
Sólo necesité cinco páginas para enterrar todas mis dudas y sumergirme de lleno en el éxtasis de una lectura fascinante cuya impresión paso a contaros a continuación.
El joven Arkady Tsepesh regresa a su Transilvania natal ante el requerimiento de su padre, pues está gravemente enfermo. Tras los años pasados en Londres su vida ha ido cobrando forma y ha comenzado a formar una familia, por lo que vuelve acompañado de su mujer, Mary, en estado de buena esperanza. El recibimiento en el castillo de la familia será más bien, frío, pues su padre ha fallecido antes de su llegada. Ante este suceso, como está escrito, debe tomar las riendas del castillo y administrar las tierras y riquezas de su amado tío abuelo, el príncipe Vlad. En muy poco tiempo verá que Vlad no es tan perfecto como parece, diversos detalles que recuerda de su infancia comenzarán a cobrar sentido y recobrará muchos recuerdos olvidados.

Con esta novela, Jeanne Kalogridis ha conseguido, a mi juicio, dos importantes logros: por un lado ha vuelto a encender la llama de un subgenero cuyo fulgor, en su vertiente más clásica, estaba casi extinto (a pesar de la sobrecarga vampírica existente); por otro, no solo no ha depreciado la figura de Drácula, sino que con esta primera parte ha conseguido hacerla más interesante si cabe. Habrá que esperar a la finalización de la trilogía para ver si la evolución completa del personaje es correcta.
La novela está estructurada en capítulos divididos a su vez en las entradas de tres diarios, los de: Arkady Tsepesh; su hermana, Zsuzsanna Tsepesh; y su mujer, Mary Windham Tsepesh. A cual de ellos más interesante, ya que las motivaciones y sentimientos plasmados en cada uno de ellos estaría muy, muy distanciados entre sí, si los reflejásemos sobre una escala moral o sentimental.
Este esquema narrativo, junto con el enclave ambiental, hace que los actores de la obra sean realmente pocos: los tres propietarios-redactores de los diarios; el foco de atención central de la novela (Vlad); y varios personajes secundarios. Pero todos, en general, están muy bien definidos y son capaces de transportarnos sus miedos, dudas y ansias.
La evolución psicológica de los tres personajes principales a lo largo de la novela es notoria, dotándolos de mucha credibilidad, pero omitiré una mayor explicación de estas particularidades (como me gustaría hacer), pues están muy ligadas a sus sentimientos y vivencias respecto a Vlad y sería muy fácil levantar varios indeseados spoilers.
Utilizando un soberbio estilo, que en ocasiones me ha costado diferenciar del de Stoker, Kalogridis ha sabido dar el toque añejo necesario para arrastrarnos a los Cárpatos. La prosa empleada es realmente bella y el lenguaje culto y arcaico de los diarios convierte en un deleite su lectura. Realmente me he sentido transportado al desfiladero de Borgo y me he visto atacado por oscuros lobos, a bordo de una calesa tirada por un hombre cuya mirada hace que se me pongan los pelos como escarpias.
Jeanne Kalogridis amalgama en esta novela los dones de Bram Stoker y la mejor Anne Rice. Se atreve con la prosa y ambientación de uno y la sensualidad de la otra, y consigue escenas realmente tórridas, capaz de helarte la piel por fuera y de bombear fuego por dentro.
Todo ello, aderezado con el goticismo propio de la ambientación y el folklore popular la convierte en una excepcional novela de la que no voy a revelar más aunque me muerda la lengua y me envenene. Si alguien quiere saber algo más que lo pida.
Con respecto a esto, es de todo punto justo, reconocer también el mérito de la traductora, Ester Mendía, cuyo presente trabajo roza la excelencia.
Como pegas, podría decir que todo lo que va sucediendo es bastante previsible y en pocas ocasiones consigue sorprender lo que va sucediendo, y quizás, que en determinados momentos, se hace difícil creer que se sea capaz de escribir en un diario de forma tan educada y correcta cuando se está sometido a tanta tensión, pero ambas indicaciones son meros detalles que no ensombrecen, en lo más mínimo el gran sabor que dejan Los diarios de la familia Drácula.

La novela termina de tal modo que parece indicar que la segunda parte, Children of the Vampire, no será tan tranquila como esta primera y nos hace esperar una dosis de acción trepidante, por lo que ya ardo en deseos de tenerla en mis manos (a ver si la Factoría se da prisita en publicarla).
La edición de la factoría está bien cuidada, lo que es de agradecer, aunque reconozco que me hubiese gustado más una portada mate en vez de con acabado brillante.
Si con la segunda parte, La Factoría continúa en su buena línea editorial y la traductora continúa en las mismas cotas de calidad, no me cabe la menor duda de que el resultado será inmejorable.