domingo, 28 de abril de 2013

El vivo

 A pesar de que, como ya dije, me esperaba más de Una edad difícil, me gustó lo bastante como para seguir la pista a su autora, la rusa Anne Starobinets, y estar pendiente de sus próximos pasos. El vivo, su nuevo libro, deja los relatos de lado para centrarse en una distopía durísima y sin concesiones. Una novela que no podía dejar pasar.

Tras una época plagada de guerras, hambrunas y epidemias, conocida como La Gran Reducción, la humanidad quedó limitada a un número fijo: 3.000 millones de habitantes. Este número es mantenido constante por un nuevo ente, una nueva conciencia: el vivo, que por medio de un complejo sistema es capaz de almacenar los recuerdos y vida de las personas, y postergarla a lo largo de la historia por medio de una clave personal, lo que dota a los humanos de una suerte de inmortalidad.
   Pero todo empezará a cambiar cuando nace un ser humanos sin clave, conocido como Cero. Es algo inaudito, pues sus datos no están en la base y, por tanto, no se sabe de donde procede ni que misión tiene en la vida.

Lo primero que sorprende cuando avanzamos de lleno en El vivo, una vez pasada la extrañeza y sensación de originalidad, es la lejana proximidad de la ambientación. Lejana en el tiempo, parece que quedan eones para que esto se llegue a producir (si es que lo hace). Cercana por que, a poco que buceemos, todo tiene un claro reflejo en la realidad que vivimos. por otro lado, sorprende la evidente madurez en la prosa de Starobinets. Con un estilo fresco y directo Starobinets se convierte en una narradora enérgica, que crea una metáfora de los peligros que acechan a las generaciones actuales, ofreciéndonos una dura crítica que perturba por su cercanía ontogénica y pone los pelos de punta por su plausibilidad.
La novela se estructura como un conjunto de documentos y extractos de datos extraídos de la red, que dotan a la historia de un marco mucho más amplio y de diferentes puntos de vista pero que, en ocasiones, crean algo de confusión por la mezcolanza de variaciones temporales.

Son muchos los puntos tocados por la autora, a cual más interesante que, ahora, un par de meses tras su lectura, y evidenciando el continuo defecto de no tomar notas de lo que leo, corren el riesgo de perderse sin ser comentados. Intentaré rescatar la mayor parte de mi memoria y que la pérdida sea la menor posible.
Por un lado tenemos el tema que yo creo mas llamará la atención de cualquier lector: la Pausa.
Un término empleado para indicar los cinco segundos de oscuridad en que una persona deja de vivir para convertirse en otra. Un eufemismo de la muerte para una inmortalidad que, a la larga, descubriremos que no es tal y como parece, ni tan bonita ni tan utópica, y que invita a reflexionar duramente hacia los conceptos de utilidad del ser humano y de la manipulación del mismo por parte del sistema.
En este sentido me recordó a La fuga de Logan, pues los individuos son invitados a abandonar la antigua vida y finalmente obligados a ello si por su propia cuenta no han accedido.
La Pausa, por tanto, no es sino el lapso de tiempo que transcurre entre una encarnación y la siguiente. Encarnación asegurada por la información contenida en una base de datos mundial que proporcional al nuevo individuo los conocimientos del anterior, de acuerdo con una clave establecida que posee cada individuo y que nos lleva a pensar en el destino y el libre albedrío, en la libertad de opción del individuo o de la utilidad para la maquinaria.
Por otro lado, nos encontramos con una feroz crítica a los avances tecnológicos que producen una alienación del individuo y lo convierte en un ente social de forma virtual, que no de facto, pues todo ser humano está conectado sinapticamente a una red social de escala mundialmente obligatoria llamada El socio, y que permite lecturas a diferentes niveles según el rato jerárquico en la sociedad. El socio controla el nivel de stress y entretenimiento de las masas por medio de programas de visionado obligatorio, al tiempo que se conecta automáticamente si se ha desconectado durante más de media hora.
Estos dos puntos crean un estado máximo de deshumanización en el que el individuo pierde el respeto por sus semejantes y en el que todo es apersonal, a riesgo de ser tachado de reaccionario por mostrar apego a un pariente.
Esto nos aboca a una civilización en la que el anciano sobra; el infante toma el poder en cuanto alcanza la edad de acceso a los datos de vida anteriores; en el que a los individuos discordantes se los encierra de por vida (y cuando digo de por vida, me refiero a eternamente, generación tras generación), ya que se constituye el juicio de culpabilidad por defecto y, por tanto, serás culpable de todo lo que hicieron tus encarnaciones anteriores; donde el control de la natalidad se liga a la pausa; donde las personalidades peligrosas se miden y catalogan de acuerdo a teóricos test de empatía; donde todo el mundo es feliz, pero cada vez hay más descontento.
Y de esta forma, llegamos a la tercera parte, en la que el protagonista, Cero, ha dejado de ser un ciudadano anónimo para ser alguien de mayor importancia. Será en este tramo en el que terminaremos de descubrir la verdad del sistema, el porqué de todo, y donde nos sumergiremos por completo en la miseria del ser humano, en los recovecos más oscuros del individuo; aquellos fragmentos  putrefactos del alma que se esconden pero de los que con total hipocresía somos conscientes. 
He querido ver aquí la pluma de los clásicos rusos, en especial la del Maestro Dostoievski, en este escarbar sórdido en el interior del ser humano que hace Starobinets.

Nos encontramos, por tanto, ante un clarísimo ejemplo de como la utopía deviene en distopía, y de como el máximo grado de perfección imaginado transporta consigo una serie de consecuencias que pervierten el orden natural convirtiéndolas en malsanas, o perfectas tan sólo para una minoría.

En último lugar, y por ponerle algún pero a la novela, el punto más negativo lo sitúo en el uso de las tecnologías. En un mundo tan avanzado científica y tecnológicamente, se me hace muy difícil creer que los sistemas de comunicaciones sean tan simples y rudimentarios como lo son hoy día: que haya conversarciones por chat y mensajes de correo electrónico con el formato de hoy día y, por añadidura, que la jerga utilizada sea tan parecida a la de ahora, basada en la economía de letras y el argot informático.

En definitiva, una obra esplendida, que da muchísimo más de sí de lo que queda remarcado en esta humilde reseña que ha pretendido levantar pocos spoilers. Una novela que recomiendo sin dudarlo. Tal vez estemos ante una obra conceptualmente conocida, con todos los componentes de una distopía al uso, pero que hará las delicias de los aficionados al género y que, a pesar de todo, resulta muy original en su clase.

Y, en este punto, alguien puede decir: "¿y entonces Cero? ¿Qué pasa con él? No has contado nada."
Es cierto, no he contado nada. Cero es el porqué, el principio y el final de todo. Si quieres conocerlo, adéntrate en el vivo. Este libro no es apto para todos los públicos pero, si llegas al final, saldrás cambiado. Prometido.

1 comentario:

  1. Pues sí que parece una lectura de interés. Lo cierto es que esta autora me llama la atención desde que vi la entrevista que le hicieron en "Página 2", además las anti-utopías me suelen atraer especialmente.

    Un saludo ^^

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