martes, 20 de diciembre de 2016

La esfera de Boltzmann

Después de un período corto de vacaciones, dos meses de obras, otro mes de preparación para oposiciones y, por que no decirlo, tras las opos, dos meses de indescriptible pereza; creo que ha llegado la hora de pasar al blog las impresiones que me han dejado algunas lecturas.
He leído bastante en los últimos meses, pero la maldita pereza no me ha dejado escribir casi nada, así que iré poco a poco contando mi opinión al respecto de algunos de los libros que me han parecido interesantes por uno u otro motivo.

El turno de la primera reseña en la segunda mitad del año (tiene gracia: la segunda mitad del año para este blog empieza el 20 de Diciembre) corresponderá a un libro que me envío el autor en formato ebook.
Se trata de la esfera de Boltzmann, escrito por David Casas. En este caso, la novela va sola, sin vino, pues la leí en el trayecto al trabajo y, como comprenderéis, leer a las 6:30 de la mañana mientras degusto una copa de vino en el metro resultaría, cuanto menos, raro.

Un grupo de científicos ha encontrado la forma de dar utilidad a la constante de Boltzmann, (constante directamente conectada con la entropía y que relación a la temperatura absoluta y la energía, formando parte fundamental de la mecánica estadística).
El proyecto científico exige demostrar las hipótesis, y para ello preparan un experimento en el que los sujetos experimentales son ellos mismos. Construyen una esfera gigante donde por acción de los valores de dicha constante, por intervalos de tiempo, toda la entropía generada desaparecerá volviendo al punto ordenado de partida.
Un periodista será el sujeto externo al grupo científico que vivirá la experiencia para dar la necesaria credibilidad a los hechos una vez el experimento llegue a su fin.

A ver, se trata de una primera novela y eso se ve a la legua.
Evidentemente, teniendo en cuenta el tipo de lector, gustará más o menos. En mi caso, pese a que el estilo literario de David no me atrae demasiado, reconozco que la novela resulta más que entretenida y se lee muy rápido.
Esta rapidez de lectura se debe a varios factores:
En primer lugar, a capítulos cortos que hacen que la acción no decaiga.
En segundo lugar, a diálogos continuos sin ningún tipo de narración, descripción e interjecciones entre ellos.
En tercer lugar, a la cortedad de la novela, evidentemente.

Como es normal la novela tiene tanto aspectos positivos como negativos que conviene comentar para aquellos que estén interesados en leerla. También es verdad que, tanto unos como otros, son totalmente subjetivos.
Esta claro que el autor se ha informado bien, aunque el conjunto del experimento y algunas situaciones en concreto chirrían un poco para el lector neófito en estos aspectos de la física, como es mi caso, pero que, en general, casan bien en el conjunto final.
Se trata de una historia muy ágil que incita a querer seguir leyendo para llegar al final, aunque es cierto que, a partir de un determinado punto (casi la mitad) la novela adolece de un exceso de fervor sexual y leemos tanto folleteo, postura del kamasutra y sexo explícito que cansa cosa mala, y no sólo porque se suceden páginas y más páginas  narrando los 3 ó 4 polvos diarios, sino por la cochina envidia que produce.
He de decir que me encuentro ante una disyuntiva con respecto a la manera de representar los diálogos que hace David. Por un lado no me gusta nada, pues son diálogos puros, sin figuras descriptivas ni muecas, gestos y demás propios de los participantes, y reconozco que me gusta más amplitud literaria. Por el otro, ese minimalismo ofrece como contrapartida una fluidez mayor, pues se lee de carrerilla y abre mucho más la imaginación al lector al tener que situar él mismo los tonos y gestos de los personajes.

Estos están bien desarrollados, teniendo en cuenta la longitud de la novela, y se puede apreciar la evolución que sufren. Bien es cierto que no es evolución como tal, ya que todos y cada uno tienen unas motivaciones e intereses iniciales que no es que cambien, sino que se van mostrando poco a poco pero, aun así, en el terreno personal resulta coherente y creíble.

El experimento se desarrolla en dos partes: una primera en que se resetea, por decirlo de alguna forma, diariamente el entorno; y una segunda en la que también lo hace la memoria de los personajes.
Como ya he dicho, algunos puntos (que no voy a revelar) resultan difíciles de creer. 
Pero a partir de la segunda parte la historia gira de un proyecto científico a una novela de sabotaje y asesinato. Es en esta segunda parte donde se producen mayor número de momentos de incredulidad pues parece como si tras los reseteos fuesen capaces de recordar determinados detalles únicamente. El autor emplea la técnica de los diarios privados para ofrecerlos la oportunidad de recordar pero, el hecho de que todo tenga que ser informatizado hace que el conjunto no fluya bien en este aspecto y resulte un poco forzado.
Pese a estos detalles la novela funciona bien aunque, de momento y sin ánimo de ofender al autor, me la tomo como novela de playa, de fácil lectura y entretenimiento, sin más pretensiones.
Os animo a leerla si os sobran un par de días libres y espero que, ahora que ha empezado, y pese al poco tiempo que su trabajo le dejará para escribir, David continúe escribiendo y mejorando novela a novela.

lunes, 27 de junio de 2016

Todo en blanco y negro

Me encanta la literatura japonesa, pero hay tanta y tanta literatura de otros países que también me interesan, que no leo toda la japonesa que me gustaría. Por eso cuando vi en la biblioteca del barrio el pequeño volumen de Takiji Kobayashi, a quien nunca había leído, y observé un poco su biografía por encima, no dudé en cogerlo para conocer el motivo que había asustado tanto a las autoridades japonesas con respecto al autor y al libro en cuestión.

Como vino, en esta ocasión os hablaré de Corucho, un vino de la zona de Cadalso de los vidrios que me regalaron por mi cumpleaños y cuya etiqueta hacía juego con la portada de Kanikosen. Ese fue el único motivo por el que lo elegí para que formase pareja literaria.

Kanikosen es un librito de apenas 150 páginas que nos describe la experiencia de los trabajadores de un pesquero-factoría en alta mar. La pesca buscada en cuestión son los grandes cangrejos del mar de Kamchatka, y el temporal en alta mar obliga a los trabajadores a enfrentarse a circunstancias extremas aunque, sinceramente, no tan extremas como a las que los somete el representante de la empresa para la que trabajan.

Kobayashi escribe realmente bien, sin ambigüedades ni cortapisas. Va directo al grano y dice lo que tiene que decir sin importar la crítica ni a quien vaya dirigida y, visto lo visto, dadas las consecuencias, con una valentía tremenda al enfrentarse al régimen nacional imperante en Japón.
Entiendo que esta narración asustase al régimen, pues intenta crear un pensamiento crítico en la población, ofreciéndoles la oportunidad de ser entes individuales y libres, algo contraproducente para la maquinaria de producción japonesa que trata a los trabajadores como meros eslabones de una cadena en aras de una producción imparable y de unos beneficios económicos para los de siempre, aunque se esconda en la virtud del orgullo nacional.

Kobayashi nos muestra al colectivo pesquero y entiendo que, lo hace extensivo al resto de la población, como un grupo de personas totalmente subyugadas por los valores nacionales y que, con la ayuda de los rusos, comienzan a entender el concepto de proletariado.
Reconozco que me ha defraudado un poco la situación de la novela. Esperaba otra cosa, no sé, la acción revolucionaria de los trabajadores contra la opresión y la acción a nivel literario que se desprendiera de estos hechos; la descarga de adrenalina y de satisfacción personal al lanzar por la borda al opresor. Pero no ha sido así.

No sé que me sorprende más: si el grado de deshumanización a que llega el representante empresarial; el grado de des-implicación o desvinculación por parte del capitán del barco; o la falta de autoestima y el grado de sometimiento al que llegan los trabajadores.
Bueno, si lo sé. Lo primero y lo segundo lo presupongo: uno es capaz de llegar a cualquier cosa por su patria-empresa, su beneficio, sus objetivos personales; el otro, está tan sometido como los demás, pues su contrato está supeditado a la empresa, pero tiene cierto poder de decisión que no ejerce por miedo. 
Realmente lo que más me sorprende es la falta de fuerza del grupo. pese a reconocer los hechos como reales, me cuesta aceptar que se llegue al nivel de sometimiento y esclavitud al que llegan los trabajadores, que sean capaces de aguantar tantas vejaciones.
Es cierto, hay un conato de rebeldía pero que se aborta rápidamente por el capataz.
Hay un momento en que se lo ve realmente asustado pero, ¿y qué? todo se diluye y vuelve a tener la sartén por el mango, una sartén ardiendo que estampa en la cabeza de cualquiera, y ve como lo rodean cientos y, en lugar de abatirlo, todos se agachan.

Me ha dejado frío. Esperaba el levantarse de los trabajadores, pues me parece insufrible lo que soportan. Vale, no es comparable, pero quizás se podría trazar un paralelismo con la situación actual: la mayoría permanecemos amodorrados en nuestro sillón a no ser que lo que está sucediendo nos toque directamente y de lleno. Bueno, y tras la distopía que estamos viviendo tras el fin de semana, cada vez lo tengo más claro, este es un libro ideal para los españoles, cuanto más nos roben mejor. Pues entonces, seguro que también aguantaríamos tanto como los pescadores del Hakku- Maru. Ya dudo de todo.

Me estoy calentando, y empiezo a dejar píldoras de pensamiento que no corresponden a este lugar y con las que mucha gente no estará de acuerdo (me la pela). Mejor voy a parar y me enfrío comentando el vino.
Corucho que, como ya he dicho, se empareja bien con la portada de Kanikosen, es un vino elaborado con cepas viejas de uva garnacha. Es un vino de las bodegas Luis Saavedra, de la D. O. Madrid. En concreto la añada que yo probé es la de 2011 y su precio es de alrededor de unos 7 euros y medio.
En copa podemos observar un color cereza madura con ribete púrpura rojizo y una capa alta y densa.
Tiene una entrada fuerte en boca, con cuerpo y carácter. Se percibe el gusto de la fruta madura (cereza, mora y ciruela negra en compota). Es un vino sedoso y ligeramente glicérico con taninos maduros pero elegantes.
Deja un regusto amargo, como a endibia o achicoria, al final. Es un vino que mejora más y más con cada copa.
No tengo claro si me gusta del todo, aunque me parece un vino complejo y muy interesante.
Os recomiendo que lo probéis aunque imagino que no será del gusto de todos.

Bueno, recordando el vino ya me he relajado, volvamos al libro.
Es cierto que hay que tener en cuenta el momento en que fue escrito. Japón era una potencia orgullosa y herida, y el comunismo comenzaba su andadura triunfante en la Unión Soviética. Entiendo que los ánimos del pueblo llano estaban exacerbados y los rusos constituían los maestros perfectos para un cambio de rumbo en la ideología del país pero, está claro, que la ideología de las masas no era, es, ni será, la de los altos estamentos.

En esta novela se capta sobre todo este aroma. La flama nacional invade el barco dogmatizando a los trabajadores en aras de una responsabilidad y orgullo patrio, mientras que estos aguantan y aguantan. La mecha se enciende pero se corta antes de llegar al explosivo.
Duro y veraz, lo sé, pero me cuesta comprender este sufrimiento (en un pueblo en teoría libre, se entiende). Por eso no me ha gustado el libro tanto como esperaba. Quizás con el tiempo,  madurándolo en mi mente...

Al menos si conseguí el objetivo que me propuse: conocer el motivo de la inquina hacia el autor. Lo entiendo perfectamente. Kobayashi suponía un peligro claro para el establishment. Su novela fue un éxito que no pudo disfrutar mucho: "presuntamente" la policía japonesa lo torturó y asesinó dos años después en 1933.
El motivo de su muerte es más que evidente e injusto y contra toda libertad de expresión, opinión y crítica. Lo hemos visto a lo largo de la historia e incluso, recientemente ¿no?


Para concluir decir que ambos son buenos: libro y vino, pero ninguno me ha convencido del todo.

jueves, 16 de junio de 2016

El monstruo que viene a verme utiliza la magia del dragón

Hacer esta reseña me ha costado más de la cuenta, pues no sabía como hacerla sin spoilers a cascoporro. De hecho sólo con la sinopsis que yo pondría ya estaría contando la novela, así que esta vez me limitaré a poner el texto de contraportada.

Siete minutos después de medianoche, Conor despierta y se encuentra un monstruo en la ventana. Pero no es el monstruo que él esperaba, el de su pesadilla, esa que tiene casi todas las noches desde que su madre empezó el tratamiento, ese sueño tenebroso de la oscuridad y el viento y los gritos...
Este monstruo es algo diferente, antiguo... y quiere lo más peligroso de todo: quiere la verdad.

Desde luego mucho más romántico y misterioso que el resumen que yo habría hecho: con apenas dos líneas habría destripado la novela a cualquier posible pretendiente. Por eso, aviso, no soy dueño de mi a partir de ahora, los spoilers me resultan incontrolables en esta novela.

Pero tranquilos... que aún queda para llegar a ella. Seguro que ya estabais dando saltos de alegría: "Hurra, este tío se ha olvidado del vino, ¡celebremoslo!" Pues no, no me he olvidado, pero quería avisar de la complicación de esta reseña antes de nada.

El vino elegido le viene al pelo pues me ha gustado casi tanto como la novela. Se trata de un vino de la D. O. Costers del Segre, en concreto Drac Magic (6€) del año 2012 y cuyo productor es el bodeguero Tomás Cuisiné.
Un vino con un grado alcohólico de 14 y elaborado a partir de un coupage de uvas tempranillo, garnacha y samsó. Una maravilla de vino.
Visualmente es muy bonito, con un color cereza granate brillante y un ribete purpúreo casi azulado que deja pasar algo de luz a su través, dando unos reflejos violetas muy bonitos y con una lágrima densa que cae lentamente.
Al probarlo (ya sabéis que no voy a describir mis percepciones olfativas) la boca se llena de fruta madura con tendencias a frutas del bosque. Es un vino muy bien equilibrado con taninos maduros y golosos que llenan la boca y la secan invitando a beber más. Un vino untuoso, con cuerpo y de postgusto largo y dulce con un final ligeramente balsámico. Resulta muy interesante y exótico.
Es un vino para experimentar y jugar. Ideal para acompañar asados por su untuosidad, pero también para arroces, pollos a la parrilla e incluso algo agridulce o ligeramente picante tipo thai. Es un vino con el que me atrevería a comer algo exótico y afrodisiaco. Recomendado 100%.

Ante una recomendación tan entusiasta, el libro tiene que ser igual de bueno, está claro. Puedo reseñar un libro bueno y un vino no tanto, pero al revés no tendría sentido; al fin y al cabo, este es un blog literario.

Un monstruo viene a verme es un libro que entra directamente por los ojos. La edición es preciosa y las ilustraciones interiores a tinta, en parte me recuerdan a la antigua técnica de soplar la gota de tinta china y ver los trazos irregulares que iba dejando sobre el papel, son una autentica maravilla.
Si a eso le sumamos una edición en formato reducido y con una tipografía bonita, cómoda y de tamaño perfecto, empiezas a leer y la historia entra por si sola, como el vino.
Antes de que te des cuenta vas por la página 100 y por la tercera copa.

Patrick Ness escribe un cuento cogido de una idea original de la escritora Siobhan Dowd, fallecida de cáncer de mama en el 2007, y consigue una historia preciosa. Previsible desde la primera página, pero preciosa.

                                                                            El estilo de Ness es mesurado, tranquilo, pero contundente y muy realista de acuerdo con la historia de fantasía que pretende contar. Parece más un hecho real que una novela. Así de bien escrita está.
De tal modo que la llegada del monstruo, siempre a las 00:07, y las tres historias que ha de contar a Conor antes de que este le cuente a su vez su propia historia no hacen sino incrementar la belleza y la madurez de la narración. Madurez que, evidentemente proviene de la inmadurez y negación de la realidad, y hasta aquí puedo leer, y quizás haya sido demasiado.
Poco a poco, o muy rápido en realidad, la historia avanza, y los personajes que aparecen (los pocos) están realmente bien construidos, y sus credibilidad es pasmosa, tanto los humanos como el monstruo, y Ness consigue que epaticemos con ellos. Con unos más que con otros, claro, pero lo consigue.
Nos encontramos ante un relato de evolución personal. El viaje de Conor a través de sus miedos ha de completarse para llegar a crecer y afrontar la realidad: la verdad que le pide el monstruo. Monstruo que será el vehículo de conocimiento y desarrollo personal para este adolescente que se deja humillar para huir de la realidad.

Como he dicho, el desenlace es evidente desde el principio y, aun así, no he podido dejar de leer. Ness crea una historia irresistible. Tal vez haya quien crea que peca de ñoña, yo no, a mi me parece perfecta. No puedo ponerle ni un solo pero.
De hecho, he de confesar que, aun teniendo claro como acabaría la novela, ha sido tal el grado de compenetración con los protagonistas, que he llorado como un niño chico.
De hecho, pretendía que lo leyese mi hijo y, finalmente, he decidido dejarlo para más adelante; ya tendrá tiempo de sufrir.

No puedo decir más, pese a que rellenaría hojas y hojas, pero seguro que la cagaría más aún de lo que ya lo he hecho.
Os animo a leerlo sin tardanza. Más ahora, que empiezan a anunciar la película.

Una novela previsible pero emocionante, intensa, fantástica y, sobre todo, conmovedora.
Drac Magic, recomendado 95%.
Un monstruo viene a verme, recomendado 120%.

sábado, 4 de junio de 2016

No hay Espadachinas sin Armas (de guerra)

Hacía mucho que no leía nada de Robert E. Howard, y como tengo 3 pequeños libritos editados hace unos años por Biblioteca del Laberinto cogiendo polvo en la estantería, decidí que ya era año de leer alguno de ellos, por aquello de no tirar el dinero gastado, más que nada.
Así que decidí empezar por Espadachines, un tomo con historias de tres grandes mujeres de la bibliografía del genial escritor texano. De las tres, tan sólo creía conocer a Sonya la Roja, pero he visto que no ha sido como esperaba.
Preparado para enfrentarme a combates sin cuartel y a una lección de espada y brujería, pensé que el nombre del vino Armas de Guerra le veía que ni pintado. Un vino con uva Mencía, de la D. O. vinos del Bierzo.

El presente volumen nos ofrece cuentos de 3 damas, supervivientes y guerreras: la francesa Agnes de Chastillon; la pirata Helen Travel; y la mercenaria Sonya la Roja.
No puedo decir otra cosa salvo que me ha sorprendido la frescura y el buen hacer narrativo de Howard. Esperaba algo menos elaborado, más al estilo del Conan apresurado y rugoso cuyos combates son universales y apasionantes pero, no. Me he encontrado con tres cuentos de un Howard medido y depurado que ofrece mucha importancia a los personajes, proporcionándoles un carisma y fuerza muy interesante.
Es cierto que se ven elementos comunes en los tres: Howard presenta a personajes mujeres menospreciadas por los hombres, como género me refiero. Mujeres que han de forjarse un camino a base de la espada; y con un fuerte carácter que hace que se equiparen a los hombres. No faltará quien pese a su nombre siga pensando que el campo de batalla no es lugar para mujeres, pero la fiereza, voluntad y dureza de carácter que arrostran estas heroínas ya se encargarán de callar a los malpensados.
Evidentemente, para aumentar el poderío, las habladurías y la exacerbación de los deseos, Howard no queda conforme con imprimirles independencia, garra y temperamento, sino que también las hace altamente atractivas -se ve que Howard tenía pasión por las pelirrojas pues todas tienen los cabellos del color del fuego- (aunque pensándolo bien, es comprensible, el cabello pelirrojo denota poderío y pasión a partes iguales; conjugado con un cuerpo de infarto, uy, uy, uy). El amor jugará algún papel en sus historias, ya se trate de una obligación, una evasión de los recuerdos, o del deseo sexual que son capaces de despertar, aunque solo en la imaginación de los hombres.

Los cuentos se desarrollan en períodos históricos reales. Ni siquiera en el caso de Sonya la roja, de quien esperaba algo tipo Conan, se sale de este género. A posteriori he descubierto que la Sonya que yo esperaba encontrar (Red Sonja) es un personaje de los cómics basado en esta Sonya de Rogatino de Howard, pero no la misma. ¡Hasta aquí mi ignorancia!
Nos encontramos ante la historia de una mujer que huye de su forzada boda, en la Francia del XIV; de una mercenaria luchando por salvar el sitio de Viena; por último, una pirata surcando las aguas del Caribe.
Me ha resultado mucho más interesante de lo que esperaba encontrarme con estos momentos históricos y poder participar en mi mente de ellos, más que si hubiera sido una simple fantasía.
Los cuentos son de un protagonismo claro por parte de las mujeres (no hace falta decirlo, ya lo sé). El segundo de ellos, el de Sonya, tarda un poco más en llegar, casi medio cuento. Tanto que ya pensaba que era un error del libro y no salía la espadachín en este cuento. X) X) X) Ha sido el que menos me ha gustado de los tres, también hay que decirlo; siendo el primero de ellos, el de Agnes de Chastillon, el que más lo ha hecho. En este caso, he de indicar también que se trata del personaje más representativo, pues su historia se divide en este volumen, en tres cuentos casi correlativos en el tiempo.

Por último, lo que he dicho al principio: No tengo claro el lugar que ocupa esta novela en el corpus del autor. No tengo, ni he tenido ganas de bucear en su bibliografía para ver en que etapa de su corta pero productiva vida lo escribió, pero me parece una obra de cierta madurez narrativa; muy bien escrito y de tiempos y tonos medidos.

He dejado para el final el vino, pues en esta ocasión no lo voy a recomendar, así no aburro y quien se lo quiera saltar puede hacerlo sin problemas, pues la reseña literaria está durmiendo ya el sueño de los justos. El vino no es malo, claro que no, pero el nombre y la uva (tengo grandes recuerdos de situaciones en los que he bebido Mencía) dicen mucho más del vino que su sabor. Me ha defraudado y, por tanto, no os lo voy a recomendar, pero aun así os contaré un poquito sobre él. Al menos que conozcáis mis impresiones.
Se trataba de Armas de guerra, añada 2014 (4,40€).
Un vino joven de uva Mencía de las Bodegas Vinos de guerra y denominación de origen Bierzo. En copa resulta bonito: granate intenso con ribete púrpura y capa alta de fondo. Al trago se percibe un sabor frutal algo insípido. Ligeramente ácido. Con la tanicidad justa y un postgusto largo con recuerdos ligeramente florales. Me ha resultado un vino bastante plano al que no he sido capaz de sacarle nada especial.
Un vino que no está mal para el día a día pero que no me ha sugerido nada especial. Un vino correcto, sin el empaque de los vinos del Bierzo. 

lunes, 16 de mayo de 2016

En el museo del perro está escondido "el Miracle"

Me encanta Jonathan Carroll. Siempre me ha encantado, desde que hace bastantes años ya, leí The bones of the moon. Desde entonces, intento leer alguna novela suya todos los años pero, las dos últimas, Los dientes de los ángeles y éste El museo del perro han bajado su nivel en mi mente. Los dientes de los ángeles me gustó, pero poco más. En El museo del perro he empezado a ver que lo que siempre consideré, y me fascinó, como sentido de la maravilla, son en realidad patrones que se repiten en muchos libros y que acaban dejando mensajes de autoayuda en clave fantástica, o eso me ha parecido esta vez.  Si es así, he tardado demasiado en darme cuenta, tal vez, por que, como he dicho nada más empezar, me encanta Carroll.
Por este motivo, y aunque el libro me ha parecido aceptable, se me ha hecho un poco cuesta arriba y he tardado más de lo que esperaba en leerlo, lo que me ha llevado a dos fines de semana en lugar de uno y, por tanto, a dos botellas de vino en lugar de una: Bora, una garnacha del Somontano; y El Miracle, una garnacha tintorera de Valencia. Como no quiero ser muy pesado, e imagino que a la mayoría de los que leen este blog, el vino se la trae al pairo, solo daré mi opinión del vino valenciano. Un libro, un vino. Si, por un casual, alguien quiere que le diga que me ha parecido el otro vino, que me lo diga y punto.

El museo del perro nos narra la historia de un famoso arquitecto al que se le encomienda la construcción de un museo en homenaje al conocido como "mejor amigo del hombre": el perro. Pero habrá de construirse en un lugar diferente al del país de origen del promotor, Saru, que se encuentra sumido en una guerra civil.

Como siempre, la escritura de Carroll resulta engañosamente fácil de leer. Las frases nos envuelven como si de una conversación en tiempo real de nuestro entorno se tratase. Con una fluidez y ligereza absolutas, parece que se escriba, y lea, sin ningún esfuerzo. Pero poco a poco vemos que se van incrementando las particularidades y los foros de interpretación.
Se trata, como casi siempre, de una historia de personajes, en la que estos dan el do de pecho por encima de la propia trama de la novela. Todos ellos resultarían sumamente interesantes si no fuera porqué, como he dicho, empiezo a observar un patrón característico en las obras de Carroll. Todos los protagonistas de sus novelas se encuentran en un estado de indefensión psicológica, están perdidos en algún punto de su vida y su futuro es indeterminado. Y siempre aparece la figura aleccionadora que los instruye y redirige espiritual, moral y personalmente, pero siempre en un ámbito religioso. Normalmente suele ser un personaje algo místico: un espíritu, fantasma, e incluso una manifestación de Dios o de la Dama de la guadaña. En esta ocasión, el personaje de Venasque me ha resultado tan conocido que no tengo claro (no recuerdo) si no sale en alguna novela anterior con el mismo nombre y cumpliendo el mismo cometido.
Por supuesto el amor es una tema que también tiene cabida en la literatura de Carroll y, ahora comprendo, que es lo más normal del mundo teniendo en cuenta la vena religiosa de sus obras. En esta ocasión el protagonista juega con el amor de dos mujeres, pudiendo perder, como es normal, a las dos.
Por cierto, la ubicación geográfica también se repite en las novelas de Carroll: debe estar enamorado de su país de acogida, pues no hay novela suya en la que Viena no tenga cabida.
Aunque bueno, eso también se podría decir de los compañeros de los libros de las reseñas de este año, siempre cumplen el cometido que espero de ellos: disfrutar el momento ideal. El archinombrado Carpe Diem, me viene a la mente en este instante. El placer del vino con un buen libro me resulta impagable.
En esta ocasión he dicho que voy a hablar del vino de la Bodega valenciana Vicente Gandía, El Miracle by Mariscal. Como en la reseña anterior, se trata de un varietal de garnacha tintorera. Concretamente  de la añada 2011 y con un precio fantástico teniendo en cuenta la calidad, 6 euritos nada más. 
Vemos un color rojo cereza con ribete color granada y una lágrima gruesa descender por la copa al agitarla. No reconozco ningún aroma al olerla, pero me gusta (sí, lo sigo intentando. Qué pasa). 
Al probarlo noto una marcada acidez, no fuerte, sino muy alegre. Taninos carnosos y un fuerte sabor a fruta negra madura, acompotada,  y notas a especias, clavo o comino tal vez. Es un vino complejo  que, teniendo en cuenta mi inexperiencia, no soy capaz de definir, pero reconozco que me gusta mucho. Sobre todo la acidez y las notas a cacao y regaliz finales que quedan en la garganta cuando se va apagando el sabor.

Pero bueno, continuemos con la novela. Es cierto que intenta ser ejemplarizante, pero resulta demasiado aleccionadora a mi modo de ver. Ante un protagonista estereotipado que cumple todos los requisitos de una personalidad antisocial (rico, arrogante, presuntuoso, mujeriego, exitoso, etc.) se nos muestra una novela plagada de mensajes encaminados hacia un personaje menos materialista, más humano, mejor persona en el sentido católico del término.
A pesar de todo resulta interesante el trasfondo de la novela: la trama de la guerra civil de Saru y el consiguiente traslado de la ubicación del museo del perro, aunque la problemática surgida por la multinacionalidad de los obreros me parece algo forzada. 
El asunto de la guerra civil se convertirá también en mensaje acerca del odio intercultural, interracial,  o de cualquier otro tipo, y la petición de paz es clara por parte de Carroll al conseguir trasladarla de su lugar de origen a la ubicación de destino del museo, pese a encontrarse en el corazón de Europa. 

Tengo claro que no me ha gustado el final de la novela. El motivo "verdadero" de la construcción del museo está hecho para concordar con esta religiosidad de la que hablo y me parece tan irreal que lo chafa todo, en mi opinión.
No puedo, sin embargo, quitar el mérito a su estilo, ni a la creación de sus personajes ni a los ambientes, tan bien recreados que nos hace sentir allí. Evidentemente todo esto también ha de ser volcado al idioma del lector, y hay que felicitar la labor de traducción de Manuel de los Reyes, que es quien en realidad consigue que la pluma de Carroll surja tan fluida en castellano.

En definitiva, es una buena novela, como todas las de Carroll, no me cabe duda, quizás en otro momento me hubiese gustado más, pero algo no ha terminado de convencerme. Tengo en la recámara El fantasma enamorado para darle un tiento más adelante, a ver que tal.
En esta ocasión he de reconocer que me ha gustado mucho más el vino que la novela, pero aun así no puedo dejar de recomendar a Jonathan

Carroll. La novela no me convence pero el autor es un imprescindible de la fantasía.
Por cierto, el vino es una gozada. Supongo que ya os lo imaginabais.

domingo, 8 de mayo de 2016

Tworki y Laya, compañeros en la locura

El libro que os comento a continuación fue una lectura de arrebato. Una lectura que ni conocía ni tenía prevista pero que, ojeando las estanterías de la biblioteca, me sorprendió su título sobre un lomo de Acantilado. El subtítulo "El manicomio" hizo que automáticamente lo cogiese para ver de que trataba. De ahí, a llevármelo a casa fue todo uno.
Con el vino de acompañamiento sucedió algo parecido. Tenía referencias de un hermano mayor, Alaya, que había sido considerado como el mejor vino de España por la app móvil Vivino, el año pasado, pero como no me apetecía gastar veintipico euros en un vino, me avine a su hermano más joven, Laya, que aquí os presento en sociedad literaria y de cuya denominación de origen era la primera vez que probaba un vino.

En ambos casos el regusto ha sido bueno, pero agridulce. En el caso de Tworki, se trata de un libro al que cuesta entrar, en el que es fácil perderse y con el que, según el tipo de lector que seas, puede que no llegues al final del camino; en el caso del vino, creo que se trata de algo más puntual, pues algo en el sabor me decía que el vino estaba un pelín picado.

Tworki, de Marek Bienczyk nos narra la historia de un contable de dicha entidad, un manicomio en Polonia, en plena guerra que llegó a estar bajo dominio nazi.
En mi caso fue muy fácil quedar atrapado. Bastó el primer párrafo para quedar enamorado de la poética prosa de Bienczyk. 
"Es del fondo de mis párpados fríos, del nacimiento mismo del río que han venido al mundo estas palabras. Sí, al principio fue la escritura, no muy bonita, las letras demasiado altas, apretadas, negándose el espacio, conteniendo el ímpetu de las frases. Uno podría decir: no se dan prisa las palabras en llegar al punto, otro: hay algo que las retiene; y todos, sin duda entre ellos yo mismo: querrían volver atrás, dar la vuelta, pero ya no pueden. Hay que darles por fin la oportunidad de llenar toda la línea, de margen a margen a pleno pulmón, ahora que ya todo ha terminado, o que ya todo da igual"
El autor utiliza un estilo tan depurado, elegante y poético que resulta musical y bellísimo para la vista, de hecho uno de los personajes habla en rima, y una de las protagonistas pone siempre el verbo al final de la frase, lo que automáticamente nos llevará a recordar al famoso Jedi verdoso de orejas puntiagudas pero, en este caso, la cosa se torna más seria, y este efecto no solo dota de poesía al conjunto sino que lo integra en el contexto geográfico narrativo.
Un contexto geográfico casi mágico pues, escondido en medio de una Polonia ocupada, con vías de tren que lo conducen a las ciudades importantes, Tworki se yergue incólume como un paraíso apartado. Como un bastión que resiste al invasor intentado salvaguardar el estilo de vida, o quizás, se trata de un ghetto al que se aparta premeditadamente para que los individuos del interior no se mezclen con los del exterior.
Individuos reconocibles por los nombres que comparten con personajes famosos. Todos ellos locos; pero locos con alma, con vida que aportan contenido, ilusión, esperanza y alegría a un mundo que, fuera de los muros que los contiene, está más loco que ellos.
Y de esta forma, no leemos una sola historia sino muchas, pues están las historias de los pacientes, las de los trabajadores, las de los amigos que visitan el manicomio y, de fondo, las del mundo tras los muros.
Un mundo exterior en una guerra cruenta que Bienczyk trata de mostrarnos soterradamente. El autor deja continuas alusiones e indirectas a lo que acontece y acontecerá afuera, dejando claro que en el interior se oculta un mundo utópico que lo diferencia del infierno tras él. Notas de autor, he de decir claramente, que no he podido disfrutar ni discernir como debiera pues no conozco en demasía la historia de Polonia, y probablemente resultará mucho más claro y triste para sus compatriotas.
Así nos encontramos con la alegría de la locura interna; con la locura alegre de la guerra de un maniaco; con un cuento de amor; con una historia de crecimiento personal y desamor; con la tristeza del amor no correspondido; con la pena arrolladora de la muerte de un ser querido. Una novela esperanzadora y muy triste a la vez, melancólica a grado sumo, pero que también ha de servir como homenaje a las víctimas de la Gran Guerra, y como advertencia para no olvidar.

Esta novela es todo eso y mucho más. Pero también es una historia difícil de leer. Una novela a la que hay que entresacar todo lo que he contado, y lo que no. Una novela compleja en la que es difícil entrar pero de la que también lo es salir.
Pese a la belleza de la prosa hubo muchos momentos que me costó seguir. En los que me era difícil concentrarme y saber que era lo que estaba leyendo, que tenía que ver eso con la página anterior. Por eso digo que resulta agridulce y me resulta muy difícil recomendarla, no por que no me haya gustado, sino por temor al "vaya truño de libro que me has recomendado, macho".

Algo parecido me ha pasado con el vino pero, como he dicho creo que se trata de algo puntual.
El vino elegido fue Laya (5€), añada 2014, de Bodegas Atalaya y D. O. Almansa. Un vino de padres con pedigrí para un libro que creo de gran altura.
Sólo con ver el porcentaje de alcohol, 14,5% ya se intuye la potencia del vino, si además le añadimos el coupage formado por las variedades de uva garnacha tintorera y monastrell, no se hable más. 
Presenta una apariencia cereza, rubí brillante, con un ribete frambuesa cristalino y una densa lágrima.
El primer trago fue potente, untuoso. Pero también fresco, con un toque balsámico y el sabor de la fruta fresca, arándanos, moras, ciruelas. Los suaves taninos dejaban la bocas sedosa, pero dulce y con un toque a cítricos que mezclado con cierto toque chispeante y ácido me dio la sensación de vino picado. Esta simple copa me chafó la impresión de la botella entera, pero fue el típico error de novato al efectuar la cata de la primera copa, pues las sucesivas copas fueron mejorando paulatinamente al oxigenarse, lo que me indica (o quiero creer, pues ya he comprado otra botella para confirmarlo) que el gusto a picado provenía de la reducción en botella del vino. Ese sabor característico a alcohol "sulfatado" del vino al permanecer mucho tiempo en una botella cerrada y no darle tiempo a coger oxígeno.
A partir de la 2ª y 3ª copa empecé a notar el toque final a cacao amargo tan característico de la garnacha tintorera. Bueno, yo creo que es característico porque en los 3 ó 4 vinos que he probado de esta variedad de uva siempre he apreciado este toque, aunque cada día estoy más convencido de que esto de los vinos es un tema con un porcentaje altísimo de subjetividad y gusto personal y, tal vez, como a mi me encanta el toque a cacao amargo, sea mi inconsciente el que me dice que está ahí, en lugar de estar de verdad.

En fin, os animo a probarlo pese a mi experiencia no tan buena. En cuanto al libro, os lo recomiendo con reservas, dadle un tiento, y a ver que pasa.

domingo, 17 de abril de 2016

Hrabal hubiese disfrutado la garnacha de Nietro

Me encanta Hrabal. Desde que leí hace un par de años Una soledad demasiado ruidosa, me encanta su forma de escribir pero, sobre todo, su forma de narrar la vida que lo rodea. Vale, luego sigo.
Por otro lado, me encanta la garnacha, ya lo he dicho un par de veces. Desde que el año pasado probé El político, de Baltasar Grazian, quedé enamorado de esta uva, ¿Qué dices? ¿Qué si con los ojos vendados sería capaz de distinguir un vino fabricado con esta uva de otro que no? Pues casi seguro, seguro que no (99,9999999%), pero me gustaría pensar que sí. 
¿Por qué digo esto? Porqué si tuviera que pensar quien soy a tenor del vino, me costaría reconocerme, dado que me molestan los postureos y falacias que existen en torno al mundo del vino. Sé lo que me gusta y punto. Del mismo modo podría decir Bohumil Hrabal, quien gustaba de beber cerveza y vino, y cuyas novelas siempre estaban impregnadas de estos dos brebajes, como por ejemplo está que os traigo y que, como no, se titula ¿Quién soy yo?

Se trata de un libro cortito que comporta dos libros en uno. Cada página se encuentra partida en dos. Una mitad superior donde se refleja el libro propiamente dicho; y una inferior en la que Hrabal incluye frases de sus obras más queridas.
¿Qué decir? Nos encontramos ante una obra fundamental para conocer al Hrabal bebedor pero lúcido, depresivo pero esperanzado. Al Hrabal personaje, que observa el mundo como ente imparcial que acumula imágenes de todo cuanto acontece ante sus ojos, y que considera que el mundo es un sinsentido que no es capaz de comprender.
Tan solo es capaz de entender aquello que no entiende, y se da cuenta de que todo lo que sabe es no saber nada y que lo único que lo define es aquello que no ha hecho y no ha dicho.
Hrabal nos sorprende con su fuerza y su pensamiento, a veces difícil de aceptar pero que, aun así, no puede sino seducirnos por la belleza con que construye sus frases.
Estamos ante un escritor que se abre ante su público. Un hombre que nos muestra una mesa repleta de botellas de vino como su Sancta Sanctorum del pensamiento. El lugar donde mejor desarrolla sus ideas.
La obra está dividida en varias partes en las que el autor, o bien diserta sobe algún tema a raíz de su afán observador, o bien se sumerge en su vida para contarnos algo más a fondo de su persona, al tiempo que lo acompaña, como no, de sus impagables impresiones. No dejará de mencionar a algún amigo o personaje importante como por ejemplo Zweig o Nietzsche. Me ha sorprendido conocer algunos detalles al respecto de su opinión hacia ellos pero, sobre todo, la opinión que le merecían sus propias novelas y como alguna de las que consideraba sus peores, son para mi las mejores.

Me gusta este libro cortito que se lee de un tirón pero que requiere una gran capacidad lectora para disfrutar cada hálito de vida que brota de la pluma de Hrabal. Un hombre sencillo, del pueblo, que se mezcla con el vulgo al tiempo que lo vemos culto, letrado y nos muestra su filosofía de la vida de una forma clara y descarnada, sin tapujos.
Es un librito cortito en extensión, pero largo, largo de verdad si se quiere dedicar el tiempo que merece. Corto en extensión como corto en sabor es el vino con que lo acompañé.
De nuevo un vino de uva garnacha, de cepas viejas de más de 80 años de antigüedad. Se trata de Nietro 2013 de la D. O. Calatayud (5,50€). 
Digo que es corto porque el sabor no perdura mucho en la boca, al contrario que el libro de Hrabal que pese a su brevedad se mantiene largo en la mente.

De nuevo con el vino: que sea corto no quiere decir que no esté rico. De hecho, lo está.
Es un vino de color granate muy vivo, con un ribete violáceo brillante que lo hace muy atractivo y una capa media de intensidad.
En cuanto al sabor, decir que se abre en la boca mostrando frescura y potencia. Se aprecia el sabor a frutas rojas maduras y se percibe un tono espaciado procedente de la edad y un toque a regaliz final en la boca. Presenta cierto carácter balsámico que refresca la garganta, aunque quizás no sea un vino para todos los públicos pues su porcentaje alcohólico (14,5%), lo hace algo potente (aunque no se aprecia el alcohol tanto como pudiera parecer teniendo en cuenta la graduación), carnoso y algo astringente al final del trago. Un vino para acompañar asados o una buena carne poco hecha o, ¿por qué no? también una buenas legumbres con carácter.

Por otro lado, y volviendo al libro. Se me olvidaba mencionar la segunda parte. En la parte inferior de cada página, nos encontramos con fragmentos de novelas que gustaban a Hrabal, como Yo que he servido al rey de Inglaterra, Bodas en casa, o Tierno Bárbaro. Fragmentos escogidos por el autor y que no hacen sino acercarnos más a su obra y abrirnos el apetito por ella, si no lo teníamos ya.

Finalmente no puedo sino recomendaros esta joyita de Bohumil Hrabal, aunque creo que no es fácil de conseguir. Yo lo cogí de la biblioteca pues creo que está descatalogado. Si podéis haceros con este LIBRO no lo dudéis, es una auténtica delicia leer a Hrabal en estado puro.
En cuanto al vino, en esta ocasión no os lo voy a recomendar. No es malo, al contrario, es bastante bueno pero quizás sea un poco fuerte para algunos paladares. Bueno, probadlo vosotros mismos y ya me diréis. Rico está, desde luego, pero...

domingo, 6 de marzo de 2016

Oso y Nunc

Desde el momento en que Impedimenta anunció la edición de Oso, me llamó la atención. Como no habría de hacerlo ante la publicidad provocadora y lasciva que parecía reflejar. Me pareció, por otro lado que, sin abrir la botella, el complemento perfecto para esta novela, debía ser un vino con cuerpo, recio, a ser posible con un pequeño paso por barrica. ¿Por qué? Porque sí, porque no hay ningún misterio especial en lo que me apetece beber cuando leo (son solo palabras para intentar justificar una elección sin más). Así que me decidí por comprar una botella de Nunc, de Bodegas Ballabriga (7€) de la D. O. Somontano, y creo que no me he equivocado en el "maridaje".

Tanto el vino como el libro se muestran frescos y ligeros al principio, para coger potencial al final y dejar un largo recuerdo, uno en la boca, y el otro en la cabeza. Por supuesto siempre es mejor el recuerdo mental, pues es más duradero y enriquecedor, pero el del vino produce un efecto relajante muy satisfactorio y evocador.
Se trata en este caso de un multivarietal de 5 uvas (Merlot, Syrah, Parraleta, Garnacha, y Moristel) con un porcentaje alcohólico moderado (13,5%) y una coloración cereza con ribete violáceo (para variar). La entrada en boca es muy fresca, con taninos suaves y una ligera acidez. El paladar queda muy aromatizado a fruta fresca, ciruela y moras. Es complejo en su sabor y ligeramente untuoso. Finalmente se aprecia un cierto matiz a tostado (probablemente por el tiempo en barrica), y con un sabor que perdura en la boca durante bastante tiempo. Un vino bastante rico para tomar con un asado, aunque un buen arroz, o una tabla de quesos también le puede venir muy bien. O si no, haced como yo y bebedlo solo (que no a solas).

En el caso de oso, la novela de Marian Engel, nos encontramos con un caso parecido. La novela fluye tranquilamente y cuando parece que el texto de contraportada no es más que un reclamo publicitario, cuando quedan 50 páginas para el final, de golpe y sopetón nos da una ostia en toda la cara.

"Su amigo subió la escalera oliendo a pescado. Dobló la lengua en vertical y se la hundió en el coño."

Engel escribe muy bien. Nos engaña con una prosa fluida y ágil, de esas que entiendes elegante pero que te crees fáciles de hacer. Nos muestra la historia de una bibliotecaria que acude a una pequeña isla canadiense para inventariar la biblioteca que una familia ha donado a la Universidad. Para ello debe permanecer durante un tiempo en dicha casa. Casa que se encuentra solitaria en una isla y que contará con un oso medio domesticado como única compañía.

Se trata de una novela con pocos personajes principales, apenas 2: Lou y Oso. Tampoco es que haya muchos secundarios: Homer, el tendero al que Lou tiene que acudir regularmente para aprovisionarse; Lucy, una anciana india que cuida del oso cuando no hay nadie en la isla; y los personajes que aparecen en los libros que lee e inventaría Lou: tanto la propia familia Cary, o famosos como Lord Byron, Trelawny o Brummell por ejemplo.
Nos encontramos con una novela tranquila que requiere una lectura pausada para ser disfrutada al máximo.
Realmente no sucede nada, salvo el tranquilo discurrir de los días en la isla, mientras Lou se va aclimatando a ella, va descubriendo nuevos libros, y se va acercando al oso.
Una tranquilidad que permitirá a la protagonista, disponer de la soledad necesaria para bucear en sus recuerdos y hacer examen de conciencia. Es por tanto una novela de corte introspectivo y, si bien es cierto que los paisajes agreste o boscosos de la isla no cobran demasiada importancia narrativa, Engel consigue que nos sintamos allí, rodeados de árboles, en una colina pedregosa y bañándonos en la orilla del rio.
Es esta soledad, supongo, la que hará que Lou se acerque de forma íntima al oso y la necesidad de atención la que producirá la reciprocidad del animal. Digo supongo porque, entre los recuerdos sexuales de Lou, el oso y Homer, no tengo claro si Lou está muy sola; es "de moral distraída"; o simplemente, goza de la libertad de cualquier ser humano para hacer lo que le venga en gana sin tener que ser enjuiciada por ello.
Lo único que me chirría un poco es la rapidez de intimación entre oso y nuestra protagonista. No rapidez en cuanto a la cronología del libro ya que, como he dicho, pasa al final, sino a la forma de narrarlo: no pasa nada y empezamos a pensar en el reclamo comercial y, de repente, ¡Zas en toda la boca! Lou está dirigiendo la cabeza del oso hacia su entrepierna.
Estas últimas 50 páginas hacen que la novela se anime mucho y cambie todo su sentido, pues nos encontramos ya ante una novela mucho más carnal y transgresora. Aunque, si tenemos en cuenta que fue escrita en el 76, una década después del movimiento Hippie, no lo sea tanto. Lo cierto es que para una sociedad, tan "mojigata" y puritana (o eso creo), como la norteamericana, tuvo que ser una patada en todo el orto, como dicen al sur de aquellas latitudes. Aunque agarra muy bien con ese movimiento  juvenil de amor libre.

"El oso no lo hizo, pero la fiebre menstrual lo volvió más diligente. Lou le tenía algo de miedo, pero ese miedo la embriagaba y atraía. Lo cogió del pelaje espeso que se le escurría entre las manos: intentó agarrarse al suelto pellejo, pero cuanto más profundizaba más profundidades encontraba, y le resbalaban las cortas uñas. Acunó en las manos los huevos grandes, peludos y asimétricos, jugó con ellos, los deslizó suavemente en el escroto mientras él la lamía. La polla no salió de su funda larga y cartilaginosa. Me da lo mismo, pensó, no pido nada. No tengo que complacer a nadie. Qué más da si no te excito, te quiero y basta."


Este es el momento en el que el corte introspectivo del libro cambia su sentido. Lou sigue recordando su pasado, pero cambia su forma de pensar, empieza a visualizar la libertad y la tranquilidad de la vida en la naturaleza , empieza hacer examen de su vida pasada y, si bien, toma al oso por su compañero ideal y lo busca insaciable, también hace un ejercicio de redención al saber que el oso la puede matar, como ella le pide en varias ocasiones.

"Oso -decía tentándolo-, sólo soy una humana. Desgárrame la fina piel con las zarpas. Soy frágil. Para ti es fácil. Escarba y arráncame el corazón, una larva bajo el tronco. Arráncame la cabeza, oso mío."

Las imágenes que nos muestra Engel, con Lou buscando la postura y el momento para ser penetrada por Oso (si lo conseguirá, o no, deberéis descubrirlo vosotros mismos) son claramente explícitos y podrían resultar obscenas para ciertas mentes menos liberales sexualmente hablando.

No obstante, se trata de una novela muy recomendable para cualquiera que guste de leer algo tranquilo, que le permita pensar y no ande buscando acción.
Es una novela, a mi modo de ver, exquisita y que recomiendo sin reservas, además, se lee fácilmente y, si lo acompañas con una copa de Nunc, echareis una tarde deliciosa.

Por cierto, lectores de 50 sombras de Grey y "cosas" así, a pesar de que los pequeños textos de la novela que he copiado os puedan atraer, absteneos,  OSO no es para vosotros.

domingo, 21 de febrero de 2016

Oscuro bosque oscuro con Cariñena

Estoy muy contento. Hoy os traigo dos Grandes por el precio de uno.
Por un lado la novela Oscuro bosque oscuro, del mexicano Jorge Volpi que, si he de ser sincero, os diré que tan solo lo cogí porque me moló su portada y porque hacía mucho tiempo que no leía nada de Salto de página (pero sobre todo, porque era muy cortito); por el otro, un vino de la D. O. Cariñena, Cutio, un vinazo ideal para disfrutar sólo o con amigos, y para divertirse con una cena de sabores atrevidos.
Teniendo en cuenta que
ya me habían hablado bien del vino, voy a comenzar hablando de la novela, de la que no sabía nada a priori. De este modo, si a alguien no le gusta el vino (Dios no lo quiera), puede saltarse la parte del final de esta entrada.

La novela de Volpi es rara, para que negarlo. Nos narra los hechos acaecidos en una pequeña aldea de Polonia, en la que un grupo de 500 obligados voluntarios, a los que se les da el nombre de Batallón 303 de la Policía de Reserva, acabó con la vida de 1800 niños judíos en el corto tiempo de 6 horas.

La historia comienza con una fábula al más puro estilo Grimm. Una fábula de todos conocida pero con un final oscuro y tétrico que nos prepara para lo que habrá de venir, al tiempo que nos deja completamente descolocados. Mi primera impresión fue levantar la cabeza del libro y decir: "¿Pero qué es esto?". No obstante el estilo narrativo de lo leído me pareció tan lírico y fluido que continué leyendo.
Y es que este estilo narrativo del que hablo es uno de los puntos, a mi modo de ver, fuertes de la novela. Volpi utiliza una prosa que no sé muy bien como definir. Es una prosa rasgada, o cortada, formando una especie de poemas átonos. No sé, una especie de prosa poetizada, de poesía a caballo entre el cuento y la música pues, en cierto modo, su lectura resulta muy musical y en algún momento te sorprendes (al menos yo) siguiendo el ritmo de la historia como si de una letra musical se tratara y poniendo ritmo en tu cabeza (de nuevo, yo).
Poco a poco se va entrando en la historia, de la mano de un panadero, un carpintero, un fabricante de juguetes, el capitán o tú mismo lector, pues Volpi juega a convertir al lector en un personaje más de la trama, a meterlo de lleno en la brigada policial y a mirarse dentro de uno mismo para ver lo que se siente, si bien s cierto, que aunque a veces lo consigue y el experimento es altamente satisfactorio, en otras ocasiones resulta importado, y no se alcanza el objetivo perseguido.

Volpi va entretejiendo la historia con diversos cuentos populares infantiles, como Hansel y Gretel, Caperucita o Garbancito, a los que ha entregado un final oscuro acorde al cuento para adultos que nos narra y que sirven como alegorías del mismo, ofreciendo situaciones metafóricas a las que cuesta entrar pero que ofrecen un conjunto realmente evocador y, en ocasiones, de desarme emocional.
Se trata sobre todo de una historia sobre la psique humana. Una obra en la que Volpi pretende bucear en los entresijos de la mente de alguien capaz de cometer tamaña atrocidad ofreciéndonos la oportunidad de convertirnos en uno de ellos, ya que si bien los personajes comienzan su andadura de forma sencilla y humilde, poco a poco va apareciendo la cara de la deshumanización hasta el punto de convertirse en asesinos de niños. No obstante, eso no quiere decir que todos disfruten de la tarea y nos recuerda sabiamente que en toda guerra, los vencedores y los vencidos se hallan entremezclados y que entre los vencedores pueden encontrarse vencidos cuyas acciones los arrojan a un abismo sin fin.
Esto me hace hablar de esos vencedores, pues en esta novela todos los protagonistas pertenecen a ese grupo, aunque casi todos terminarán siendo del otro. Es una novela de personajes reales, de gente que vive, ama y sueña, de gente que acata ordenes, gente que siente placer, sufre, obedece, siente remordimientos o alegría, y vuelve a soñar.
Resulta fácil epatar con los personajes; encariñarse, odiar o permanecer indiferentes, pues las frases de Volpi que salen de la boca de cada uno de ellos o del ser omnipresente que narra los hechos, se convierten en aforismos lapidarios que, además de la belleza estética, definen a cada uno de ellos y que nos invita a reflexionar sobre la crueldad, no sólo de este acontecimiento en cuestión, sino de los que han derivado de toda guerra, o régimen totalitario en los que personas corrientes han tenido que seguir órdenes para cumplir con un cometido que otros consideraban un deber superior. Aquellos actos que nos alejan de la inocencia, la bondad animal y nos acercan al verdadero monstruo que es el ser humano, en mi opinión.

Y siempre, siempre con el ominoso personaje de fondo en los cuentos, tanto en el adulto general como en los infantiles, el Oscuro bosque oscuro del título que puebla todas las páginas de la novela y crea un ambiente de oscuridad incontrolada. Ese oscuro bosque oscuro en el el mal se esconde y que ha ramificado como la red neuronal que alberga nuestro cerebro.

Se trata de una novela con altibajos, claro que sí, no es redonda. En ocasiones se pierde la fuerza narrativa y en otras emociona realmente pero, sin duda, es una novela altamente recomendable.

Y partiendo de la base de que leer reseñas es aburrido (sí lo reconozco) y de este anticlimax literario cortado de golpe os animo a leer la novela, pues es rápida de leer, que no fácil, bellamente escrita y, si se quiere, muy dada a la introspección.
Pero, como dije al principio de la entrada, hoy no entendería esta novela sin el maravilloso vino que acompañó su lectura. En esta ocasión si que puedo decir que el maridaje entre ambos es perfecto.
Cuando piensas en un vino de cariñena te imaginas un vino recio, de fuerte sabor y que permanece en la boca durante mucho tiempo y que amarga al final. Cutio no es nada de esto. Vale que mis gustos pasan por los sabores más fuertes a tenor de mi anosmia y, por eso, me suelo inclinar por garnachas, mencías, monastrelles y demás calaña de esta pero es que, en este caso, Cutio creo que es una delicia para cualquiera. De hecho, ha sido la primera vez desde que recuerdo mi defecto olfativo que, tras olerlo, me he quedado alucinado y les he dicho a mi mujer e hijo "No sé si huele bien o mal, NPI, pero me encanta este olor. Lo estaría oliendo toda la vida". A lo que ellos, cogiendo rápidamente la copa, me han confirmado que huele increíblemente bien, ¡Yujuuuu!
Como ya he dicho es un vino de Cariñena, barato dentro de lo que cabe (6€) siendo la añada de 2014 la que yo he probado. Con una graduación alcohólica normalita tirando a alta 14% y un intenso y brillante color picota con un ribete violáceo-rosado y una lágrima media-alta.
El sabor es fantástico, a frutas rojas maduras, frambuesa, cereza, grosella, con un toque avainillado y un equilibrio perfecto entre la acidez y la tanicidad, que deja un toque final en boca de taninos dulces que invita a seguir bebiendo más. En definitiva, es un vino equilibrado, amable, redondo para mi gusto y muy refrescante pero, sobre todo, riquísimo y divertido: ideal para iniciarse en el mundo de la garnacha. Por favor, no dejéis de probarlo, está riquísimo y, por supuesto, no os olvidéis del libro, merece la pena.

domingo, 7 de febrero de 2016

Pioneros y Novellum

 Recientemente he cambiado de biblioteca pública a la que acudir para aprovisionarme de libros que cojo por casualidad al ojear entre las estanterías. A pesar de tener una pila pendiente en casa de cerca de 150 libros, me da por acercarme mensualmente a por libros que ni me he imaginado leer y, por tanto, la pila continúa igual que siempre, o más si cabe, pues sigo comprando religiosamente cada mes. 
El caso es que me di cuenta de que la biblioteca vecina es infinitamente mejor que mi habitual, y no sólo porque se encargan de renovar el fondo mensualmente, sino porque hay personal especializado en asesorar buena literatura en lugar de recomendar únicamente literatura comercial o no recomendar nada en absoluto y simplemente hacer las veces de recepcionistas.
Me aconsejaron leer a Willa Cather, a quien hace un par de años recuerdo haber tenido en el punto de mira al haber sido editado uno de sus libros por Impedimenta, pero al final no lo hice. Pues bien, las elogiosas palabras de S., uno de los bibliotecarios, me decidieron por coger Pioneros (aunque no era el libro que me había recomendado, pero la primera impresión me pareció que sería perfecto para empezar con Cather, pues parecía corto y fácil de leer).
Lo llevé para casa y me dije: " ya que voy a leer un libro de hace la torta de años, y que hace un par de años que pensé en la Cather, me voy a abrir el vino más viejo que tenga". Y dicho y hecho; cogí un Novellum de bodegas Rejadorada (10€), de la Denominación de Origen Toro, que tenía guardado desde el 2012 y que había comprado en un viaje de fin de semana a Zamora.
Mi impresión ha sido parecida con ambos, tanto con el libro como con el vino: buenos, pero podrían mejorarse.
En el caso del libro, tal vez esperaba otra cosa; en el del vino, tal vez no le he dado la mejor guarda y ha perdido propiedades. En ambos casos... tal vez.

Como podéis ver en la foto, la sobriedad de la etiqueta del Novellum, blanca y negra, contrasta con la multicoloreada portada de Pioneros, en una edición preciosa de Alba Clásica.
Se trata de un vino con crianza, embotellado en 2008, algo que se aprecia en el color del vino. Como es normal por los meses de envejecimiento, su color es intenso, una fuerte tonalidad picota muy madura con ribetes color teja y una lágrima densa en la copa.
El aroma, eh... NPI, pero al beberlo te sientes inundado por la complejidad sápida. Unos potentes taninos que te secan la boca, pero con una perfecta acidez que te hace salivar, quizás mucho más apreciables los primeros que lo segundo debido a la vejez del vino. La boca se inunda de fruta madura en la que se aprecian sabores a cereza, ciruela, regaliz y un pequeño toque final a cacao que pesa en la boca ( incluso me recordó a la castaña asada, y aquí, he de decir, que flipo, porque probablemente se trate más de que me retrotrajo al invierno y al recuerdo de comer castañas calentitas en un atardecer frío, no a la percepción del sabor en sí, así que no me hagáis caso. Cada uno tiene sus recuerdos, ¿no? ¿Pero acaso no forman parte estos personales recuerdos de las impresiones recibidas en en cuanto a sentidos se refiere?). Desde luego no puedo decir que sea refrescante, sino maduro, y se aprecia el cuerpo del vino en la lengua, que te pide algo de acompañamiento sólido.
Tal vez no sea el mejor vino para narrarlo con Pioneros pues es bastante intenso, mientras que Pioneros en más flojo de lo que esperaba, o al menos lo es en la distancia corta pues, rebuscando bien, se ve que presenta un cuerpo con mucha fuerza pero que, en mi caso, no ha sido suficiente para convencerme por completo.
Pioneros narra la vida de una familia de emigrantes suecos en la inhóspita Nebraska de finales del XIX cuya hija mayor, Alexandra, quedará a la cabeza de familia tras la muerte del padre. Se trata de una vida dura, la de los colonos europeos llegado a Norteamérica.
Alexandra se enfrenta no sólo a la dureza del terreno sino también a la de las mentes tradicionalistas y anticuadas que consideran que el papel de la mujer es secundario, o terciario si me apuras, al del hombre. A pesar de todo, Alexandra conseguirá sacar adelante a su familia, e incluso hacer que prospere cómodamente.

Willa Cather escribe realmente bien, con ese estilo literario que hace que parezca que se trata de una literatura muy sencilla cuya complejidad resulta fácilmente observable en lo que no se cuenta.
Y es este punto, el de la elipsis narrativa, el que para algunos será el punto fuerte de la novela y a mi, en cambio, me ha parecido el débil, el que me ha decepcionado. No quiero decir que no me guste como está hecho, sino que esperaba conocer más.
La novela está estructurada en tres partes, cada una de ellas separada de la anterior por un período cercano a los cinco años. Tiempo más que suficiente para que hayan sucedido cosas importantes; cosas que se nos contarán de pasada pero, claro, nos perderemos el meollo de la cuestión ,esos años de incertidumbre, de dureza en el que la familia progreso y consiguió todos sus logros. De tal modo que se pasa de un período de total incertidumbre, con tan sólo una idea en el aire, a otro en el que la familia es ya una de las más ricas del pueblo, y pese a que todo esto se entrever y no es difícil imaginarlo, habría estado bien entrar algo más en detalle.
Sobresalen muchos detalles de la pluma de Willa Cather:
- Por un lado se aprecia su pasión por la naturaleza y el espacio geográfico, convirtiéndose este en un personaje más de la historia; el personaje omnipresente por encima de todos los demás que siempre está ahí para demostrar su dureza y que únicamente admite ser domeñado por la inteligencia creativa y biosaludable. Personaje principal y agobiante al estilo de los grandes autores americanos del siglo pasado como Faulkner o Caldwell por ejemplo.
- Por otro lado se observa su lado más humano y feminista, al mostrar las injusticias que sufren las mujeres, así como su fuerza interior y hacer de Alexandra el caballo de batalla que arrostrará consigo la suerte de una familia y que, a pesar de todo, su propia familia no se lo reconocerá. De hecho, los mejores momentos de la novela son aquellos en los que las mujeres son parte única de la escena y se sienten completamente libres para hablar y recordar tiempo pasados.

La obra entera está perfumada con el aura de dureza que les tocó vivir, pero esta narrado de forma tan sutil, y las elipsis están tan bien medidas, que parece que todo sucede solo, sin el esfuerzo de nadie.
De este modo nos encontraremos metidos en una novela de superación, tanto desde el punto de vista social, como del personal e individual y, al mismo tiempo, en la segunda parte se empieza a advertir la transformación de la historia en una oda de amor, y la tercera, en una tragedia en la que cobra vital importancia el hermano pequeño de Alexandra y que nos muestra lo ciega que está a todo lo que no sea el bien de la familia en general, olvidando lo individual pues, esta tragedia, se ve venir a años luz para los lectores que, evidentemente, lo vemos todo desde un plano omnipresente.
Así, esta superación de la que hablo a nivel individual se encuentra marcada sobre todo en la segunda parte, en la que Alexandra tendría que soportar la injusticia de tener 40 años, haber dedicado toda su vida a los demás y no recibir el menor crédito. Es esta la parte con mayor carga reivindicativa por parte de la autora, que manifiesta claramente su opinión al afirmar que las mujeres fueron una parte muy importante, si no la mayor en la colonización americana.
Es una historia de personajes bien creados y, ahora que lo pienso, que casan muy bien con el vino que he escogido. Un vino potente para una tierra dura y solaz; unos protagonistas rudos para un vino maduro que seca la boca; un vino de matices complejos pero con un buen fondo, como la protagonista de esta novela, que lucha contra viento y marea y guarda su corazón en un cofre.

A pesar de los aspectos negativos que, para mi, tiene la novela, y los positivos, que son muchos, Willa Cather nos ofrece un canto al futuro, pero sin olvidar el pasado. Un canto de esperanza, truncado hacia el final por la tristeza y el abandono pero que nos intenta mostrar que no se debe olvidar de donde venimos cada uno.
Es evidente que se trata de una novela costumbrista al uso, pero más que interesante. Realmente buena y fácil de leer pero que no me ha terminado de convencer, esperaba mucho más, pero que me deja claro que se trataba de una autora valiente, con las ideas muy claras y que me anima a leer algo más. De hecho ya tengo pensado el qué.

Añado ahora que hace un par de meses que terminé esta novela y mejora cada día más en mi mente.

martes, 12 de enero de 2016

La Bobal de Murviedro, Robert Coover, y lo mejor de los últimos diez años

Hace bastante tiempo que soy aficionado al vino, y me gusta apuntar y hacer notas de cata para intentar disfrutarlo al máximo. También es cierto que jamás podré hacerlo bien, pues soy anósmico, o mas que anósmico podríamos decir que carezco por completo de memoria olfativa, por lo que comprenderéis que, teniendo en cuenta que cerca del 30% del sabor que percibimos proviene realmente de los receptores olfativos que complementan a las papilas gustativas, nunca podré llegar,ni a ser un experto, ni a captar por completo los matices organolépticos del zumo de Baco. Pero aun así yo lo intento, y en verdad que disfruto.

Pues bien, estaba saboreando un vino de la D. O. Utiel-Requena, el DNA monovarietal de uva Bobal de Bodegas Murviedro. Y tras la parrafada anterior debéis tener claro que os voy a describir mis impresiones al respecto, ¿no? Claro que sí. 
Este vino se muestra con una coloración picota intenso, con marcados ribetes violáceos y una capa media-alta en la copa. Por cierto, intentaré no ser muy técnico en la descripción, más que nada porque si de literatura sé poco, imaginaos de vino, ¡no tengo ni puta idea!
Como decía, en boca presenta una entrada fuerte, con peso. Se aprecia una cierta densidad y untuosidad, marcada por un exceso de presencia tánica que seca la boca. Es un vino afrutado, con matices herbáceos, ligeramente alcohólico en mi opinión, y con un postgusto muy largo.
Tras apurar dos copas, lo dejé para el día siguiente, pero esta vez lo pase a un decantador, lo dejé 15 minutos en espera, y el sabor del vino cambió por completo. La aireación le sentó de maravilla y lo dotó de cierto equilibrio, o sea que perdió parte de esa fuerza tánica y ganó en sabor: más armónico en la fruta, en definitiva, mucho más rico y menos alcohólico al paladar.

Como decía para aquellos que, a estas alturas y ante tamaña chapa, no hayáis abandonado la entrada, estaba degustando la uva líquida mientras leía El hurgón mágico, de Robert Coover, a quien he descubierto recientemente y que, he de decir que me tiene gratamente sorprendido.
El hurgón mágico es un libro de cuentos. Todos ellos raros por definición, con estructuras, voces y técnicas diferentes cada uno de ellos. Se ve que Coover no quiere encasillarse en un único estilo literario y le gusta experimentar con el presente, pasado y futuro, con saltos narrativos y retruécanos estilísticos que te dejan ojiplático en cuanto te sientes perdido pero, a la vez, despliega una prosa tan exquisita y lírica que te hace gozar de lo lindo, o te sumerge en un lenguaje medio analfabeto y te plantas ante un texto en el que las comas se han esfumado.
Cuentos raros en los que, en todos ellos, crece la extrañeza del lector y que requieren de una concentración inusual, pues Coover gusta de la elipsis y de la escritura parrafal estructuralmente descolocada.
Coover nos ofrece una colección de cuentos en el que el 90% de los mismos son un ejercicio deconstructivo a escala mayor, hasta el punto de que en ocasiones sientes que se le ha ido el Norte (y a ti los 4 puntos cardinales).
Cuentos que, tras estas complicaciones técnicas esconden mensajes, conclusiones y observaciones que hay que entresacar esforzadamente de entre la maraña de giros y revueltas conceptuales.
Independientemente de esta mezcolanza metanarrativa a la que nos enfrentamos, me siento en la obligación de afirmar que Coover tiene un exquisito dominio del lenguaje y las formas, así como de un magnífico manejo de la retórica, de tal modo que, si te atrae esta premisa, independientemente de la comprensión total del texto, te sentirás ganado definitivamente.
Como digo, se trata de una lectura difícil, en mi opinión, pero que resulta una experiencia altamente positiva, y más si eres capaz de encontrar sentido a todos los cuentos (algo que yo no he logrado). Lo que tengo claro es que El hurgón mágico no será lo último que lea de él.

Pero volvamos al tema central de esta larga diatriba. Como decía más arriba: "estaba degustando un rico vino y leyendo el hurgón mágico, cuando..." me vino a la cabeza el hecho de que empecé a listar y valorar mis lecturas en el año 2005, hace exactamente 10 años y me dije "¿Porqué no hago una relación de lo que más me ha gustado en estos 10 años? y Así lo hice. Abrí el ordenador, me metí en la hoja de cálculo y buceé entre las páginas y nombres de libros acumulados durante la última década para ver aquellos que más poso me habían dejado, y me encontré con una lista de 50 títulos a los que les había otorgado una puntuación de 9 o mayor. "Demasiado", me dije. Así que lo reduje a aquellos libros con una puntuación  de 9,5 o mejor, lo que me dio un resultado de 13. Algo mucho más asequible y que me dispongo a enumerar a continuación.
Es necesario recalcar que estos 13 libros, están en esta lista porque, en el momento de su lectura, me llenaron, gustaron o impactaron por determinados motivos que tal vez hoy no lo harían, pero en su momento me parecieron lo mejor de lo mejor. Del mismo modo hay muchos otros que hoy considero imprescindibles y que me encantaron pero no fueron capaces entonces de superar la subjetiva barrera de los 9,5 en mi cabeza, y por eso no están aquí, a pesar de que hoy día, de alguno de ellos conservo mejores recuerdos que de alguno que estará en esta lista.
Sin más preámbulos (que ya van unos cuantos), vamos allá con los 13 magníficos.

La carretera, de Cormac McCarthy: El único libro en 10 años al que le he puesto un 10. Fue tal el terror que me produjo; la identificación que sentí en ese momento con el protagonista, que cerraba el libro cada pocas páginas decidiendo si continuar o no. Absolutamente maravilloso, en mi opinión.

El desierto de los tártaros, de Dino Buzzati: La novela de Buzzati me encandiló desde su soledad. La vida del teniente Drogo me pareció encantadora y triste, pero optimista, dotada de un sentido de la esperanza maravilloso. Melancólico en extremo.
Carta de una desconocida, de Stefan Zweig: De todos es sabido que me encanta Zweig. Esta novelita me parece su obra más desgarradora. Un relato impresionante y descarnado del amor imposible.  Conmovedor y desolador.

Corrección, de Thomas Bernhard: Un autor que conozco hace apenas unos meses, pero que me ha idiotizado. Corrección es una historia abusiva, en la que las frases se repiten de continuo y pareces estar siempre leyendo lo mismo pero, nada mas lejos de la realidad. Ninguna frase sobra y, poco a poco, te vas inundando de imágenes y pensamientos que conforman un cuadro fractal de tamaño descomunal que te impide parar de leer. Hipnótico e inclasificable.

Aegypto, de John Crowley: Una obra compleja que me entusiasmó por su elegante estilo, al tiempo que por una historia de búsqueda de una fantasía y unos personajes magistrales. El estilo casi onírico y los componentes filosófico-académicos y fantásticos de la novela me tuvo embelesado durante meses. Lástima que no he podido leer el resto de la tetralogía. Cautivador.

Titus Groan, de Mervyn Peake: La historia de Titus, heredero del castillo Gormenhast me pareció maravillosa. El estilo de Peake es poderoso y poético, casi barroco. Allá donde mires entre sus páginas, encontrarás algo que te asombrará. Titus Groan destaca por ser un retrato inconmensurable de un castillo extraño y sus más extraños habitantes, dotado de continuas excentricidades y recoveco tras recoveco de maravillas sin parangón. Los personajes son de los mejor retratados y especiales que me he encontrado a lo largo de los años. Ahora mismo, en mi memoria, me parece la mejor fantasía que he leído nunca (sin faltar al Señor de los anillos). Absolutamente indispensable.

Jonathan Strange y el Sr. Norrell, de Susanna Clarke: He de reconocer que leí esta novela en horario laboral, en un tiempo en que trabajaba en un almacén de lencería, y sin compañía humana. Me sobraban 5 de las 8 horas... y aproveché. Me pareció una novela exquisita, extraordinariamente escrita. Llena de fantasía y con una ambientación tan cuidada que era fácil transportarse dentro. Una obra llena de magia y fantasía, de alegrías y traiciones y llena de los hechos y personajes que deparan las Cortes de la luz y oscura faéricas, pero también de los personajes de una Inglaterra alternativa muy atractiva. Original y absorbente.

La cicatriz, de China Mieville: Una novela en la que la imaginación apabulla. El sentido de la maravilla es demoledor y, eso,  acompañado de la exquisita prosa y la opresiva oscuridad de las imágenes que nos muestra Mieville hacen de La cicatriz un indispensable en toda biblioteca. Hiperevocador y fantástico.

Tríptico de Trinidad, de Carlos Gardini: Recuerdo que la original historia narrada (épica y mitológica), unida a una prosa bellísima, casi musical, estuvo mucho tiempo en mi memoria. Tríptico de Trinidad supuso, para mi, un soplo de viento que arrastraba toda la fantasía de copia y pega que había alrededor, demostrando que se pueden hacer buenas historias que irradien fantasía sin tanta acción y sangre, y con bella prosa.

10º La música del azar, de Paul Auster: Después de mucho Auster, me metí con este librito del que no había oído nada (y hoy sé que hasta hay una película) y me quedé estupefacto. Tal vez no sea la obra más redonda de Auster, no lo sé, pero a mi me dejó embobabo. Me pareció, y me sigue pareciendo, su novela más desasosegante y opresiva. Con personajes bien creados y una trama sencilla pero muy bien hilada que me generó cita ansiedad. Espero volver a leerlo algún día, a pesar de todo lo que tengo pendiente de la megapila que amenaza con devorarme.

11º El mapa del tiempo, de Félix J. Palma: Llegué a él de la mano de un amigo que me lo dejó arguyendo que no había entendido nada. Yo flipé. Las historias entrelazadas, la rica prosa de Palma, el homenaje a Wells y el excelente y enrevesado desenlace me ganaron para siempre. Imposible de olvidar.

12º 84, Charing Cross Road, de Helene Hanff: Un librito precioso. Literatura epistolar de amor por los libros que con el paso del tiempo devienen en cariño humano. Me encantó, que mas puedo decir ¿qué soy un ñoño? delicioso y sensible.

13º La sombra del viento, de Carlos Ruiz Zafón: Si, ya lo sé, más de uno me va a mandar al carajo  y me va a decir que qué leches hace aquí una patata como esta pero, lo siento, es lo que hay. Como he dicho antes esta lista no trata de las obras de más calidad sino de aquellas que más me gustaron por el motivo que fuera y, la verdad es que, La sombra del viento me emocionó hasta el límite. Me lo bebí a toda velocidad, me enganchó de tal modo que no paré de leer en toda la noche hasta que lo terminé. Se trata de una historia cercana y muy fácil de leer, con una trama algo ñoña en ocasiones pero que recuerdo muy bien hilada y emocionante (si bien es cierto que lo leí en 2005). Tanto me gustó, que decidí no leer ninguna de las continuaciones para no quitarme el sabor de boca de esta primera parte. Creo que hice bien. Lo que tengo claro es que no pienso olvidar el Cementerio de los libros olvidados.


Bueno y hasta aquí mis mejores puntuaciones. Quedan fuera libros que me han encantado, incluso apasionado, como: Una soledad demasiado ruidosa, Príncipe de Nada, La historia de tu vida, Ubik, La afirmación, Nacidos de la bruma, El ruletista, y tantos y tantos otros pero, como dije al principio, serían demasiados y es mejor acotar por lo bajini hasta un límite razonable. Espero que me comprendáis y compartáis como preferido alguno de estos 13.

La verdad es que tras un año fuera de la onda, me siento muy contento con esta nueva entrada. Creo que voy a seguir con lo de los vinos y, tal vez, con lo de "Lo mejor de..."

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