a esta reseña. Esta urgencia económica me facilitó el adquirir este libro, al que tenía ganas, un poquito más barato. En principio se trataba de un libro que narraba una historia fantástica desde la perspectiva de una partida rolera. Sumando mi pasión lectora a mi antigua pasión lúdica, que vuelvo poco a poco a redescubrir, no podía tratarse de una mala novela, a mi entender. Desde ya, digo que me he pegado una hostia estrepitosa.

La ciudad de Mandressla ha sufrido el ataque de una horda de monstruos que está sumiendo la ciudad en el caos. La única opción de salvarla la tienen en sus manos los jugadores de rol que recrean la partida.

Obviamente esta sinopsis no se parece en nada a la que reza la contraportada, pero se acerca mucho a lo que yo he visto y que realmente no sé como explicar mejor, pues no me he enterado de la misa a la media de la novela.
Lo siento, pero no he sabido encontrarle puntos positivos a esta novela. Esperaba tanto... y me ha aburrido tanto... que no puedo decir nada bueno.  Sí, ya sé que prometí no escribir más reseñas sobre libros que no me hubiesen gustado, y mucho menos escribir críticas destroyer pero, en este caso, me he sentido tan, tan decepcionado que me apetece mucho contar el porqué.

Desde el principio se observa que Jesús Cañadas es un autor que gusta de preciosismos y que prefiere una prosa en la que predomina la lírica frente a la fluidez, abusando de figuras retóricas hasta el punto de resultar excesivamente densa y barroca. A mi modo de ver, esto hace que, ya desde el principio, la narración se convierta en lenta y compleja.
Por otro lado, la conjunción del paso entre ambos mundos, el real y el lúdico, por muy real que este sea también, no está bien logrado y, en ocasiones, se confunden los personajes de uno y otro lado, al ser difícil distinguir al jugador con su correspondiente alter-ego.
Y es que la propia historia en sí es una gigantesca metáfora del desamor y el despecho. Cañadas construye, por medio del narrador de juego (que ya no recuerdo ni su nombre) un mundo completo en que cada uno de los males o pecados relacionados con el amor encuentran su versión antropológica, creando un bestiario realmente rico pero difícil de imaginar.
Así, toda la novela no es más que una historia de amor fallida llevada a un extremo surrealista y malsano en el que un personaje real busca vengarse de su ex-novia a través de personajes ficticios y de una historia inventada.
Sin embargo, estos dos mundos podemos entender que se mezclarán realmente (que cada uno lo entienda como quiera, yo no lo tengo del todo claro, para que os voy a engañar) de una forma que, como he dicho antes, no resulta bien cerrada y cuesta comprender la implicación holística de los personajes principales en el devenir de Mandressla y, a mi en particular, ha terminado por resultarme un galimatías indescifrable.

Por otro lado, tampoco he encontrado muy creíble la escenificación rolera. En ningún momento me he sentido identificado con que se tratase de una verdadera partida de rol. Ojalá me hubiese encontrado en alguna ocasión con un DJ que crease una atmósfera tan perfecta y rica y me metiese tanto en el ambiente. Cuesta en este sentido también, seguir la trama, la continua alternancia capitular entre Mandressla y el mundo real hace que pronto se pierda la noción del tiempo y resulte difícil reconocer que personaje corresponde a cada jugador.

En justicia he decir que Cañadas crea un mundo muy rico del que se podría sacar mucho partido en concepto de background para partidas reales o para una novela únicamente ambientada en el fantástico reino de Mandressla evitando experimentos metáforicos o metafísicos pero, salvo esto, nada más puedo decir que me haya gustado.

En consecuencia no puedo recomendar esta novela. Descúbrela, si quieres, por ti mismo y ya me dirás que te ha parecido.
Y de nuevo ante una crítica de este cariz, he de aclarar que está es mi opinión, de nadie más. ¡Que le voy a hacer! A mi no me ha gustado lo más mínimo.

domingo, 10 de noviembre de 2013

Guerra Mundial Z

 Hace ya 6 ó 7 años, no recuerdo, decidí comenzar a leer más novelas en inglés, por aquello de que la oferta en dicho idioma superaba con creces a la traducida, por retomar el contacto con el idioma de Shakespeare, y porque el precio era considerablemente más bajo que el de los libros en castellano. Como no tenía mucha idea de por donde empezar, pregunté a Hartree en su blog, por alguna recomendación. El me respondió que World War Z sería una buena opción, pues no sólo era sencilla de leer, sino además divertida. Pero cuando vi de lo que trataba, sinceramente, no le hice ni caso y no lo compré. Esperé, y en cuanto salió en lengua patria de la mano de Almuzara, me hice con él. Me ha acompañado en mi viaje de lector, observándome desde lo más alto de la estantería hasta este verano, en que pensé que ya era hora de dedicarle algún tiempo.

El mundo ha sufrido una nueva forma de Guerra Mundial, pero en esta ocasión, el enemigo ha sido completamente inesperado. Los muertos se levantan y atacan a todo ser viviente para comerse su carne.
La pandemia que ha asolado el planeta está prácticamente extinta, y las personas y países intentan retomar el control de sus vidas y de los estados.
Un reportero recorre el planeta entero a la caza de testimonios que nos hagan comprender todo lo que sucedió, de principio a fin.

La novela está estructurada según las fases de propagación de la epidemia, de tal modo que a medida que vamos avanzando en ellas, las entrevistas tienen que ver con personajes más relevantes en cada fase.
Tras los primeros relatos la novela me tenía enganchado. La frescura de las narraciones hacia que el fenómeno zombie se convirtiese en algo original y el hecho de leer muchos relatos cortos hace que la mente salte de un lugar a otro rápidamente y cada salto sea una nueva sorpresa.
El problema, en mi caso, a pesar de las bondades de la obra, que se los veo, y luego hablaré de ellas, es que al cabo de 100 páginas ya me encontraba aburrido de este sistema narrativo. Ya estaba cansado de saltos y de personas que hablaban de la epidemia. Al cabo de q00 páginas todo me parecía lo mismo y había ya pocas secuencias que me sorprendiesen. Estaba realmente cansado de ver zombis que salían del agua, de políticos que decían hacer lo que tenían que hacer, de médicos que atendían a pacientes y de escenas militares por muy impresionantes que fuesen algunas de ellas, como la batalla de Yonkers, por ejemplo.
Y, sinceramente, la he terminado sólo por orgullo. Ahora, apartando, el aburrimiento que me ha supuesto la novela, he de ser totalmente objetivo para indicar que la novela posee un tono narrativo realmente original, de tal modo que, en lugar de la típica narración lineal de las series zombies en las que los muertos se levantan y todos huyen de ellos para que no se coman sus cerebros, mientras se defienden como pueden, Max Brooks nos presenta múltiples puntos de vista, lo suficientemente cortos y variados como para que sea algo completamente diferente. De hecho, ahí radica la parte realmente buena de la novela, la visión de la misma no como una historia sobre zombies, sino como una reflexión sobre el efecto que produciría en la sociedad. La pandemia zombie vista como un ensayo antropológico que busca en la sociedad actual para mostrarnos una crítica de la misma, en la que se aprecian las claras diferencias entre la clase dominante y la plebe; una crítica clara hacia los medios de comunicación, capaces de manipularlo todo; crítica a la religión, que aprovecha el momento, como siempre, para renacer de sus cenizas con la buena nueva salvadora; al ejercito y su férrea jerarquía, al tiempo que, como buen americano, se siente orgulloso de esos marines que defienden las líneas fronterizas. Pero también constituye un alegato hacia la solidaridad, mostrando la unión de la raza humana en las circunstancias más difíciles y la idea de que de este modo sabremos hacerle frente a cualquier adversidad.
Max Brooks escribe bien. Sus relatos son fáciles de leer y utiliza un lenguaje cercano y sencillo, aunque quizás abusa de las siglas militares, que rápidamente se embrollan y resulta difícil recordar que es la C. H.D.R.I. y qué la M.N.J.P.K. Dado el elevado número de relatos, son muchas las escenas que parecen repetirse desde distintos puntos de vista, lo que puede llegar a aburrir un poco a algunos (un mucho a mi) y gustar a otros (como a la mayoría por lo que sé). Desde luego es una novela fácil de leer y muy rápida.
Hay escenas realmente buenas que evocan sobre todo fuertes emociones por parte de los protagonistas, pero nunca he sentido el temor que se supone acompaña a estas criaturas. Y también he de reconocer que hay escenas de auténtico disfrute, como la propia batalla de Yonkers, o los cargueros cargados de personas en el mar, así como escenarios magníficos que invitan al disfrute y al horror más personal, como en el caso del diezmo ruso.

Recientemente se ha estrenado la película, con Brad Pitt como protagonista. No la he visto, ni en principio tengo intención de hacerlo, pero entre los conocidos que la han visto, todos ellos me han confirmado que no se parece en nada a la novela y que más bien es una carrera de fondo ante zombies hiperactivos para que se luzca el guapo protagonista. No puedo opinar al respecto.

En definitiva, he oído muchas voces que alababan la novela, a mi en cambio, me ha defraudado. ¿Es una mala novela? Supongo que no, pero a mi me ha aburrido bastante. O no, porque realmente no esperaba nada mejor. No lo sé.

miércoles, 30 de octubre de 2013

La desaparición


La desaparición, de Tim Krabbe, es otra de esas novelas que, por azar del destino, encontré en una librería de viejo de Madrid, en concreto en una de las Ábaco, tienda a la que suelo ir casi todas las semanas. No sé que me llamó la atención de ella, tal vez una portada sobria, de colores oscuros y un dibujo que decía poco pero mucho a la vez; o tal vez fue la poca extensión de la misma, que me hizo pensar que sería un libro de rápida lectura; o tal vez la sinopsis de la contraportada, la cual me llenó de una morbosa incertidumbre. No lo sé. El caso es que, para variar, la acabé comprando por un par de eurillos.


Una pareja que está haciendo un viaje decide parar a hacer un pequeño descanso en una gasolinera. Será el último lugar en que se vean, pues ella desaparecerá como tragada por la tierra.

Ni más, ni menos. Son necesarias apenas 100 páginas para que el autor, Tim Krabbe, nos describa sin recovecos ni artificios lingüísticos toda la tensión, miedo, pesadumbre y rabia que produce un hecho tan misterioso como atroz.

Es una novela corta, pero muy dura en la que el autor logra involucrarnos en la misma y hacernos partícipes del sufrimiento del protagonista.
Como he dicho no necesita artificios, la lectura es muy fácil, pero no rápida, pues cada frase cae como un jarro de agua fría y nos acerca a una ficción que nos acecha tras cada esquina. Unos hechos mucho más cotidianos y cercanos que aquellos que leemos en las novelas al uso, con crímenes rebuscados y espectaculares a manos de un asesino despiadado que tiene motivos soterrados en lo profundo del alma y que quiere vengarse de alguien por una nimiedad. Aquí no encontraremos eso. Una desaparición; la angustia de no saber que ha pasado, de perder en la nada a la persona amada, sin saber porqué, sin pistas, y no volver a encontrarla nunca.
Esta pequeña novela está dividida en tres partes: la primera, en la que la desaparición es el centro de todo; una segunda parte que nos acerca a la nueva vida del protagonista pero que nos muestra como el recuerdo de la persona perdida persistirá pese a que se vuelva a ser feliz; y una tercera apoteósica, en la que el protagonista ansía descubrir que pasó y mueve los hilos para conseguirlo, pese a lo que le pueda deparar.
Es en esta tercera parte en la que conoceremos al asesino y sus motivaciones que para no desvelar nada no contaré, pero que resultan de lo más creíble y normal. Normal, de normal.
En este punto he de reconocer que al cambiar la temporalidad entre las tres partes, es necesario entrar un poco en cada una de ellas, pues al principio descoloca un poco el paso del tiempo de golpe.

Tal vez se eche de menos la investigación policial, pero es lo de menos. Esta es una novela de sentimientos perdidos, y ocultos; de personajes que intentan extraer un porqué y que te obligan a sentir lo mismo.
Una novela que ahonda en el dolor, en el recuerdo y en el deseo reprimido; en la motivación de actuar por una experiencia, por un "yo que sé que será".

Una obra que me hizo sentir angustia, miedo, certeza de la incertidumbre, y me hizo pensar en la frugalidad de la vida, en como un simple acto de terceros te puede apartar de todo y de todos, (a ti o a cualquier ser querido) y echarlo todo por tierra.

Una novela para agobiarte, para pensar, para emocionarte. Una novelita que recomiendo sin el menor asomo de duda.

martes, 29 de octubre de 2013

El pozo de la ascensión

 Teniendo en cuenta los tochos a los que nos tiene acostumbrados el señor Sanderson, decidí esperar a las vacaciones para disponer de más tiempo libre y poder hincarle el diente a los nacidos de la bruma. La verdad es que pese a sus muchas páginas, ofrece una lectura ágil y divertida que rápidamente quita la pereza que da leer un libro de este grosor.

Ha pasado un año desde que la banda de Kelsier derrocara al Lord Legislador. Vin se ha convertido en la nacida de la bruma más poderosa conocida, y Elend se ha alzado como nuevo Rey de Luthadel.
Pero no todo es tan idílico como pensaba cuando teorizaba sobre ideales políticos y filosóficos. Las brumas permanecen más tiempo durante el día, y han comenzado a hacer enfermar e, incluso, matar gente. Luthadel ha sido asediado por dos nobles (uno de ellos el padre de Elend) que quieren el famoso atium que, se supone, en algún sitio escondía el Lord Legislador. Una nueva religión ha surgido con Kelsier como su dios y Vin como su profeta.
El pueblo pasa hambre y cada vez hay un mayor clima de descontento y, por si fuera poco, un nuevo ejercito, esta vez de los poderosos y psicóticos Koloss, se acerca a Luthadel.

Tal vez Sanderson no sea el mejor escritor, ni siquiera mi favorito, pero sigo pensando que es uno de los mayores revolucionarios del género en los últimos años y cada uno de sus libros se convierte, para mi, en una celebración del gozo. Tal vez no sean perfectos, ni completamente redondos, pero ninguno de ellos me ha defraudado. Con todos he disfrutado y me lo he pasado en grande.

En esta ocasión el autor nos vuelve a traer a Luthadel, con los mismos personajes, aunque todo ha cambiado, y nos sumerge en una trama difícil. Difícil en el sentido de que abandona buena parte de la ventura que acompañaba a la primera parte y se sumerge de lleno en un terreno más escabroso, el de la fe, la política y la reconstrucción de un reino desde unos ideales utópicos. Un aspecto éste al que los lectores de fantasía no están tan habituados y que puede sorprender y no gustar tanto.
Se convierte esta reconstrucción en el leit- motiv de esta entrega, mostrándonos las dificultades de levantar un imperio desde sus cenizas. Así veremos como las ideas de Elend, convertido ahora en el líder de la banda, no son tan fáciles de llevar a la práctica, pues el pueblo busca comida y trabajo sin tener la responsabilidad de pensar, y tornando tiempos dolorosos en mejores que los actuales.
Sanderson se hace eco de la famosa frase del tío Ben al profundizar en la responsabilidad que conlleva el poder y afirmando que un buen revolucionario o ideólogo no tiene por que ser un buen dirigente, pese a la bondad de sus motivos.

En cuanto a los personajes creo que Sanderson sigue haciéndolos crecer poco a poco, introduciendo nuevos personajes en escena, como el nacido de la bruma Zane o la terrisana Tindwyl, dando una mayor importancia a secundarios de El imperio final, como Sazed y, por supuesto, Elend quien, a fuer de ser sinceros, no consigo entender como consigue que el resto de la banda lo siga, pues tiene menos carisma que Samsa Stark (uyyy, que malo). Aunque, he de reconocer que, junto a Sazed, nos brinda los mayores momentos de reflexión, al compararse con el Lord Legislador, al cuestionarse su propia valía de cara al amor y, al recapacitar acerca de la creación de héroes a imagen y semejanza de nuestras ideas. En este último sentido, en el de la capacidad del ser humano de crear un héroe a la medida de nuestras necesidades, cobra también importancia en la novela la religión, el ver como ante la necesidad de creer en algo, el pueblo inventa la religión del superviviente y se adapta a sus enseñanzas, pese a que en su momento no lo fueran.

Con la aparición de los Koloss, una raza de seres hiperbelicosos, de piel azul con un tamaño finito de piel que a medida que van creciendo se va desgarrando por la tensión, creada por el Lord Legislador; la revelación del secreto de los Kandras; y con las entradas del espíritu de la bruma y sus ataques a Elend, Sanderson se adentra en un terreno más inclinado a la especulación, en la que tal vez, en alguna ocasión lleguemos a epatar con el Lord Legislador y surja una pequeña duda en cuanto a sus verdaderos motivos o su maldad anteriormente aceptada, pues La Profundidad parece estar cada vez más cerca y, tal vez, el mundo ya no esté tan protegido como antes.

Del sistema mágico ya hablé en la reseña de la primera parte y aunque, en ocasiones, me ha vuelto a costar seguir el ritmo de tanto "tira" y "empuja", es cierto que resulta muy efectista e impresionante. Con la aparición de algún que otro metal nuevo, el sistema se engrandece y nos ofrece la duda de hasta donde podrá llegar.

Es cierto que la novela sufre altibajos, y hay momentos algo lentos, como la continua interpretación de las religiones por Sazed o las clases de etiqueta que Tindwyl da a Elend, pero hay otros que lo compensan con creces, como el ataque de Vin al cuartel de Cett, o la lucha ante la asamblea. A fin de cuentas, es difícil esperar que una novela de 800 páginas sea acción trepidante de principio a fin, también tiene que haber momentos de asueto narrativo aunque, dados los hechos descritos, no parece que puedan existir estos momentos de descanso.

En definitiva, me he encontrado con una novela de fantasía de la más alta talla. Algo más floja que la primera parte en mi opinión, es cierto, pero que acelera hacia la parte final dejando un dulce sabor de boca salivante que busca la continuación. Una novela muy recomendable si te gusta la fantasía. Brillante, original y algo más fácil de leer que las grandes y enrevesadas sagas fantásticas actuales.   

domingo, 13 de octubre de 2013

La biblioteca de los muertos


No tenía ni la más mínima intención de leer esta novela. Simplemente, no me atraía, pero un día encontré en el buzón la novela que cerraba la trilogía "El fin de los escribas", cortesía de Grijalbo y, pensé: "¡Qué carajo! A lo mejor no está mal", y me puse con la primera parte, con la idea de que dependiendo de esta primera leería las continuaciones.

Nueva York. La policía esta en jaque ante una serie de asesinatos. Cada una de las víctimas ha recibido una carta con el dibujo de una calavera. No existe ningún patrón que relacione las víctimas, todas parecen escogidas al azar e, incluso, ante la presencia de la policía, una de ellas muere sin que lo puedan evitar. Parece que el asesino va a ser difícil de coger y se encarga la misión a Ben Swisher, un policía alcohólico y casi acabado, especialista en asesinatos en serie. Poco a poco descubrirá la relación que guardan estos asesinatos, con los hechos acaecidos en una abadía inglesa en el año 777 D.C.

¿Qué me he encontrado? Una novela palomitera y divertida, de estilo rápido y fluido (flojísima estilisticamente hablando) pero que con la conjunción de varias líneas argumentales consigue crear el suficiente interés como para seguir leyendo y pasar un buen rato. Una novela mediocre como obra pero un buen pasapáginas en cuanto a entretenimiento sin más.
podríamos decir que nos encontramos ante tres líneas argumentales que confluyen para crear la trama de la novela:
Por un lado la detectives, en la que nos encontramos los tópicos más manidos de la novela negra, con un detective alcohólico, mujeriego y rebelde que está de vuelta de todo, acompañado por una guapa detective casi novata, que persiguen a un asesino que siempre va un paso por delante.
En segundo lugar, la línea que sigue el sospechoso (y no desvelo nada, pues la novela es bastante predecible y es fácil adivinar pronto quien es este personaje en cuestión). En este apartado, el sospechoso nos muestra como va por delante de la policía y los motivos que lo han abocado a actuar como lo hace.
En tercer lugar, el arco histórico que nos muestra la creación de la biblioteca de los muertos desde el año 777 en la abadía de Vectis y el posterior descubrimiento y uso que se hace de ella en el año 1947. En esta parte nos encontramos con la parte rutinaria que acompaña últimamente a tanta novela de thriller cuasi-esotérico, en la que la trama actual se mezcla con algún misterioso hecho religioso sucedido en el pasado.

La novela está bien entrelazada y genera suficiente interés en su línea histórica para querer conocer más acerca de la hermandad de los videntes. La trama en sí es buena en su conjunto, pero el sospechoso deviene en un patético personajillo que se aprovecha de su inteligencia, y el protagonista resulta tan arquetípico que no ofrece especial interés. Por otro lado el rápido estilo de Glenn Cooper no sirve más que para que nos olvidemos del presente durante un breve lapso de tiempo.
En general falla también en cuanto a la visión de futuro pues, como he dicho, resulta bastante fácil de resolver el caso y es el interés por conocer todo lo que rodea a la hermandad de los videntes lo que incita a seguir leyendo (por lo menos a mi).

Continuaré las dos novelas siguientes pues, como he dicho me he entretenido y quiero conocer algo más de la misteriosa orden, pero poco más.
Estamos ante otra de esas novelas de aventuras que mezclan la investigación policial con algún misterioso hecho relacionado con la religión y que, para variar, alguien intenta utilizar para su propio beneficio.
En definitiva, una novela más que aceptable para pasar el rato en la playita.

domingo, 6 de octubre de 2013

La edad de los milagros

Hace ya más de un año que tenía La edad de los milagros en la pila. Por un lado, me llamaba la atención la premisa de ciencia ficción apocalíptica de que hacía gala la contraportada de la novela. Por el otro, me tiraba para atrás la apariencia de novela juvenil.
Al final decidí leerla y, si bien no se trata de una mala novela, creo que se acerca mucho más a la literatura juvenil de lo que pretende, dejando a la ciencia ficción en un segundo plano, como mero vehículo para contar otra historia.

El movimiento de rotación de la Tierra comienza a enlentecerse sin motivo aparente. Se trata de una lenta disminución del giro, pero paulatina y constante. Inexorable.
Desde los ojos de Julia, una preadolescente de 11 años, observaremos como el mundo se adapta a los cambios y lo que ello conlleva en su vida diaria.

Los primeros capítulos de la novela son lo suficientemente buenos como para captar la atención del lector. El paulatino enlentecimiento consigue acongojar al lector, que queda ávido de saber el porqué. Evidentemente ayuda mucho la escritura de Karen Thompson Walker, tranquila y sosegada; limpia y sin "arabescos" pero con un deje soterrado de misterio.
Poco a poco esta sensación se va diluyendo, pues los cambios se siguen sucediendo, pero en forma de modificación avanzada de cambios anteriores y cada vez la historia se va ciñendo más a la vida de una niña de 11 años que, salvo por la diferencia de escenario, podría ser la misma que la de cualquier niña hoy en día.
No obstante, el correcto lenguaje y el ritmo sosegado se alían para formar una especie de balsa en la que me he sumergido y aunque no ha sido ni de lejos lo que me esperaba, tampoco tiro por tierra la lectura de esta novela. Ahora, a sabiendas, no la leería, pero no es una mala historia, ni como novela debut, ni para un público más joven.
me ha gustado la elección de una niña para contar esta historia. Por un lado porque está contada desde la madurez, desde los recuerdos de aquella época de una persona adulta, lo que entraña virtudes y defectos. Por un lado la madurez lleva aparejada una mayor comprensión, moderación y entendimiento de las circunstancias de la vida, así como de un aumento del léxico utilizado (debería, pero conozco montones de casos en los que esto no ha sucedido ;) ). Por otro lado, está demostrado que la memoria es plástica y se adapta a las experiencias vividas acorde al paso del tiempo y cuesta creer que la protagonista guarde recuerdos tan nítidos y que no hayan sido modificados por la propia maduración. 
También se consigue que, al ser una niña la narradora de los hechos, la novela se aleje de tecnicismos y explicaciones, hipótesis y consecuencias de física. Esto, de nuevo, puede ser bueno o malo, según el gusto del lector. 
Campo éste último en el que la novela cojea en exceso, pues nunca se ofrece la más mínima explicación del motivo de este enlentecimiento, sino que se limita a explicar las consecuencias horarias y sociales, bien hecho, por cierto, pues la separación entre seguidores del horario normal, y del solar, resulta convincente aunque apetece encontrarse más chicha en este asunto.

En general se trata de una novela más que aceptable pero, eso sí, si buscas una novela de ciencia ficción al uso, esta no es tu novela, pese a lo que intuyas al leer la contraportada.

miércoles, 18 de septiembre de 2013

Intemperie

 Sorpresón. Había oído hablar de Intemperie, de Jesús Carrasco, pero principalmente en los medios, nunca a un aficionado, y por ello, era reticente a creer en las buenas críticas que acompañaban a la novela pero, en esta ocasión, he de decir que me ha encantado. No puedo sino alabar esta novela y a su debutante autor.

Un niño se ha escapado de casa y se esconde en un agujero en la tierra yerma. Acurrucado como un gazapo, sin comida ni bebida, permanece durante horas escondido de la cuadrilla que el alguacil ha preparado para buscarlo.
Cuando por fin sale del pequeño zulo, se encuentra con un viejo pastor que, sin preguntas, lo acepta como pequeño aprendiz. Juntos vivirán días duros en la seca tierra, pero su compañía aliviará a ambos, hasta que un día... el alguacil da con ellos.

Se ha comparado a Jesús Carrasco con Faulkner y McCarthy. Son palabras mayores para mi gusto, pero no es difícil, a posteriori, hacer estas comparaciones si nos arañemos al propio ámbito de la novela, más que al estilo.
Una novela dura, donde el paisaje se cierne cruel y descarnado bajo un sol abrasador que lacera cuanto toca; con personajes secos, firmes y duros acorde con el terreno y el modo de vida que les toca en suerte.
Una ambientación que recuerda la crudeza de Yoknapatawpha de Faulkner y lo inhóspito del Texas de McCarthy al tiempo que resulta imposible no establecer una relación muy próxima entre el alguacil de Carraso y el Juez Holden de McCarthy.
No se puede negar que Carrasco escribe con pasión, y que sus palabras llegan de lleno a calar hondo, pues emplea un lenguaje directo pero cuidado. Como el terreno que pisan los protagonistas, es un lenguaje escueto y conciso pero de gran precisión, economizando las palabras de tal modo que no sobra ni una, como no sobra el agua en el yermo.
El autor consigue insuflar vida propia a los personajes y si bien abusa del signo que delata el pavor que siente el niño por el alguacil, consigue hacerlos sumamente creíbles y asentarlos con contundencia en el terreno, de tal modo que tanto por si mismos, como por sus hechos, perviven en el recuerdo durante algún tiempo.
En realidad nos encontramos ante una novela iniciática. Una novela que nos ofrece el rito de paso a la madurez en las condiciones más inhóspitas, bajo un sustrato social malsano y con la única ayuda de un pastor solitario que prefiere los animales a los hombres. Un muchacho con capacidad extra (como todos los de su edad) para enfadarse y creerse superior; y un anciano pastor que, a su modo, duro y seco, le tenderá la mano para crecer mentalmente.
Pero si hay que hablar de algún personaje realmente creíble, este es, sin lugar a dudas, el terreno. el yermo desolado, estéril y abrasador que el Carrasco nos presenta con su narración certera, ofrece la mayor capacidad para meternos en la novela, y resulta muy sencillo sentir el sofocante calor que emana de los cantos rodados expuestos al sol; la oscuridad ciega de una noche al raso; o la certeza de una muerte seca bajo un sol de justicia sin agua que llevar al gaznate.

Una novela de clara denuncia a los abusos en la infancia y a sus repercusiones pero con un fuerte sentimiento de justicia y amor soterrado que finalmente prevalece.

Tan sólo un pero antes de despedirme: el avance de las escenas resulta previsible en su mayor parte, pero no por ello se resta ni un ápice de calidad.

Para mi gusto, y aunque se le puedan sacar muchas comparaciones, una gran novela.

miércoles, 11 de septiembre de 2013

Las naves del oeste

Con Las naves del oeste, Kearney se propone el objetivo de cerrar una pentalogía, hasta ahora gloriosa, algo que a primera vista, dado el grosor del libro y a las líneas abiertas, parece harto difícil.

Han pasado 15 años desde lo acontecido en El segundo imperio. Durante este tiempo, el imperio Merduk se ha fusionado con los llamados Reinos herejes, y ambas religiones han aceptado ser la misma.
Cada uno de los personajes principales ha continuado con sus vidas intentando dar sentido a este nuevo mundo. Tan sólo Hawkwood ha ido a peor, pues Murad se ha encargado de hacerle la vida imposible.
Pero una nueva y temible amenaza se cierne sobre el futuro de los reinos. El Archimago Aruan, ahora máximo gobernante de los reinos Ramusianos, se propone someter el mundo entero a su mandato, y los héroes de la anterior guerra deberán unirse de nuevo para evitar un mal que amenaza con poner fin al mundo conocido.

Y este es el punto, el de los héroes, el único que puedo decir verdaderamente que me ha gustado. Los personajes siguen aportando su carisma para engrandecer la historia y, en su mayor parte, muestran una clara evolución a lo largo de la saga, consiguiendo unos visos de realidad notable entre la fantasía, pues el apego, la simpatía, la tristeza, el odio, o el asco que nos infunden, consiguen una cercanía con el lector, que desea conocer los últimos avatares de sus vidas.
Personajes que deberán enfrentarse consigo mismos y su ambición por el poder, sentando un debate muy interesante acerca de la corrupción que el poder puede producir pero, sobre todo, con respecto a la lucha interna de utilizar un poder corrupto para alcanzar un fin que se cree mejor.

No voy a hablar del arte narrativo de Kearney, del cual ya he dicho todo lo que tenía que decir en las reseñas de las anteriores entregas. Pero sí del modo en que ha finalizado la saga, la cual, como ya dije, en mi opinión debería haber terminado en la cuarta entrega, firmando una saga redonda, mientras que en el quinto volumen considero que ha bajado, y mucho, el listón (como siempre, se trata de mi opinión exclusiva).

Mi impresión general es la de que se trata de un libro apresurado en exceso. El intervalo de tiempo transcurrido entre la 4ª y 5ª novela no termina de encajar del todo y no hay tiempo para encajar en nuestra mente de lector los cambios que ha sufrido el mundo de una forma tan acelerada de acuerdo a nuestros recuerdos lectores.
La línea de Aruan quedó abierta en El segundo imperio y, aunque se abren varias líneas secundarias que quedarán cerradas, es esta primera la que marca el eje central de esta 5ª y última entrega. Aruan ha llegado para quedarse y gobernar, creando un nuevo mundo en el que los seres mágicos tendrán el máximo poder consiguiendo una nueva realidad utópica en la que los anteriormente denostados serán sacados del ostracismo para, en su venganza, acabar con los opresores  y crear un nuevo mundo mejor. Para ello, Aruan debe empezar desde cero, podando toda memoria y rastro de los antiguos poderes del mundo.
Es esta una gran línea argumental que, por sí sola, ya daría para una nueva trilogía, pero en apenas 285 páginas, Kearney la abre y cierra con un carpetazo que hace que desde el principio todo se vea precipitado y se intuya el desenlace final, que no es plan contar aquí como digo, es tan fácilmente previsible, como difícil de creer.

Kearney nos vuelve a sumergir en épicos escenarios, con batallas navales que ponen los pelos de punta; cargas de caballería y táctica militar del mejor calado, al tiempo que nos hunde en la desesperanza de verlo todo perdido. El nuevo orden mundial exige un nuevo camino de enjundias políticas más que aceptables pero que quedan en un segundo plano, dada la enormidad que supone el poder de Aruan. Estos politiqueos sobreviven bajo la línea de flotación de dicho poder y nos permiten ver que hay más cosas a las que estar atentos y que no está todo dicho, pues si no, ¿no estaría Kearney escribiendo de más? ¿escribiendo para nada? Pero evidentemente no es así y todo tendrá consecuencia.

En definitiva, he de reconocer que Las naves del Oeste es una novela más que aceptable en calidad de novela única e independiente, con la que he disfrutado de algunos momentos pero que me ha decepcionado enormemente al tratarse del cierre de lo que para mi era una enorme saga y, desde esta perspectiva, no me importaría no haber leído y haber dejado grabado en mi memoria el recuerdo de El segundo imperio. Sin más.

viernes, 6 de septiembre de 2013

Necróparis

 Necróparis. me quedo con la boca abierta cada vez que recuerdo esta novela.
La compré en un saldo de 3x2, y fue justamente el último que elegí, pues no las tenía todas conmigo pero, con el precio que tenía ¡qué más daba!
Tras su lectura, he de decir que he flipado hasta la médula. Necróparis es el libro que más he disfrutado y me ha enganchado en lo que va de año. El libro que mas me ha ilusionado y con el que más he sentido esa antigua hambre lectora que me devoraba en los años mozos, aquellos en los que cada nueva obra en España era algo recién salido del horno de las maravillas y todo, todo te sorprendía (incluso las crónicas de la Dragonlance).
Una vez leído, he de echarme (a mi y a a todos los que han actuado como yo) una seria reprimenda, pues he esperado a leer esta novela cuando estaba de saldo, y estas actitudes (y otras, espero) con las que hicieron caer a la pequeña, pero gran, empresa editora de este libro NGCFicción. Vale, también es cierto que ante la inmensa cantidad de libros que se editan al año y los sueldos de los españolitos (al menos el mío) hay que seleccionar muy bien pero... aun así.

Una pareja decide abandonar el estrés y la rutina por un fin de semana. Para ello, dejan a los niños con la abuela y se disponen a pasar un romántico fin de semana en parís.
París, la ciudad de las luces será tal y como esperan durante el día pero, por la noche, se tornará en algo siniestro, laberíntico, tortuoso y malsano que amenaza con volverlos locos.

Hacía tiempo que no me encontraba con una novela tan divertida, que me mantuviera pegado al sillón sin querer parar de leer.
Mediante pinceladas cortas pero contundentes en continua sucesión, Fernando Cámara nos sumerge de lleno en un tour de force esquilo-paranoide. Sin guiones de acotación y con un estilo de rapidísimas frases cortas que más de uno podría pensar que se parece en cierto modo a McCarthy, si bien es cierto que Cámara narra los hechos rápido, como cuadrando el objetivo para que lo enfoque bien la cámara y creando un efecto de imágenes virales que se encadena produciendo un efecto desasosegante, mientras que McCarthy construye un universo de frases lapidarias que te patean los higadillos sin parar.
De hecho este estilo hace que nos encontremos inmersos en la lectura de una road movie en la que no hay tregua para los personajes, que caminan entre la cordura y la demencia, como entre las bandas de un paso de cebra y, he aquí, uno de los puntos fuertes de la novela, pues los protagonistas resultan tan creíbles a través de este estilo rápido, vivo y directo en el que se alternan los mismos, con los reproches, las caricias, con las contestaciones malsonantes, los guiños cómplices con las sospechas, que nos resulta muy fácil empatizar con ello y, por ende, encontrarte sometido a casi la misma incertidumbre y ansiedad que ellos, preguntándote a ti mismo si lo que estás leyendo (o viviendo) es realidad o sueño, paranoia o certeza pero, seguro acercándote a un estado de angustia como no lo habías imaginado al empezar a leer.
Y del mismo modo nos encontramos ante un villano excepcional. Mandrake es el ente que puebla todas nuestras pesadillas. Aquel cuyo aspecto inspira desconfianza al tiempo que despide un halo claro de locura. Mandrake es un maniaco pervertido que por una extraña obsesión hace blanco de su demencia en los protagonistas, vertiendo en ellos su venganza hacia el mundo, su intenso egocentrismo y su más absoluto odio hacia esa pareja feliz que aglutina cordura, la tranquilidad y la simpleza de una existencia ciudadana y borreguil tradicional que él tanto parece detestar.

Por otro lado, nos encontramos con la Ciudad de la Luz, el personaje por excelencia que muestra que tras cada luz se esconde una sombra. Una ciudad que por el día es la que conocemos pero que por la noche se transforma en un complejo laberinto donde las calles cambian de ubicación; los mendigos se comen a los transeúntes; los taxistas atropellan a la gente sin ningún remordimiento; los maniquíes son autómatas dirigidos; y las novias envejecen a ojos vista. Una ciudad cuyo barrio festivo más emblemático, el Moulin Rouge, se convierte en un barrio de neón, colorido, festivo y psicodélico que infunde un ominoso aroma a decadencia, demencia y muerte.
Una ciudad que se va transformando por completo y cuya locura ocupa una mayor porción horaria cada día, de tal modo que la escena final transcurre de día en una zona aeroportuaria y cuyo demoledor desenlace nos presenta una Francia convulsa, psicótica y absolutamente surrealista cuyo motivo cuesta entender, pero tan agobiante y, al mismo tiempo, satisfactorio por entretenido, que no importa lo más mínimo el no encontrar el auténtico sentido a todo lo que ha sucedido.

Una obra corta brillante, cargada de poderosas imágenes que perviven mucho tiempo en la memoria y que, a pesar del paso del tiempo, mantienen la suficiente fuerza como para crear una sensación de terror claustrofóbico.
Una novela poderosa, muy original, entretenida y muy, muy visceral que nos muestra la gran capacidad de su autor para evocar vívidas situaciones por surrealistas que puedan parecer.

Un autor a seguir. Una novela que no puedes dejar de leer.

jueves, 5 de septiembre de 2013

De vuelta

Pues eso. Como reza el encabezado: Estoy de vuelta. Después de unos meses ajetreados por el trabajo, con muchos altibajos emocionales y el ánimo por los suelos, en los que el tintero tan sólo se ha emborronado con esquelas-homenajes, creo que es la hora de volver, con las fuerzas algo cargadas aunque el corazón siga resentido.

Es por ello que por primera vez en los años que llevo pasándome por aquí, os presento las próximas reseñas que realizaré (el orden es irrelevante):

- Necróparis, de Fernando Cámara.
- Las naves del Oeste, de Paul Kearney.
- Intemperie, de Jesús Carrasco.
- La edad de los milagros, de Karen Thompson-Walker.
- El pozo de la ascensión, de Brandon Sanderson.
- El puente, de Iain Banks.
- Guerra Mundial Z, de Max Brooks.
- La biblioteca de los muertos, de Glenn Cooper.
- El último arpón, de Gaizka Arostegui.
- La desaparición, de Tim Krabbe.
- El baile de los secretos, de Javier Cañadas.
- El ladrón cuántico, de Hannu Rajaniemi.

No es moco de pavo la tarea, pues tan sólo tengo escritas un par de críticas, pero intentaré no tardar demasiado en compartir con vosotros las opiniones que me han merecido los libros leídos estos últimos meses.

Si por un casual, os interesáse alguna opinión en concreto, indicádmelo y le daré prioridad.

Por cierto: Muchas gracias por estar ahí.

lunes, 8 de julio de 2013

Abuelo

Te fuiste convertido en papel de fumar. Papel surcado de ríos azules en los que se formaban lagos purpúreos. 
Fin de encía desdentada y ojos, otrora vivaces, que intentaban sonreír y percibirlo todo, sabedores de que las fuerzas se habían evaporado y ajenos a que se acercaba el descanso. ¿Ajenos? Realmente no lo sé. Me resulta imposible pensar que tus últimos meses no fueran un suplicio para ti ante este conocimiento, pero me gustaría creer que, de verdad, no te diste cuenta.
2013 maldito que desde principios de año ya enseñó los dientes y que desde Abril dijo a las claras que la guadaña estaba ya muy cerca y que cada día era un regalo.

Se han ido los safaris a por algarrobas, las batallitas, las lecturas del periódico que tanto te gustaba, los partidos del Atlético de Madrid, los coleccionables de las revistas, los chistes, bromas y broncas; el pinchar a los pequeñajos, y la cara de máxima felicidad que ponías al verlos.
Te has ido tú. Y con ello, una luz se ha apagado en nuestras vidas.
Recuerdo la pasión que sentías por las guías antiguas de Madrid; cómo aunque tu memoria fallase a corto plazo y, ya  finalmente con todo, recordabas a la perfección las calles que hace muchísimos años recorriste conduciendo infinidad de veces.
Muchas de esas calles han cambiado pero, tal vez, allá donde estés, el pasado y el presente se fundan en uno y puedas recorrerlas de nuevo. Tal vez al vuelo y, seguro que, acompañado de quien más querías y que se fue antes que tú.

Tan sólo me alegro de una cosa. Has abandonado esta mierda de mundo. Este mundo devorador que olvida a la gente y sólo piensa en el poder. Has dejado atrás este adefesio de país que echa la vista atrás y piensa que "aquello" fue mejor.

¿Fotos? aquí no hay fotos que valgan. Tan sólo estas humildes palabras servirán de recuerdo mientras emborrono el pupitre con mis lagrimas, al recordar pequeños retazos de lo que fue y no volverá a ser.

Te quiero abuelo. Siempre estarás en mi corazón.


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