

En fin, no suelo leer mucho relato, craso error, lo reconozco, pero había leído varias buenas críticas sobre Cesar Mallorquí, así que me embarqué en la lectura del Círculo de Jericó. He de reconocer que esperaba mucho más, pero aún así ha sido un gran aperitivo que me sitúa en la senda de alguna novela más extensa y ambiciosa de Mallorquí.
Un escritor y su familia, durante una excursión por Gerona, deciden visitar el cono volcánico de Santa Margarita. Allí los sorprenderá una tormenta y se guarecerán de ella en una cabaña abandonada, donde conocerán a un variopinto grupo de personajes que han corrido la misma suerte que los y dicen pertenecer a un club llamado “Círculo de Jericó” cuya misión es la de contar historias sobre situaciones perniciosas que podrían ocurrir de tal modo que, siguiendo el famoso dicho de los deseos personales, “si lo cuentas no se cumple”, puedan evitar el peligro que supondría para la realidad la constatación fáctica de dicha historia.De esta forma este hilo conductor une a modo de fix-up diversos cuentos que poco o nada tienen que ver entre si y que salen de la boca de cada uno de los integrantes del misterioso Círculo.
Cesar Mallorquí emplea una técnica narrativa muy efectiva. Sin emplear un lenguaje ampuloso ni rebuscado (de hay la frase del principio de que esperaba más) consigue dar los golpes d efecto necesarios para que las historias enganchen y resulten facilmente imaginables. El buen ritmo predominante durante toda la obra y el evidente talento como narrador de Mallorquí hacen de esta recopilación una obra muy amena e interesante.
La muestra que nos ofrece Mallorquí es muy ecléctica en su contenido y aunque, en conjunto, es merecedora de un notable, es cierto que presenta serios altibajos, con cotas muy altas, como en el caso de “El rebaño” o “La casa del Doctor Pétalo” que me han parecido auténticas obras de orfebrería, pero también muy bajas, como en el caso de “El hombre dormido” o “El mensaje perdido”, con el que el autor se adentra en una doble línea temporal pero pareja que, como elemento experimental es interesante, pero no ha acabado de convencerme.
Lo que sí es cierto es que consigue hacernos reflexionar en todos y cada uno de ellos, pues toca puntos tan dispares y afines al ser humano como la ambición por el poder, el deseo de superioridad, la realidad escondida tras lo percibido, la soledad, el miedo a la soledad; o tan literarios como los contactos extraterrestes, la venta del alma, la superioridad de las máquinas o las puertas dimensionales.
Primera incursión de Jerónimo Tristante en este género. No está mal. No es que sea una gran obra, pero es una novela agradable y amena que se lee con soltura y rapidez. Tristante emplea un lenguaje llano pero muy eficaz que nos hace avanzar por la novela sin perder comba y moviéndonos por dos casos que resultan muy interesantes, uno con tintes de misterio sobrenatural y otro de menor estofa, pero más sentado en el suelo, y del que sólo cuenta con un par de pistas. En ambos casos el subinspector Ros descubrirá que se remontan a muchos años atrás. Ambos casos, como digo, son interesantes, pero resultan muy previsibles.
De este modo, el Inspector Ros es una suerte españolizada de Sherlock Holmes, con su Watson particular en la figura del inspector Don Alfredo Blazquez, y que realmente ofrece mucho más de lo que da, pues a pesar de presentarse con un inicio brillante, con varias deducciones que nos sitúan en la senda de una investigación al estilo del célebre detective de Baker Street, poco a poco se va apagando y sus deducciones se vuelven bastante simples, a pesar de que maravilla a todos cuantos rodea y de que cuenta con la tutela de Don Alberto, Conde de Razes y que parece un antepasado español de Grissom. Resulta de hecho incongruente y chocante cómo, cada vez que Victor Ros cree haber descubierto una pista importante corre a contar todo lo que ha averiguado a los sospechosos, y no tan sospechosos, en un alarde, para mi gusto, de extrema idiotez.
En la misma línea, los personajes son bastante simples y resultan estereotipados para una época en la que las categorías sociales delimitaban el trato entre personas, y resultan sosos y anodinos en general.
El retrato de esta sociedad madrileña y el marco ambiental constituye el punto fuerte de la novela, plasmando acertadamente los entresijos de una degenerada clase alta a la que no le preocupa lo más mínimo lo que pueda sucederle a la plebe, y consiguiendo de forma exitosa marcar las delimitaciones existentes entre los diferentes status, al tiempo que nos da un interesante, aunque un tanto escaso, paseo por las calles más emblemáticas del Madrid del XIX y nos acerca a una corrida de toros y a alguna que otra fiesta social.
La verdad es que hoy me quedo corto, no tengo más que decir. En definitiva, una novela simple, sin pretensiones, pero perfecta como lectura de verano. No digo que sea mala ¡ojo!, se lee de un tirón y es entretenida, para muchos eso es suficiente.