No me habría enterado de la aparición de este libro (entonces) si no hubiera sido por que el propio escritor me preguntó través de Facebook si estaría interesado en comentarlo.
No lo dudé, pues a pesar de que estaba muy liado laboralmente, el anterior libro que había leído de Pedro Santamaría, El Águila y la Lambda, me había gustado mucho.
Lo recibí 2 ó 3 días más tarde y, como punto de partida, debo decir que me gustó la edición. Como todo lo que saca al mercado la editorial Pamies, el libro llamaba la atención por su cuidada edición; con un aspecto sólido y que apetece tocar, una tipografía agradable y, como siempre, una portada que atrae a primera vista.
No obstante y, a pesar de esto, he de decir que el libro no me ha gustado tanto como esperaba. Es una buena novela, no cabe duda, pero hay cierto aspecto que me ha escamado un poco por cansancio, y ha hecho que la novela me defraude en cierto sentido.
Año 572 D. C. El rey visigodo Leovigildo acaba de conquistar Córdoba, y con ella prácticamente todo el territorio íbero está bajo su mandato. Tan sólo los reinos del norte se le resisten.
Tras el infructuoso intento de someter a los cántabros por la vía de la negociación política, no le queda más remedio que declarar la guerra.
Los cántabros se refugian en Peña Amaya, enclave hasta ahora inexpugnable, para resistir.
Peña Amaya narra la lucha de los últimos cántabros libres, contra el invasor y contra sí mismos.
La escritura de Pedro Santamaría resulta, como ya lo fuera en El Águila y la Lambda, muy atractiva. De sencilla lectura pero con la agradable elegancia estilística de un vocabulario cuidado pero alejado de barroquismos. En este sentido Peña Amaya es una lectura realmente amena y que se lee fácil y rápidamente.
La novela está narrada en tres registros diferentes: uno de ellos tan sólo durará unos capítulos, los primeros, en los que uno de los protagonistas, Tomás, contará un poco lo que lo ha llevado a Amaya. El resto de la narración está dividido entre los capítulos en tercera persona, que parecen situarse del bando de los cántabros, pues la mayor parte de las narraciones se centran en ellos; y los capítulos del bando visigodo, narrados por un escriba a modo de crónica. Por este motivo, son capítulos de menor extensión aunque realmente interesantes.
Santamaría ha creado una novela de personajes en la que se aprecia claramente que el leitmotiv es el coraje y el orgullo de un pueblo a colonizar, contra la codicia y, también el orgullo, del pueblo invasor. La lucha entre dos fieros rivales que tratan de no perderse; uno siendo absorbido por el extranjero y perdiendo así su futuro; y otro, que trata de continuar adelante para demostrar su fuerza y unificar toda la península bajo su ley, que dice traerá paz y prosperidad.
Pero es también una novela de identidades y, e aquí la parte que no me ha gustado, aquella de la que ya estoy hastiado, pues se repite en multitud de novelas. Los cántabros deben luchar contra el cambio. El cristianismo, de la mano de Tomás y Emiliano (San Millán) han llegado a la península, a Peña Amaya, para quedarse, y nada podrá remediarlo. No dudo de la veracidad histórica de las palabras de San Millán, ni de las argucias cristianas para que con su mentirosa verdad y su escondida pero vengativa paz, consigan fieles, pero novela tras novela (la Tabla Redonda, el mundo celta, las sagas vikingas, etc.) siempre encontramos estas hechuras que nos predisponen contra el cristianismo, lo cual al principio está muy bien, pero ya me acaba cansando, sinceramente.
Sin embargo, me parece muy interesante el enfrentamiento entre cristianismo y arrianismo. Es un aspecto poco tratado en la literatura de ficción y resulta muy aleccionador el observar como los propios cristianos convertidos muestran tanta inquina contra el hereje arriano representado por los visigodos.
Sin embargo, me parece muy interesante el enfrentamiento entre cristianismo y arrianismo. Es un aspecto poco tratado en la literatura de ficción y resulta muy aleccionador el observar como los propios cristianos convertidos muestran tanta inquina contra el hereje arriano representado por los visigodos.
Otro aspecto importante de la novela es el enclave que la da título. Un bastión que se yergue inexpugnable y, como suele suceder, no cae sino por la traición interna. No se trata de un lugar descrito a conciencia para conseguir que lo conozcamos al dedillo, sino que Santamaría lo presenta sutil pero firmemente. Se busca otra emoción. Peña Amaya se alza imponente y te hace sentir protegido y orgulloso de defender.
Es de destacar la gran labor de documentación llevada a cabo por Santamaría, de la que se aprenden bastantes cosas pues, tal vez me equivoque, no lo sé, pero no creo que haya mucha literatura acerca de este período histórico.
Realmente he sentido la arrogancia y la fuerza de Leovigildo; sus ansias de poder, pero también de paz. Con Necón he disfrutado de la raza de un pueblo que quiere mantener su identidad a toda costa. En este sentido, la novela me ha parecido que cumple con creces lo que promete y es capaz de transportarte a la época y lugar.
Como puntos negativos destacaría un par de ellos: el primero ya lo he comentado: el enervante y manido enfrentamiento cristianismo-paganismo. El segundo, el tema de la traición cántabra. A mi modo de ver, resulta fácil adivinar la identidad del traidor desde muy temprano.
Pese a esto, recomiendo la novela a aquellos que quieran acercarse a este período histórico y que busquen un hecho concreto, no un marco ampliado y más generalista y que, a su vez, quieran disfrutar de una pluma amena y sencilla, alejada de la multitud de referencias históricas que acompañan a este tipo de novelas.
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