jueves, 28 de noviembre de 2013

El último arpón

De un tiempo a esta parte presto especial atención a la literatura histórica de la editorial Pamies. Por un lado porque me parece que saca novedades muy interesantes y da una importante oportunidad a autores patrios y por otro, por que me parece con una relación calidad-precio mucho más aceptable que la que ofrece Edhasa, la gran editorial de histórica en este país.
Con El último arpón, la novela de Gaizka Arostegi, a quien no conocía, ratifico mi opinión acerca de la editorial y sus interesantísimas novedades, pues me ha dejado un magnífico sabor de boca.

Telmo Esnal es un joven pendenciero y crápula que cree que por ser hijo de un hombre adinerado, puede vivir la vida a su antojo. Hasta que un día se ve obligado a huir de Madrid, pues ha incurrido en la ira del duque de Espinosa, que pone a un sicario tras sus pasos.
Telmo se dirigirá a Guipuzkoa, tierra natal de su familia, pero el asesino le sigue muy de cerca, y deberá enrolarse en un barco ballenero que parte a Terranova para poder salvar la vida.

Gaizka Arostegi nos sumerge de lleno en pleno siglo XVII, en el año 1635, con una narrativa cuidada y muy agradable de leer. Arostegi aprovecha un hilo argumental de 20 años atrás para, alternándolo con el actual, ofrecernos narraciones en distintas voces y dotar de más consistencia a la historia general
Por un lado tenemos la historia de Telmo y su enrole en el Gloria destino Terranova para la caza de ballenas.
Aquí nos encontramos en una época en la que este oficio se encontraba ya en declive, pues holandeses, franceses e ingleses comenzaban a navegar y amenazaban seriamente el otrora poderío marítimo de la corona española.
No obstante podremos navegar a través del mar a bordo de Gloria y observar la dureza de esta forma de vida y de las penurias que soportaban sus protagonistas, tanto aquellos que la arrostraban a sus espaldas como al conjunto de seres queridos que dejaban en tierra.
Hay que decir que el autor nos ofrece una buena cantidad de información al respecto para aquellos que no conocemos nada de este mundillo, de una forma amena y bien documentada. En este momento recuerdo con agrado la factoría de carne de ballena y la lucha contra la tempestad marítima, como no.
A medida que la aventuras van in crescendo también lo hace la evolución de Telmo que, poco a poco, va entendiendo una nueva forma de vida y arrepintiéndose de sus antiguos devaneos.
En este sentido, los personajes están bien recreados y es fácil epatar con todos ellos: el capitán, Alonso de Iragorri, Benjamín, Antón, Jonás, el pirata Scolum, e incluso Telmo, que al principio resulta bastante repelente. Todos ellos resultan coherentes con la época y estilo de vida.

Por otro lado, Arostegi alterna los capítulos aventureros con escenas sucedidas 20 años antes y que, poco a poco, irán confluyendo con la historia actual. Estos capítulos están narrados en un tono más mesurado y elegante, con la voz omnipresente del pasado que convierte estos capítulos en más pausados y formales.
En este sentido cabe decir que la historia peca un poquitín de falta de credibilidad, pues resulta demasiado casual, aunque se ve venir de lejos, la aproximación de ambas líneas narrativas y derivando en un ineluctable final feliz que nos acerca a la moraleja de que al final el bien siempre triunfa y cada uno recibe lo que ha cosechado.

También creo observar el homenaje aventurero del autor hacia Melville, Salgari, Stevenson, Hope Hodgson y otros autores similares, pero es evidente la relación con Melville, por ejemplo, en la figura del arponero principal, Jonásy sus sentimientos hacia las ballenas.

En definitiva, me he encontrado con una estupenda novela de aventuras que profundiza en un tema sin demasiada recurrencia, creo yo, en las novelas actuales y que posee un poquito de todo: aventuras, ballenas, venganzas, rescates, piratas, luchas, abordajes, rencores familiares, romances, balas de cañón, etc.
Una novela más que interesante, que se lee de un tirón y resulta muy entretenida.

martes, 26 de noviembre de 2013

Un zoo en mi equipaje

Tras leer Murciélagos dorados y palomas rosas, me quedé con las ganas de seguirle la pista al zoólogo Gerald Durrell.
La verdad es que este libro hizo que me lo pasase bomba, y tengo un fantástico recuerdo de él.
Este verano pasado regrese al autor, de la mano de La excursión. Un libro que esperaba fuese como el anterior pero que, sin embargo, se trataba de una serie de relatos de ficción que el autor escribió desde su faceta literaria, que no profesional o divulgativa. Este libro en concreto no lo llegué a reseñar pues no me parecía ni bueno, ni malo sino, simplemente, anodino, no merece la pena el gastar tiempo en hablar sobre él.

Hace poquito he vuelto de nuevo a Durrell, esta vez con Un zoo en mi equipaje, un libro en el que el autor vuelve, por sus fueros, a su vena más profesional.

Pero, de nuevo, no me he encontrado con el entusiasmo, la frescura y el desparpajo que encontré en Murciélagos dorados. No he sentido la tensión de mi cara, ni la distensión de mis preocupaciones ante cada nueva carcajada que me proporcionaban las escenas del libro.
Se trata este de un libro correcto, en el que el autor nos vuelve a mostrar algún personaje conocido de libros anteriores.
Esta obra, como el mismo título indica, al autor pretende crear su propio parque zoológico, teniendo en cuenta que no hay ninguno en muchos kilómetros a la redonda de su vivienda.
Para ello, ni corto ni perezoso, prepara un safari al Congo con la intención de cazar animales para este proyecto.
Así visto podría resultar muy interesante y, en principio, pensé que me reiría bastante, pero no fue así. La caza de animales resulta bastante normalita en la mayoría de los casos y, en muchas ocasiones, no es más que una mera compra de animales ya que, como es lógico, la pobreza reinante en la zona despierta las alarmas en cuanto alguien ofrece dinero por algo. De este modo, en cuanto Durrell informa de los motivos de visita, tiene a multitud de personas que cazan animales para él.

Como en Murciélagos dorados se vuelve a sentir el amor que Durrell siente por la naturaleza ya que en ocasiones nos encontramos pasajes descriptivos muy evocadores que nos llevan a aquellas latitudes. Son estos, los momentos en los que el autor saca a relucir su lado más personal, tanto sentimental como vocacional y nos hace disfrutar más de su narración, descontando, por supuesto, los momentos de chanza y  humor, que los hay, claro, como alguna que otra travesura por parte de los animales y, sobre todo, irónicas anécdotas burocráticas, tanto en África como en Inglaterra.
En parte, reconozco que me ha defraudado la visión que Durrell da de los animales pues, me ha dado la impresión, de que en esta ocasión, sus miras están puestas en su objetivo de conseguir un zoo y los animales no son más que meras mercaderías que pueden resultar muertos por transporte, enfermedades, u otras causas, sin demasiada importancia. Esto es lo que me ha parecido ver en esta novela pero no creo que sea así dada la pasión que desprenden sus palabras por la naturaleza

El libro se divide en varias partes que nos muestran los inicios del viaje, las anécdotas de captura de animales y la vuelta a Inglaterra, con los consiguientes problemas que se plantean a la hora de ubicar el zoo.

Resulta interesante la perspectiva del libro, que nos ofrece la visión de un zoo desde una óptica distinta a la habitual, la de los animales como mero objeto económico y "anti extinciones". Durrell nos muestra la necesidad de un zoo para estudiar a los animales, cuidarlos y conseguir educar al público en el amor y el respeto por todos los seres vivos.

En general es un libro que se deja leer muy bien y que me ha gustado lo suficiente como para lanzarme con su continuación, Tierra de Murmullos,  pero sólo porque me gusta la naturaleza que nos muestra Gerald Durrel y porque espero volver a reírme como con la primera novela que leí de él.
Leer a Durrell creo que siempre es algo interesante y muy agradable pero, si quieres empezar algo suyo, no sería este libro el que te recomendaría, de oídas creo que lo mejor es Mi familia y otros animales. Lo tengo pendiente, y caerá pronto.

lunes, 18 de noviembre de 2013

El baile de los secretos

Hace un par de años, cuando AJEC lanzó su primera petición de ayuda ante el mal momento que atravesaba la editorial y que, desgraciadamente, acabó de la peor forma posible, decidí colaborar en lo que pudiera. Así, que me hice con varios libros de golpe, entre ellos el que da título a esta reseña. Esta urgencia económica me facilitó el adquirir este libro, al que tenía ganas, un poquito más barato. En principio se trataba de un libro que narraba una historia fantástica desde la perspectiva de una partida rolera. Sumando mi pasión lectora a mi antigua pasión lúdica, que vuelvo poco a poco a redescubrir, no podía tratarse de una mala novela, a mi entender. Desde ya, digo que me he pegado una hostia estrepitosa.

La ciudad de Mandressla ha sufrido el ataque de una horda de monstruos que está sumiendo la ciudad en el caos. La única opción de salvarla la tienen en sus manos los jugadores de rol que recrean la partida.

Obviamente esta sinopsis no se parece en nada a la que reza la contraportada, pero se acerca mucho a lo que yo he visto y que realmente no sé como explicar mejor, pues no me he enterado de la misa a la media de la novela.
Lo siento, pero no he sabido encontrarle puntos positivos a esta novela. Esperaba tanto... y me ha aburrido tanto... que no puedo decir nada bueno.  Sí, ya sé que prometí no escribir más reseñas sobre libros que no me hubiesen gustado, y mucho menos escribir críticas destroyer pero, en este caso, me he sentido tan, tan decepcionado que me apetece mucho contar el porqué.

Desde el principio se observa que Jesús Cañadas es un autor que gusta de preciosismos y que prefiere una prosa en la que predomina la lírica frente a la fluidez, abusando de figuras retóricas hasta el punto de resultar excesivamente densa y barroca. A mi modo de ver, esto hace que, ya desde el principio, la narración se convierta en lenta y compleja.
Por otro lado, la conjunción del paso entre ambos mundos, el real y el lúdico, por muy real que este sea también, no está bien logrado y, en ocasiones, se confunden los personajes de uno y otro lado, al ser difícil distinguir al jugador con su correspondiente alter-ego.
Y es que la propia historia en sí es una gigantesca metáfora del desamor y el despecho. Cañadas construye, por medio del narrador de juego (que ya no recuerdo ni su nombre) un mundo completo en que cada uno de los males o pecados relacionados con el amor encuentran su versión antropológica, creando un bestiario realmente rico pero difícil de imaginar.
Así, toda la novela no es más que una historia de amor fallida llevada a un extremo surrealista y malsano en el que un personaje real busca vengarse de su ex-novia a través de personajes ficticios y de una historia inventada.
Sin embargo, estos dos mundos podemos entender que se mezclarán realmente (que cada uno lo entienda como quiera, yo no lo tengo del todo claro, para que os voy a engañar) de una forma que, como he dicho antes, no resulta bien cerrada y cuesta comprender la implicación holística de los personajes principales en el devenir de Mandressla y, a mi en particular, ha terminado por resultarme un galimatías indescifrable.

Por otro lado, tampoco he encontrado muy creíble la escenificación rolera. En ningún momento me he sentido identificado con que se tratase de una verdadera partida de rol. Ojalá me hubiese encontrado en alguna ocasión con un DJ que crease una atmósfera tan perfecta y rica y me metiese tanto en el ambiente. Cuesta en este sentido también, seguir la trama, la continua alternancia capitular entre Mandressla y el mundo real hace que pronto se pierda la noción del tiempo y resulte difícil reconocer que personaje corresponde a cada jugador.

En justicia he decir que Cañadas crea un mundo muy rico del que se podría sacar mucho partido en concepto de background para partidas reales o para una novela únicamente ambientada en el fantástico reino de Mandressla evitando experimentos metáforicos o metafísicos pero, salvo esto, nada más puedo decir que me haya gustado.

En consecuencia no puedo recomendar esta novela. Descúbrela, si quieres, por ti mismo y ya me dirás que te ha parecido.
Y de nuevo ante una crítica de este cariz, he de aclarar que está es mi opinión, de nadie más. ¡Que le voy a hacer! A mi no me ha gustado lo más mínimo.

domingo, 10 de noviembre de 2013

Guerra Mundial Z

 Hace ya 6 ó 7 años, no recuerdo, decidí comenzar a leer más novelas en inglés, por aquello de que la oferta en dicho idioma superaba con creces a la traducida, por retomar el contacto con el idioma de Shakespeare, y porque el precio era considerablemente más bajo que el de los libros en castellano. Como no tenía mucha idea de por donde empezar, pregunté a Hartree en su blog, por alguna recomendación. El me respondió que World War Z sería una buena opción, pues no sólo era sencilla de leer, sino además divertida. Pero cuando vi de lo que trataba, sinceramente, no le hice ni caso y no lo compré. Esperé, y en cuanto salió en lengua patria de la mano de Almuzara, me hice con él. Me ha acompañado en mi viaje de lector, observándome desde lo más alto de la estantería hasta este verano, en que pensé que ya era hora de dedicarle algún tiempo.

El mundo ha sufrido una nueva forma de Guerra Mundial, pero en esta ocasión, el enemigo ha sido completamente inesperado. Los muertos se levantan y atacan a todo ser viviente para comerse su carne.
La pandemia que ha asolado el planeta está prácticamente extinta, y las personas y países intentan retomar el control de sus vidas y de los estados.
Un reportero recorre el planeta entero a la caza de testimonios que nos hagan comprender todo lo que sucedió, de principio a fin.

La novela está estructurada según las fases de propagación de la epidemia, de tal modo que a medida que vamos avanzando en ellas, las entrevistas tienen que ver con personajes más relevantes en cada fase.
Tras los primeros relatos la novela me tenía enganchado. La frescura de las narraciones hacia que el fenómeno zombie se convirtiese en algo original y el hecho de leer muchos relatos cortos hace que la mente salte de un lugar a otro rápidamente y cada salto sea una nueva sorpresa.
El problema, en mi caso, a pesar de las bondades de la obra, que se los veo, y luego hablaré de ellas, es que al cabo de 100 páginas ya me encontraba aburrido de este sistema narrativo. Ya estaba cansado de saltos y de personas que hablaban de la epidemia. Al cabo de q00 páginas todo me parecía lo mismo y había ya pocas secuencias que me sorprendiesen. Estaba realmente cansado de ver zombis que salían del agua, de políticos que decían hacer lo que tenían que hacer, de médicos que atendían a pacientes y de escenas militares por muy impresionantes que fuesen algunas de ellas, como la batalla de Yonkers, por ejemplo.
Y, sinceramente, la he terminado sólo por orgullo. Ahora, apartando, el aburrimiento que me ha supuesto la novela, he de ser totalmente objetivo para indicar que la novela posee un tono narrativo realmente original, de tal modo que, en lugar de la típica narración lineal de las series zombies en las que los muertos se levantan y todos huyen de ellos para que no se coman sus cerebros, mientras se defienden como pueden, Max Brooks nos presenta múltiples puntos de vista, lo suficientemente cortos y variados como para que sea algo completamente diferente. De hecho, ahí radica la parte realmente buena de la novela, la visión de la misma no como una historia sobre zombies, sino como una reflexión sobre el efecto que produciría en la sociedad. La pandemia zombie vista como un ensayo antropológico que busca en la sociedad actual para mostrarnos una crítica de la misma, en la que se aprecian las claras diferencias entre la clase dominante y la plebe; una crítica clara hacia los medios de comunicación, capaces de manipularlo todo; crítica a la religión, que aprovecha el momento, como siempre, para renacer de sus cenizas con la buena nueva salvadora; al ejercito y su férrea jerarquía, al tiempo que, como buen americano, se siente orgulloso de esos marines que defienden las líneas fronterizas. Pero también constituye un alegato hacia la solidaridad, mostrando la unión de la raza humana en las circunstancias más difíciles y la idea de que de este modo sabremos hacerle frente a cualquier adversidad.
Max Brooks escribe bien. Sus relatos son fáciles de leer y utiliza un lenguaje cercano y sencillo, aunque quizás abusa de las siglas militares, que rápidamente se embrollan y resulta difícil recordar que es la C. H.D.R.I. y qué la M.N.J.P.K. Dado el elevado número de relatos, son muchas las escenas que parecen repetirse desde distintos puntos de vista, lo que puede llegar a aburrir un poco a algunos (un mucho a mi) y gustar a otros (como a la mayoría por lo que sé). Desde luego es una novela fácil de leer y muy rápida.
Hay escenas realmente buenas que evocan sobre todo fuertes emociones por parte de los protagonistas, pero nunca he sentido el temor que se supone acompaña a estas criaturas. Y también he de reconocer que hay escenas de auténtico disfrute, como la propia batalla de Yonkers, o los cargueros cargados de personas en el mar, así como escenarios magníficos que invitan al disfrute y al horror más personal, como en el caso del diezmo ruso.

Recientemente se ha estrenado la película, con Brad Pitt como protagonista. No la he visto, ni en principio tengo intención de hacerlo, pero entre los conocidos que la han visto, todos ellos me han confirmado que no se parece en nada a la novela y que más bien es una carrera de fondo ante zombies hiperactivos para que se luzca el guapo protagonista. No puedo opinar al respecto.

En definitiva, he oído muchas voces que alababan la novela, a mi en cambio, me ha defraudado. ¿Es una mala novela? Supongo que no, pero a mi me ha aburrido bastante. O no, porque realmente no esperaba nada mejor. No lo sé.

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