martes, 30 de diciembre de 2014

El señor de las profundidades

El Señor de las Profundidades cierra la trilogía de Lethe, el No-mago. Quien haya seguido las anteriores entregas sabrá que Lethe es, en realidad, un grandísimo mago, pero de una magia diferente, y más poderosa.

Esta última entrega comienza donde terminó la anterior, y aquí ya no hay tapujos. La suerte está echada y todos se preparan para la gran batalla. La batalla que acabará con el juego del ciclo de los nueve mil años.

Esta es la entrega más oscura de las tres, así como la que más acción despliega.
Bajo mi punto de vista es la mejor de las tres pero, en mi propia experiencia, ha resultado la menos satisfactoria, como antónimo de gratificante, que no como sinónimo de baja calidad. Es así, porque intenta dar una explicación demasiado esotérica y pueril al mismo tiempo al cielo de la no-magia. Pero sin embargo es la mejor de las tres, pues despliega por fin, el entramado que esconde la no.magia y el Oscuro, y acarrea una buena dosis de acción y epicidad pero, como he dicho, en mi caso, ha terminado defraudándome el resultado. No sé, esperaba otra cosa, y más.

La novela sigue tres líneas argumentales diferentes: Por un lado el No-Mago y la Dama que, ayudados por Pit, se convertirán en El Señor de las Profundidades, y combatirán al avatar del Oscuro; Por otro lado, el grupo de Matei y cia. que seguirán en su empeño por descubrir las runas de Randole; y en tercer lugar, nos encontramos con el grupo que ha estado dirigiendo todo el cotarro: Los integrantes del juego. Un grupo de seres legendarios que mantienen el pulso del universo y mueven a las personas a su antojo como si de títeres se tratasen para asegurar no sólo la estabilidad del universo, sino también su propia diversión.

En esta ocasión creo que Maryson se apoyó más en los personajes. Les ofreció un carácter más definido y unas metas más claras. Del mismo modo, con su juego de los ), los solitarios, y la raza más antigua, quiso dotar al mundo de una importante cosmología propia. Imagino que con la intención de poder continuar desarrollándola en futuras novelas, pero que a mi no ha terminado de gustarme a día de hoy pues me ha parecido demasiado improvisada y (para hoy en día) poco original.

Hay momentos realmente épicos y originales, como el Ser que en realidad es El Señor de las Profundidades, ¡nunca se me hubiera pasado por la cabeza! Su batalla con el Dragón del Oscuro resulta increíble y sorprendente pues nos encontramos ante una fantasía heroica con tonos de ciencia ficción en este punto, ya que el propio Señor de las... se convierte en una especie de nave pilotada por las mentes de Lethe y la Dama. Este aspecto me ha gustado sobremanera, así como los oscuros y poéticos momentos que suponen la partida del alma del cuerpo de Lethe o la Dama.
Se continúa con la trama política, y la ciudad de Romander es sometida a un golpe de estado y a un posterior ataque que será capeado con maestría por la llegada de poderosos magos en una batalla mágica realmente espectacular.

Sin ánimo de levantar más spoilers que los que ya habré soltado, he de decir que la novela cierra un ciclo. Con la llegad de Lethe y su uso del Poder y manejo de su cabalgadura, se cierra el ciclo de las eras y se inicia una nueva época que podría haber continuado futuriblemente si el autor no hubiese fallecido. Las puertas estaban claramente abiertas para esto.

En general me parece una muy buena trilogía, aunque reconozco que (me repito) a día de hoy no me ha dicho gran cosa. Tengo claro que hace 20 años, cuando mis lecturas seguían derroteros dragonlantinos, ésta me habría parecido una grandísima trilogía, por lo innovador y original. Creo que he llegado 20 años tarde.

Muy recomendable para iniciarse en la fantasía y buscar un estilo de fantástico menos explícito en todo que el actual; un fantástico que invite a soñar y a leer entre líneas: a imaginar, en una palabra.

viernes, 5 de diciembre de 2014

Peña Amaya

No me habría enterado de la aparición de este libro (entonces) si no hubiera sido por que el propio escritor me preguntó través de Facebook si estaría interesado en comentarlo.
No lo dudé, pues a pesar de que estaba muy liado laboralmente, el anterior libro que había leído de Pedro Santamaría, El Águila y la Lambda, me había gustado mucho.
Lo recibí 2 ó 3 días más tarde y, como punto de partida, debo decir que me gustó la edición. Como todo lo que saca al mercado la editorial Pamies, el libro llamaba la atención por su cuidada edición; con un aspecto sólido y que apetece tocar, una tipografía agradable y, como siempre, una portada que atrae a primera vista.
No obstante y, a pesar de esto, he de decir que el libro no me ha gustado tanto como esperaba. Es una buena novela, no cabe duda, pero hay cierto aspecto que me ha escamado un poco por cansancio, y ha hecho que la novela me defraude en cierto sentido.

Año 572 D. C. El rey visigodo Leovigildo acaba de conquistar Córdoba, y con ella prácticamente todo el territorio íbero está bajo su mandato. Tan sólo los reinos del norte se le resisten.
Tras el infructuoso intento de someter a los cántabros por la vía de la negociación política, no le queda más remedio que declarar la guerra.
Los cántabros se refugian en Peña Amaya, enclave hasta ahora inexpugnable, para resistir.
Peña Amaya narra la lucha de los últimos cántabros libres, contra el invasor y contra sí mismos.

La escritura de Pedro Santamaría resulta, como ya lo fuera en El Águila y la Lambda, muy atractiva. De sencilla lectura pero con la agradable elegancia estilística de un vocabulario cuidado pero alejado de barroquismos. En este sentido Peña Amaya es una lectura realmente amena y que se lee fácil y rápidamente.
La novela está narrada en tres registros diferentes: uno de ellos tan sólo durará unos capítulos, los primeros, en los que uno de los protagonistas, Tomás, contará un poco lo que lo ha llevado a Amaya. El resto de la narración está dividido entre los capítulos en tercera persona, que parecen situarse del bando de los cántabros, pues la mayor parte de las narraciones se centran en ellos; y los capítulos del bando visigodo, narrados por un escriba a modo de crónica. Por este motivo, son capítulos de menor extensión aunque realmente interesantes.

Santamaría ha creado una novela de personajes en la que se aprecia claramente que el leitmotiv es el coraje y el orgullo de un pueblo a colonizar, contra la codicia y, también el orgullo, del pueblo invasor. La lucha entre dos fieros rivales que tratan de no perderse; uno siendo absorbido por el extranjero y perdiendo así su futuro; y otro, que trata de continuar adelante para demostrar su fuerza y unificar toda la península bajo su ley, que dice traerá paz y prosperidad.

Pero es también una novela de identidades y, e aquí la parte que no me ha gustado, aquella de la que ya estoy hastiado, pues se repite en multitud de novelas. Los cántabros deben luchar contra el cambio. El cristianismo, de la mano de Tomás y Emiliano (San Millán) han llegado a la península, a Peña Amaya, para quedarse, y nada podrá remediarlo. No dudo de la veracidad histórica de las palabras de San Millán, ni de las argucias cristianas para que con su mentirosa verdad y su escondida pero vengativa paz, consigan fieles, pero novela tras novela (la Tabla Redonda, el mundo celta, las sagas vikingas, etc.) siempre encontramos estas hechuras que nos predisponen contra el cristianismo, lo cual al principio está muy bien, pero ya me acaba cansando, sinceramente.
Sin embargo, me parece muy interesante el enfrentamiento entre cristianismo y arrianismo. Es un aspecto poco tratado en la literatura de ficción y resulta muy aleccionador el observar como los propios cristianos convertidos muestran tanta inquina contra el hereje arriano representado por los visigodos.

Otro aspecto importante de la novela es el enclave que la da título. Un bastión que se yergue inexpugnable y, como suele suceder, no cae sino por la traición interna. No se trata de un lugar descrito a conciencia para conseguir que lo conozcamos al dedillo, sino que Santamaría lo presenta sutil pero firmemente. Se busca otra emoción. Peña Amaya se alza imponente y te hace sentir protegido y orgulloso de defender.

Es de destacar la gran labor de documentación llevada a cabo por Santamaría, de la que se aprenden bastantes cosas pues, tal vez me equivoque, no lo sé, pero no creo que haya mucha literatura acerca de este período histórico.
Realmente he sentido la arrogancia y la fuerza de Leovigildo; sus ansias de poder, pero también de paz. Con Necón he disfrutado de la raza de un pueblo que quiere mantener su identidad a toda costa. En este sentido, la novela me ha parecido que cumple con creces lo que promete y es capaz de transportarte a la época y lugar.

Como puntos negativos destacaría un par de ellos: el primero ya lo he comentado: el enervante y manido enfrentamiento cristianismo-paganismo. El segundo, el tema de la traición cántabra. A mi modo de ver, resulta fácil adivinar la identidad del traidor desde muy temprano.

Pese a esto, recomiendo la novela a aquellos que quieran acercarse a este período histórico y que busquen un hecho concreto, no un marco ampliado y más generalista y que, a su vez, quieran disfrutar de una pluma amena y sencilla, alejada de la multitud de referencias históricas que acompañan a este tipo de novelas.

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