

Ya había leído varias novelas de Gaiman, pero hasta ahora no había tenido la oportunidad de bucear entre sus relatos cortos. Esto, unido al placer que siento al introducirme en la fantasía oscura del autor hizo que me decidiera por leer El cementerio sin lápidas y otras historias negras y, he de decir que su faceta de cuentista me ha gustado más aún que la de novelista. Esta pequeña selección está formada por una agradable introducción del propio Gaiman en la que nos cuenta su opinión sobre la narración de cuentos; 10 cuentos, cuyos brevísimos resúmenes os muestro a continuación; y unas instrucciones, las cuales no pueden faltar en cualquier libro de magia que se precie.
Podríamos considerar los cuentos seleccionados de esta pieza como un “Lo mejor de Gaiman”, pues encarnan todas las bondades de su obra y abarcan un amplio abanico de matices y dobles lecturas, pues a pesar de estar dirigidas para un público infanto-juvenil, hay ciertos detalles que las hacen encaminarse a un público más adulto, como por ejemplo, la avaricia, la moralidad, el sexo o la pérdida de la juventud que aparecen bajo el doble fondo de los cuentos. De este modo, con un estilo dinámico y ágil, Gaiman se desenvuelve con maestría en las distancias cortas y nos presenta varias piezas que nos sumergen en una pequeña muestra de su particular imaginario, utilizando siempre el terror como efecto aglomerante. A veces un terror muy sutil o prácticamente inexistente, como en el caso de Cómo vender el puente del Ponti o en Caballería; y en otras ocasiones, más oscuro y opresivo, como en El precio o en No le preguntes a Jack. Aunque algún cuento puede resultar más flojo, como por ejemplo El caso de los 24 mirlos, pues al utilizar la fabulación anglosajona nuestro acervo folklórico nos pilla un poco alejados y le hace perder gracia, la mayoría son excelentes. Así, Caballería rebosa originalidad y nos hará quedar estupefactos al ver la combinación Artúrica con los tiempos modernos; No le preguntes a Jack, es capaz de acongojarnos en tan sólo dos páginas; El puente del Troll es una historia fabulosa en la que la supuesta maldad del troll quedará ensombrecida por la amoralidad del protagonista humano; El precio contiene la cantidad justa de oscuridad para acogotarnos y de esperanza para ilusionarnos; Cómo vender el puente de Ponti es muy predecible, pero no por ello se hace menos disfrutable el escuchar los entresijos de una estafa; Cómo hablar a las chicas y El pájaro del sol sorprenderán con sus finales; y cómo no, cabe destacar por su finalidad, La presidencia de Octubre, en la que se observa, no sólo en el estilo utilizado, sino en la propia sustancia del cuento, un clarísimo homenaje a Ray Bradbury. De hecho, la obra en su conjunto está constituida como un homenaje a Ray, pues conviene mencionar que el título original es M is for Magic, en clara alusión a varias obras de Bradbury.
La acción se sitúa muy, muy lejos en el futuro. En un mundo árido, triste y desvencijado. Un mundo devastado por la eterna guerra entre dos razas alienígenas: los nuhomos, inteligencias artificiales (por buscar un nombre terminológicamente cercano); y las bichas o víboras de las formas, con una inteligencia colectiva. Dos razas a las que será fácil no comprender y odiar, pues persiguen sus propios objetivos sin importar los medios ni las consecuencias. Dos razas con quien no nos sentiremos identificados pero que, en realidad, están mucho más cerca de nuestra psique más profunda, de lo que creemos.
Habrá que ir avanzando despacio en el texto para aprehender este conocimiento, pues Fernández Madrigal nos introduce en la trama por medio de un experimento literario que en un principio descoloca por su apariencia inconexa pero que, finalmente, se convertirá en una lectura circular que nos ayudará a atar cabos. De este modo, el ejercicio estilístico del autor nos sumerge por separado en las mentes de cinco personajes principales y, a través de sus ojos, veremos el mundo y, ayudados por sus pies, recorreremos el polvo del camino.
El resultado es una novela arriesgada, pero también original y brillante, con una potente carga especulativa y que nos sienta de golpe en el diván de la introspección haciéndonos reflexionar profundamente, pues no es esta obra, sino una descarga de emociones, un inmenso tour de violencia sentimental que nos hace sentirnos zarandeados en las olas de la soledad, del silencio;de la desesperanza y el desasosiego; del ansia de matar y de saber; del querer sentir, del querer amar; del sentirse querido y amado, por encima de todo.
De este modo, si se consigue pasar la parte inicial, la más dura y con la que más cuesta hacerse, tendremos asegurada una fantástica lectura pues, a partir de este primer personaje, Galavar, la lectura se hace más llevadera, menos opresiva y agobiante, y sumergirnos de lleno en las diferentes mentes, con distintas motivaciones y diferentes experiencias se convierte en un excitante ejercicio de funambulismo cerebral.
Como he dicho antes, no he leído ninguna otra obra de Fernández Madrigal, pero me da la impresión de ser un autor bastante preocupado por la vertiente más sociológica y humanista de la Ci-Fi. Así, en esta obra, compuesta por varios niveles de aprendizaje y que tras varias relecturas, seguro que nos permitirá vivir y descubrir cosas nuevas, se observa un marcado interés por la constitución de sociedades y el enfrentamiento del individuo como unidad frente a la colectividad del rebaño social, así como por la infancia y el trato que se les da al aprovecharnos de su debilidad. Observar la tortura a que se somete a los niños de Alacca hace que este mundo de la telaraña no esté tan lejos del nuestro como en un principio pudiera parecer y constituye una clara crítica a esta nuestra sociedad que maltrata a los niños y corrompe su infancia para siempre.
En definitiva, y para no alargarme más, Fragmentos de Burbuja me ha parecido una novela ambiciosa, brillante e innovadora, icosaédrica e hipnótica, que no sólo incita a ser releída varias veces, sino a leer el resto del imaginario que conforma esta saga, algo que, sin duda yo voy a hacer. Una fantástica novela.
En fin, no suelo leer mucho relato, craso error, lo reconozco, pero había leído varias buenas críticas sobre Cesar Mallorquí, así que me embarqué en la lectura del Círculo de Jericó. He de reconocer que esperaba mucho más, pero aún así ha sido un gran aperitivo que me sitúa en la senda de alguna novela más extensa y ambiciosa de Mallorquí.
Un escritor y su familia, durante una excursión por Gerona, deciden visitar el cono volcánico de Santa Margarita. Allí los sorprenderá una tormenta y se guarecerán de ella en una cabaña abandonada, donde conocerán a un variopinto grupo de personajes que han corrido la misma suerte que los y dicen pertenecer a un club llamado “Círculo de Jericó” cuya misión es la de contar historias sobre situaciones perniciosas que podrían ocurrir de tal modo que, siguiendo el famoso dicho de los deseos personales, “si lo cuentas no se cumple”, puedan evitar el peligro que supondría para la realidad la constatación fáctica de dicha historia.De esta forma este hilo conductor une a modo de fix-up diversos cuentos que poco o nada tienen que ver entre si y que salen de la boca de cada uno de los integrantes del misterioso Círculo.
Cesar Mallorquí emplea una técnica narrativa muy efectiva. Sin emplear un lenguaje ampuloso ni rebuscado (de hay la frase del principio de que esperaba más) consigue dar los golpes d efecto necesarios para que las historias enganchen y resulten facilmente imaginables. El buen ritmo predominante durante toda la obra y el evidente talento como narrador de Mallorquí hacen de esta recopilación una obra muy amena e interesante.
La muestra que nos ofrece Mallorquí es muy ecléctica en su contenido y aunque, en conjunto, es merecedora de un notable, es cierto que presenta serios altibajos, con cotas muy altas, como en el caso de “El rebaño” o “La casa del Doctor Pétalo” que me han parecido auténticas obras de orfebrería, pero también muy bajas, como en el caso de “El hombre dormido” o “El mensaje perdido”, con el que el autor se adentra en una doble línea temporal pero pareja que, como elemento experimental es interesante, pero no ha acabado de convencerme.
Lo que sí es cierto es que consigue hacernos reflexionar en todos y cada uno de ellos, pues toca puntos tan dispares y afines al ser humano como la ambición por el poder, el deseo de superioridad, la realidad escondida tras lo percibido, la soledad, el miedo a la soledad; o tan literarios como los contactos extraterrestes, la venta del alma, la superioridad de las máquinas o las puertas dimensionales.
Primera incursión de Jerónimo Tristante en este género. No está mal. No es que sea una gran obra, pero es una novela agradable y amena que se lee con soltura y rapidez. Tristante emplea un lenguaje llano pero muy eficaz que nos hace avanzar por la novela sin perder comba y moviéndonos por dos casos que resultan muy interesantes, uno con tintes de misterio sobrenatural y otro de menor estofa, pero más sentado en el suelo, y del que sólo cuenta con un par de pistas. En ambos casos el subinspector Ros descubrirá que se remontan a muchos años atrás. Ambos casos, como digo, son interesantes, pero resultan muy previsibles.
De este modo, el Inspector Ros es una suerte españolizada de Sherlock Holmes, con su Watson particular en la figura del inspector Don Alfredo Blazquez, y que realmente ofrece mucho más de lo que da, pues a pesar de presentarse con un inicio brillante, con varias deducciones que nos sitúan en la senda de una investigación al estilo del célebre detective de Baker Street, poco a poco se va apagando y sus deducciones se vuelven bastante simples, a pesar de que maravilla a todos cuantos rodea y de que cuenta con la tutela de Don Alberto, Conde de Razes y que parece un antepasado español de Grissom. Resulta de hecho incongruente y chocante cómo, cada vez que Victor Ros cree haber descubierto una pista importante corre a contar todo lo que ha averiguado a los sospechosos, y no tan sospechosos, en un alarde, para mi gusto, de extrema idiotez.
En la misma línea, los personajes son bastante simples y resultan estereotipados para una época en la que las categorías sociales delimitaban el trato entre personas, y resultan sosos y anodinos en general.
El retrato de esta sociedad madrileña y el marco ambiental constituye el punto fuerte de la novela, plasmando acertadamente los entresijos de una degenerada clase alta a la que no le preocupa lo más mínimo lo que pueda sucederle a la plebe, y consiguiendo de forma exitosa marcar las delimitaciones existentes entre los diferentes status, al tiempo que nos da un interesante, aunque un tanto escaso, paseo por las calles más emblemáticas del Madrid del XIX y nos acerca a una corrida de toros y a alguna que otra fiesta social.
La verdad es que hoy me quedo corto, no tengo más que decir. En definitiva, una novela simple, sin pretensiones, pero perfecta como lectura de verano. No digo que sea mala ¡ojo!, se lee de un tirón y es entretenida, para muchos eso es suficiente.