martes, 7 de febrero de 2012

El jardín de la memoria

Tras leer El adepto de la reina, Yaxtor Brandan se convirtió en uno de mis personajes preferidos, y tuve claro que no me quería perder el resto de entregas que pudieran surgir de este personaje, pues me lo pasé realmente bien. Así, tras leer esta segunda parte, El jardín de la memoria, me reafirmo en mi idea y descubro a un Yaxtor nuevo, más humano pero igual de carismático, que me ha atraído más si cabe.

En esta ocasión, con motivo de la coronación del nuevo emperador del continente oriental, Honoi, Yaxtor formará parte del grupo de escolta de la reina de Alboné.
Pero un complot con ramificaciones a nivel internacional estará a punto de acabar con la sucesión del reino y Yaxtor, junto a dos capitanas de la guardia serán los encargados de evitarlo, para ello, deberán realizar un viaje a través de las islas al Jardín de la memoria, lugar donde se guardan las memorias de los anteriores emperadores.
Pero el continente es diferente en todos los aspectos y Yaxtor deberá no sólo recordar su pasado sino descubrirse más a sí mismo.

Rodolfo Martínez logra, en mi opinión, una novela redonda en la que se aleja del industrializado mundo de El adepto de la reina para pasear por terrenos más misteriosos en los que el perfume del conocimiento y las costumbres ancestrales campan a sus anchas.
Es éste uno de los aspectos fuerte de la novela pues el autor nos sumerge en un mundo claramente influenciado por el Japón feudal en que se percibe la tradición así como los valores y costumbres del pueblo japonés, dando una especial importancia a la educación, responsabilidad, disciplina y hospitalidad, sin olvidar ese poso de honda sabiduría que rodea a lo oriental, aunque es cierto que todo esto será percibido a través de una clase culta y noble pues nuestro protagonista no entablará contacto en ningún momento con el pueblo llano.

El jardín de la memoria es una novela diametralmente opuesta a El adepto. Por un lado nos encontraremos en un continente completamente diferente al que vimos en la anterior entrega, lo que denota la importante labor de documentación y preparación del mundo en la que se ha embarcado Rodolfo Martínez. Al tiempo de que, con la boda entre los Jefes de estado de los dos continentes, sienta las bases para la consecución de tramas más complejas y ambiciosas.
Por otro lado, aunque intrincado con el grado de misticismo y filosofía oriental, se cambia la perspectiva pseudo-tecnológica de los mensajeros por una más pseudo-mágica con los hermanitos, al tiempo que algo más humana en el uso que se hace de los carneútiles en el sentido de que su "uso" queda por completo imbricada en la vida de su amo, algo que nos aporta un nuevo punto de vista para la reflexión ética al dicho uso, tanto en El jardín, como en El adepto.
Me parece importante la evolución, no desde un punto de vista evolutivo, sino de ampliación de características que hace Martínez del sistema mágico-tecnológico y el buen uso que supone para la escenografía el misticismo que aporta el enlace total entre el fruto del Bosqueoscuro y el humano.

Otro aspecto siempre importante en las novelas de Martínez son los personajes. En esta ocasión también observaremos cambios con respecto a El adepto: Qérlex y Orston están más centrados en su nuevo trabajo, aunque se observa la añoranza que Qérlex siente por su antiguo puesto; la Reina ha crecido notablemente, no tanto en edad como en sapiencia, y ya acarrea con solvencia la experiencia de sobradas generaciones anteriores. Pero el que sufrirá un mayor cambio no podía ser otro más que Yaxtor. En esta ocasión nuestro héroe tendrá que lidiar con dos hembras que le plantarán cara y que no se dejarán amilanar por su chulería. Dos mujeres que, en momentos, se convertirán en sus iguales y en alguna ocasión incluso lo superarán, lo que hace de Yaxtor un personaje mucho menos maquinal. Esta vez, Yaxtor sacará a relucir sus defectos más humanos en la forma de potentes celos, envidias y rencores que lo alejan de la empatía que despierta su pasado, al menos conmigo, pero lo hacen más creíble.
Son, por tanto, también muy importantes para la narración estas dos mujeres Dasaraki Itasu y Renyokiru Mizuni, que aportarán un grado importante de carisma y acción a la trama, sin olvidar, por supuesto, al nuevo emperador y al Toga Toshune, a Fléiter Praghem, a Arstin Penjandel o a Usaraki Arasune, ofreciéndonos estos dos últimos un arco argumental bastante interesante.

También nos encontramos con cierto cambio de temática. Esta novela se encuadra más en el canon más típico de fantasía en la que un héroe ha de hacer un viaje para encontrar algún importante objeto y en su camino tendrá que luchar con bestias feroces apoyado de su arma y de magia pero, conociendo al autor, todos sabemos que no puede ser tan sencillo como estoy, y Martínez fusiona los estilos al no abandonar el género de espías y encuadrarlo todo en un marco de conspiración que vuele a amenazar la paz mundial, pero esta vez a cargo de un nuevo enemigo que, como en el caso de los Espectros de El adepto, será un peligroso enemigo para el futuro.

Como siempre, el estilo ágil y directo del autor, sin excesivas florituras salvo cuando son necesarias y con una elegante carga de humor, nos guía sin pausa a través de una aventura en la que la acción no decae en ningún momento y que sabe a poco.

En definitiva, una novela diferente a la anterior, muy refrescante, y que me ha gustado tanto más que aquella y que no me hace sino salivar ante las ganas de hincarle el diente a la siguiente parte de la saga.

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