domingo, 29 de mayo de 2011

Sukkwan Island

Decepción total. Única definición que puedo ofrecer de lo que me ha suscitado esta novela.
Tras el inmenso éxito obtenido por parte de público y crítica; tras las comparaciones con McCarthy y Hemmingway, me animé a solicitar un ejemplar a Editorial Alfabia (a quienes agradezco desde aquí su amabilidad al enviármelo), para su reseña en este recóndito rincón del ciberespacio. Esperaba más, mucho más.
Adelanto, eso sí, que en esta reseña hay algún spoiler que puede lastrar el disfrute de futuros lectores.

Tras dos matrimonios fallidos, Jim es un hombre inseguro y depresivo. Para fortalecer las relaciones con su hijo de 13 años, Roy, fruto de su primera matrimonio y a quien apenas conoces, Jim decide pasar un año con él en una isla salvaje al sur de Alaska: Sukkwan Island.
Parece que un año viviendo en tan inhóspito y solitario paraje obligarán a padre e hijo a unir esfuerzos y colaborar hombro con hombro para sobrevivir. Pero, poco a poco, la situación irá volviéndose cada vez más insostenible, hasta desembocar en el viaje unipersonal de Jim a la locura.

A la edad de 15 años, el autor recibió el mismo ofrecimiento por parte de su padre, pero éste recibió un "no" por respuesta. A los 15 días su padre se suicidó. De acuerdo con estos antecedentes autobiográficos nos encontramos con un ejercicio de exorcismo literario en el que el autor juega con el posible "What if?" al haber contestado de forma diferente a su padre e intercambia los papeles del suicidio para huir de sus fantasmas e intentar entender a su padre de una forma más íntima.

La novela se estructura en dos partes: una primera en la que los protagonistas se asientan en la isla y establecen las bases diarias para intentar sobrevivir, y que terminará con el suicidio de Roy; y una segunda que consiste en la locura (quiero verlo así) que se apodera de Jim tras la muerte de su hijo hasta el final.
Bajo mi punto de vista, la premisa de partida resulta muy interesante pero resulta fallida, pues no consigue transmitir la fuerza necesaria a pesar de la crudeza desgarradora que suponen los actos ocurridos en la novela.
Se ha comparado al autor con Cormac McCarthy y ése fue uno de los puntos que me atrajeron de la novela, pero tampoco ha llegado a convencerme. Si bien es cierto que posee un estilo parecido, sin florituras y directo, le falta la garra, la pasión y falta de escrúpulos de la literatura de McCarthy. Me ha resultado una narración muy plana y prosaica, aligerada en exceso en la que las palabras vuelan ante los ojos porque no hay nada digno de mención en la forma que me haga detenerme a saborear el texto. Un lenguaje demasiado llano ayuda a crear la apariencia de que el autor ha ido creando según le llegaban las palabras a la cabeza, sin ningún intento de modificarlas para dar un mayor sentido estético a las frases. Éstas se aceleran y, de una frase a la siguiente, pueden haber pasado días; llega un momento en que parece que el tiempo ha corrido demasiado para lo que realmente estabas leyendo.
La segunda parte presenta momentos más duros y desgarradores pero, de verdad, que no he sido capaz de entenderlo, no me ha transmitido absolutamente nada, salvo asco y una incomprensión atroz hacia la figura de Jim.

Por otro lado, los personajes tampoco han sido capaces de llenarme. Tal vez he podido compartir algo del sentimiento de Roy pero, desde luego, nunca he sido capaz de ponerme en la piel de Jim. No lo he entendido en ningún momento y finalmente me importaba bien poco cual fuese su final; en ningún momento me ha parecido interesante y me la ha "repampinflado" su muerte.
En este aspecto cabría destacar que tras el binomio protagonista surge una figura que podría ser el tercero en discordia: la isla. El paraje en sí se convierte en el tercer personaje y, desde luego, en el más logrado pues se percibe la crudeza del entorno, el aura salvaje de una tierra capaz de influir en el ánimo del más fuerte.

En fin, se puede hacer un análisis más exhaustivo y amplio de la novela pero, realmente, no me estimula el decir nada más de una historia que no me ha gustado y me ha defraudado profundamente.
En cuanto a recomendarla. A ver, no la desaconsejo pues, aunque a mi no me ha gustado, puede gustar a muchos, muchísimos, como se pude ver por el éxito obtenido, pero moralmente me resulta inaceptable recomendar algo que no me ha gustado, así que no lo haré.
Como siempre, que puedo decir, que es una opinión personal, la mía, que no pretende generar ninguna polémica, pues como se suele decir, "para gustos los colores".

martes, 24 de mayo de 2011

Sondela

La tecnología de la Tierra ha avanzado considerablemente. Los implantes de personalidad (persochips) están a la orden del día. La red global de comunicaciones ha crecido y mejorado hasta el punto de ofrecer conexiones directas por medio de implante, sin necesidad de computadoras. Pero no en todas partes es así.
Hace 20 años, el continente perdido de La Atlántida emergió a la superficie en medio del Atlántico, dando lugar a una cultura diferente y razas de leyenda. Em Esta tierra prometida no funciona la tecnología, pero si lo hace la magia.
Los antiguos dioses helenos han regresado, así como los faunos, cíclopes, centauros, y la magia; y con todo ello, una filosofía de vida diferentes y una nueva forma de explicar el mundo.
El asesinato en la isla de Madeira de un siervo de un poderoso miembro del estado atlante pondrá en marcha una investigación que hundirá sus raíces en un complicado triángulo amoroso y en un gran complot político.

¿Cómo describir lo que ha supuesto para mi la novela de Rodolfo Martínez? Francamente, se me hace bastante difícil. Ha resultado una novela muy agradable e interesante, por momentos hipnótica y con muchas virtudes pero, que en parte, esas bondades han hecho que la novela también me haya decepcionado. Vamos a ver si a lo largo de esta reseña consigo explicar lo que quiero decir.

Sondela es una novela ambiciosa. En ella, Rodolfo Martínez despliega su poderío como narrador y con un lenguaje elegante y muy vistoso, portador de un magnífico lirismo en ocasiones, nos ofrece un fantástico ejercicio estilístico, una auténtica performance literaria que brilla por su diversidad de tonos y voces. Con una original estructura que alterna los tiempos, los trasfondos y los protagonistas, nos sumerge en un continuo cambio de voz narrativa y tiempo verbal según quien sea el susodicho narrador.
Sin embargo, esta originalidad estructural se convierte en bipolar cuando resulta fácil perderse y cuesta un poco adaptarse a la misma, habiendo (en mi caso), capítulos que he comprendido poco y capítulos que me han parecido excelentes, como la primera parte, digna de las mejores novelas negras, o como el capítulo "Nacerán leyendas", que pudiera parecer una licencia de autor para saltarse algo peliagudo de sostener y que, en cambio, a mi me ha parecido un toque de efecto realmente espectacular que aviva la imaginación más portentosa de cada uno.

La caracterización de los personajes también me parece muy bien desarrollada, con personajes como Quiron o Akademos, con una personalidad fuerte y arrolladora que rápidamente nos hace epatar con ambos, aunque pudiera parecer incongruente; o con del detective Campos o la capitana Fátima, que se sitúan en altas esferas de credibilidad y nos envuelven en sus pesares; sin embargo... también aquí hay un punto negro, en la figura de Nerea, un personaje realmente importante, pues forma parte del origen de todo y, sin embargo, aparece muy desdibujada. No me cabe duda de que esa era la intención del autor y, posiblemente, el resultado sea el más satisfactorio, pero deja cierto regusto amargo.
Otro aspecto a resaltar es la ambientación. Un escenario magistral que abre muchas expectativas y está, en parte, bien desarrollado pues se disfruta del trasfondo helénico, y la mezcla con la civilización terrana con toques cyberpunk es altamente interesante y atractiva pero... geográficamente vuelve a quedar desdibujado y me ha resultado dificultoso situarme y saber donde se desarrollaba gran parte de la acción.
Me hubiera gustado poner los pies en la Atlántida o en las zonas fronterizas, las cuales podrían resultar, si cabe más interesantes.

Observo también cierto toque humanista en la novela, en la rpesencia del debate racial y la xenofobia intercontinental, así como ciertos toques filosóficos en la figura del "conócete a ti mismo" por ejemplo.
Sin embargo, como dice Admeto: "Si se me ha escapado algo tan tonto como eso, ¿Qué otras cosas se me estarán escapando? Así, por ejamplo, no he llegado a entender del todo la confrontación de las dos concepciones del funcionamiento del universo (será por mi ascendencia terrana), pero si me ha parecido una interesante reflexión con respecto a la existencia de dioses en nuestras vidas y nuestra forma de verlos.
En realidad esa es una de las mayores virtudes de esta novela y de toda la literatura de rodolfo Martínez en general, el ofrecer una diversidad de matices tal, que según la experiencia del lector se encontrarán una u otra lectura, con unos u otros elementos interesantes, pues su habilidad no sólo estriba en lo que dice y en cómo lo dice, sino que resulta mucho más importante lo que no dice y, me temo, que yo me pierdo mucho de eso que no cuenta.

Pese a estas desavenencias reconozco que es una muy buena novela, con momentos de gran brillantez y lirismo y, como dice el autor, recomiendo leerla disfrutando de la música procedente del Amarok o el Incantations de Mike Olfield, aunque yo he disfrutado mucho de ciertos pasajes, al son del Adiemus de Karl Jenkins

En definitiva, una novela muy recomendable. Entretenida y muy original, desconcertante y con múltiples lecturas. Tal vez he sido demasiado crítico, pero eso no lo hace menos cierto.

miércoles, 18 de mayo de 2011

Kinshu. Tapiz de otoño

Entre la marabunta de autores americanos y europeos que abarrotan las estanterías de las librerías van, poco a poco, apareciendo cada vez más escritores japoneses.
La cultura japonesa, en general, me resulta muy interesante por lo que siempre que puedo, intento acercarme a ella y, últimamente, gracias a la introducción de sus autores en nuestro mundo literario, empiezo a leerlos.
De momento habré leído tan sólo a 6 ó 7 autores japoneses, pero en todos ellos he conseguido encontrar algún elemento común en su estilo narrativo, tal vez sea debido a su estilo de vida, historia y tradiciones. Por ejemplo, el libro que reseño a continuación, Kinshu. Tapiz de otoño, de Teru Miyamoto me ha recordado profundamente en la profundidad de su estilo al Tokio Blues de Haruki Murakami.

En una visita al monte Zao, Aki se encuentra por azar con su ex-marido Yasuaki, de quien se separó diez años atrás debido a una situación un tanto escabrosa.
Este encuentro despertará los recuerdos adormecidos en ambos, y dará pie a una relación epistolar para esclarecer lo sucedido, dando rienda suelta a sus miedos, rencores y arrepentimientos.

La novela me ha parecido muy correcta en su ejecución. Teru Miyamoto utiliza un lenguaje muy agradable, con una técnica narrativa nada recargada pero bastante formal y elegante, y con la que consigue momentos de una gran belleza.
La pluma de Miyamoto alcanza a mostrarnos una novela de gran emotividad y tristeza, intimista al extremo pero con un esperanzador final. Sin abusar de grandes florituras consigue crear un fino velo de tristeza que nos rodea durante toda la obra y, con un sutil final de cada carta, sin contarlo todo, nos hace querer saber más.

La historia está muy bien hilada, de tal forma que la visita al Monte Zao desencadenará una serie de cartas que sirvan para aclarar la relación pasada no solo a los componentes de la misma sino al propio lector que, desde el principio, se hallará intrigado por lo sucedido hace 10 años.
Así, penetraremos en la piel de Aki, poniéndonos en su lugar y sintiendo la frustración de una mujer enamorada a quien su marido engaña ignominiosamente en menos de un año de matrimonio y, del mismo modo, entraremos sin reservas en la mente de aquel que se siente culpable por lo sucedido y pretende hacer entender a Aki, pero sobre
todo al lector, cómo el ser humano es un ser complejo, cuya vida se modela con el tiempo pero que conserva unas experiencias que lo han marcado y lo diferencian de cualquier otro. De tal modo, que el autor coquetea con la idea de causalidad, de que nuestros actos no nos competen únicamente a nosotros, sino que de la forma en la que los ejecutemos dependen los acontecimientos futuros de muchos de los que nos rodean, haciéndonos, por tanto, partícipes del destino de seres en lo que quizá no creíamos influir.

Es ésta una novela de emociones. De emociones contenidas a través de la férrea disciplina y educación oriental. Una educación que promueve la humildad, el honor, el intimismo emocional, el respeto por los mayores y las tradiciones milenarias. De tal modo que, Miyamoto, nos mostrará estos valores y costumbres del Japón, pero luchará veladamente contra ellos intentando oponerse a unas condiciones establecidas para toda la sociedad, y nos mostrará escenas abiertas de arrepentimiento y dolor, una racional apertura a los sentimientos y manifestará su condena hacia esta severa disciplina denunciando incluso actos considerados honorables en Japón, con frases como: "quitarse la vida es lo peor que puede hacer un ser humano".
Es por tanto, como he dicho, una novela de emociones, de culpa y arrepentimiento, pero también de redención y esperanza y, así, a través de la carga de culpabilidad y resignación que arrastra Yasuaki, recorreremos los entresijos de su psique llegando a entender su pasado y el influjo de esta tradición; y con la muestra de dolor, de arrepentimiento por un pasado que pudo ser de otra forma, con las descargas de rabia de la persona ofendida, de Aki, intentaremos también entenderla en lugar de sentir lástima por ella. Sus cartas, sus penas, sus esperanzas nos envolverán con un tul de algodón, como si de un bello tapiz se tratará. Un tapiz de flores de otoño.
Otro punto que me ha gustado mucho ha sido el final, así como la correspondencia empieza, acaba. De forma directa, pero con las cosas resueltas. Una vez entendido lo sucedido se abre un nuevo período de vida para los dos. Cada uno habrá ayudado al otro al contar partes de sus vidas, pues ambos han tenido o tienen sus problemas, pero ahora las cosas están más claras y cada uno sabe cual es su sitio y que debe esperar. La esperanza de un futuro mejor para ambos flota en el ambiente.

En definitiva, una novela realmente bella y emotiva, de marcado carácter intimista, como ya he dicho. Muy recomendable para aquellos que gusten de la belleza sentimental sin caer en burdos sentimentalismos romanticones.

lunes, 9 de mayo de 2011

El aliento de los dioses

La primera novela de Brandon Sanderson, Elantris, me encantó. Me pareció una auténtica maravilla que me recordó a tiempos dorados del fantástico, aquellos en los que no existían tantos clichés establecidos ni todas las novelas parecían un reflejo de otras.
Amparado en ese magnífico recuerdo compré la trilogía de Nacidos de la bruma que, a día de hoy, sigue esperando en mis estanterías a que encuentre un buen momento (que será este año con seguridad) para leerme tres libros seguidos de 800 páginas.
Con la noticia de que Sanderson sería el encargado de terminar la magna La rueda del tiempo, para mí la mejor saga fantástica de todos los tiempos, del malogrado Robert Jordan, me entraron las dudas. Dudas que ya no tengo, pues Sanderson me ha demostrado que es un buen escritor y que es un verdadero fan del ciclo de Jordan. Saga que, por cierto, en cuanto esté terminada y editada en castellano, releeré para tener la oportunidad de reseñarla en esta casa, habitada cada vez por un número mayor de fantasmas.
Ahora, tras El aliento de los dioses, Sanderson se ha reafirmado como uno de los más grandes autores del fantástico. Muy poquitos, pero muy poquitos, son capaces de sorprendernos obra tras obra y de pergeñar novelas que despierten tanto el sentido de la maravilla. Sanderson, Bakker, Sapkowski y poquitos más.
El aliento de los dioses no me ha gustado tanto como Elantris, pero Sanderson se ha convertido en un valor seguro del más alto nivel. Tras lo poco que he leído por ahora y aún a riesgo de parecer ingenuo o pretencioso, ya me pregunto: ¿Tendrá límites la imaginación de este hombre?

Hace mucho tiempo, en la Multiguerra, la casa Real de Idris quedó exiliada a las montañas, donde fundó un nuevo reino. Ahora, en la actualidad, como consecuencia del tratado firmado veinte años atrás entre el monarca de Idris, Dedelin y el Rey-Dios de Halladreen, Susebron, Vivenna, la hija mayor de Dedelin será obligada a partir a Halladreen paraser desposada con el Rey-Dios.
Para esto se ha estado preparando durante toda su vida, estudiando y aprendiendo todo lo concerniente a la corte de los dioses, pero el amor que el rey siente por su hija, y la idea de que sería una buena reina para su pueblo en caso de dificultades lo hacen cambiar de idea en el último momento y decide enviar en su lugar a Siri, la hija menor, una hija díscola e irreverente que ha dedicado toda su vida a divertirse, pues se sentía "sin importancia".
Ahora, Siri se enfrenta a un destino para el que no se siente preparada pero que descubrirá mucho más interesante de lo que esperaba y en el que jugará un importante papel.
Vivenna, por su parte, se siente traicionada y decide viajar a Halladreen para rescatar a su hermana de una amarga vida que estaba destinada a ella.

Es asombroso lo fácil que lo hace Sanderson. Una prosa sencilla y directa, sin rodeos ni preciosismos pero engañosamente agradable de leer, porque las páginas vuelan solas y cuando te das cuenta te encuentras metido en un laberinto de giros y cambios de sentido que no hacen sino aumentar el deseo de continuar leyendo. Es en esto un verdadero maestro que no permite
que demos nada por sentado y hace girar las agujas en el sentido contrario del reloj cuando todo parece ya establecido.
La novela posee además un fuerte tono humorístico y ciertas escenas satíricas son realmente divertidas.

Además de la facilidad de lectura, la novela tiene varios puntos fuertes que ha hacen muy interesante.
Por un lado tenemos el sistema mágico, por nombrarlo de alguna
manera, ya que difiere bastante del estilo de magia al que cualquier lector de fantasía está acostumbrado. Se basa en una propiedad inherente a todos: el aliento o alma. Todo el mundo tiene un aliento, pero éste puede ser vendido (nunca robado), de tal modo que el acumulo de alientos permite la apertura a elevados niveles de conciencia que otorgan la capacidad de aumentar los sentidos, alargar la vida o animar objetos o seres ya fallecidos, entre otros efectos. Tal vez, el punto culminante de los alientos sea aquél que hace revivir a una persona para volver en la forma de un Dios, los llamados Retornados, y que deben consumir un aliento al mes para continuar "vivos". El sistema es muy original e interesante, aunque es cierto que se le podría haber sacado un mayor partido, algo que tal vez Sanderson logre en la próxima novela que según he leído piensa escribir sobre este mundo.

En segundo lugar, la ambientación. Un trasfondo fantástico encerrado por completo en un escenario urbano hace que las distancias geográficas desaparezcan y los hechos nos parezcan más cercanos y fáciles de asimilar. La recreación de Halladreen y sus diferentes barriadas está muy bien lograda y se hace fácil perderse entre sus calles.

Los personajes son otro de los aspectos destacables de la novela. A través de la misma iremos viendo el cambio operado en la mayoría de ellos, de tal forma que, a falta de grandes descripciones y momentos estelares de gran brillantez, Sanderson consigue crear personajes muy creíbles y de gran vitalidad, tanto en Vivenna, que observaremos como cambia poco a poco su mentalidad para comprobar que todo lo que ha aprendido en Idris no tiene por que ser dogma para todos; Siri, que irá cobrando importancia poco a poco y se irá convirtiendo en una mujer capaz de gobernar; Sondeluz, el dios que no entiende por qué es un dios y que buscará el sentido del retorno; Vasher, que esconde un extraño pasado; Denth, con su socarronería y simpatía, pero lleno de astucia, manipulación y ferocidad; por supuesto, Sangre nocturna, creada para combatir el mal pero ¿qué es el mal?; y como no, Susebron, el Rey-Dios, un niño dentro del cuerpo de un hombre, que despertará a la realidad de su reclusión y a la madurez, de la mano de Siri.

Como buen mormón, la religión es también un tema recurrente en las novelas de Sanderson, a mi juicio no a modo de crítica sino en forma de difuminadas perlas filosóficas que nos hagan pensar en la misma y en nosotros mismos, en ocasiones en forma de moralina, bien integrada en el contexto, pero que no dejan de ser juicios aleccionadores. Así, nos encontraremos con dos culturas enfrentadas y en las creencias que cada una tiene de la otra, cómo lo que para uno representa tortura y sumisión, para otros es un orgullo por ejemplo; nos invitará a reflexionar sobre las primeras impresiones y nuestra forma de enjuiciar a las personas por ellas; del mismo modo, de la mano de Sondeluz, autocalificado "el más inútil de los dioses" nos encontraremos con una visión cuasi-ontológica de la religión establecida para recapacitar en el verdadero sentido de la misma, al tiempo que nos la mostrará en su forma más intimista y personal haciéndonos pensar quien es un, o el, verdadero Dios para cada cual.

Es de recibo felicitar a Rafael Marín por la estupenda traducción realizada y a Ediciones B por una bonita y cuidada edición (con la excepción de que, para mi gusto, hay bastantes errores de corrección que a veces entorpecen la lectura de las frases).

En definitiva, es una muy buena novela pero, he de reconocer, que me ha gustado menos que Elantris. Tal vez en general me ha parecido algo más lenta en su desarrollo y menos estimulante que la anterior pero, aún así, es una formidable novela de 700 páginas que se devora, y cuya lectura resulta muy gratificante.
Es altamente recomendable y no me importaría recorrer las calles de sus páginas alguna que otra vez.

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