El ladrón cuántico. La premisa de una cárcel que encierra a criminales junto a múltiples variaciones de sus personalidades me llamaba poderosamente la atención, y no tardé en solicitarla a Alamut pero, la verdad es que, cada día estoy más convencido de que el hard no es lo mío. Mis conocimientos de física son limitados y de una física avanzada como la desarrollada en El ladrón cuántico, más aún, y así es difícil disfrutar totalmente de una novela. A pesar de eso, creo que la novela no acaba de encajar del todo y Rajaniemi expresa más ideas de las que desarrolla.
Jean le Flambeau es un ladrón condenado en la cárcel modelo de La Sobornost. Pero no es cualquiera, es un ladrón legendario que ha llegado a convertir el robo en un arte supremo. En esta prisión se ve enfrentado a múltiples personificaciones de si mismo en aras de recuperarse para la sociedad, y para ello debe resolver los jegos que se le plantean. Hasta un día, Mieli, la capitana de la nave Perhonen, llegará para hacerle una proposición que no podrá rechazar. Para conseguir el objetivo deberá recuperar los trocitos de su personalidad que, a modo de enigma, escondió en La Oubliette, una ciudad móvil.
¿Qué puedo decir? He quedado totalmente decepcionado con esta novela, pero no por ella misma, sino por mi. Con ella he comprendido definitivamente que soy incapaz de enfrentarme a novelas que requieran conocimientos físicos o matemáticos de tan alto nivel. Pero bueno, también es cierto que no todo, todo, es culpa mía. A mi entender existen ciertos factores que me han ayudado notablemente para llegar a esta conclusión.
En primer lugar, se trata de una novela muy exigente con el lector. No sólo requiere la atención continua de él para no perderse, sino que Rajaniemi narra la novela pretendiendo la inteligencia del lector, y va introduciendo los elementos endémicos de este mundo como si fuesen algo conocido por todos, de tal modo que la contextualidad será lo que nos ofrezca el entendimiento o, como me ha sucedido a mi, en muchas ocasiones se volverá a releer los párrafos ante la perplejidad de nuestra/mi cara por que me he perdido por completo. Cierto es que la mayoría de las veces se consigue, pero a menor entrenamiento, mayor cantidad de relecturas.
Por otro lado, Rajaniemi gusta de la rapidez y si al dinamismo de su escritura le sumamos la vistosidad de las escenas, junto con la tecnojerga inherente al hard, se consigue unas imágenes cargadas de luz y sonido visualmente espectaculares pero que nos ayudan a perdernos más aún.
La trama resulta muy atractiva pero el sistema utilizado por el autor se asemeja a un juego de Matriuskas, pero con cada nueva muñeca que destapas estás un poco más perdido, en lugar de más cerca de la solución.
Por otro lado, Rajaniemi nos ofrece una especie de homenaje a los grandes del misterio detectives, pues le Flambeau no parece sino un trasunto del Lupin de LeBlanc, y cierto joven detective, un remedo del Holmes de Doyle.
He de decir que el tratamiento, casi metafísico, del tiempo que nos plantea el autor me ha resultado muy interesante y me ha hecho reflexionar en ciertos momentos, algo que con una lectura más pausada y, quizás con mayores entendederas por mi parte me hubiese hecho disfrutar mucho más la lectura.
Por otro lado, Rajaniemi nos ofrece varias historias dentro de la trama principal, algunas centradas en casos policiales a resolver por el detective, y otras a modo de flashbacks de experiencias anteriores de Jean que, en mi caso, me han terminado de descolocar por completo.
En definitiva, sin duda se trata de una buena novela, pero que requiere una paciencia y atención que yo no he sido capaz de alcanzar y, por tanto, no puedo decir que me haya gustado.
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