domingo, 5 de mayo de 2013

Un caso de conciencia


El libro que reseño a continuación es un libro que, en principio, no sé decir por qué está entre las páginas de este blog. No sé decir qué fue lo que me atrajo de él pero, desde luego, contenía algo que hizo que me llamase la atención. Pero por un motivo u otro, aquí está, y no ha sido lo que esperaba, pero tampoco me siento defraudado.

El Jesuita Ramón Ruiz-Sánchez es enviado por la ONU como biólogo al planeta Litia, junto a un equipo de científicos, con el fin de realizar un informe de exploración del planeta y a las formas de vida existentes. Allí, el padre Ramón conocerá a los litianos, que con su utópica civilización pondrán en jaque su ciencia frente a su férrea moral cristiana y lo obligarán a decidirse por una de ellas en aras del mayor bien para la humanidad.
A su regreso a La Tierra, la expedición portará como presente un bebe nativo del planeta.

Me he encontrado con una novela que me ha sorprendido por el estilo de James Blish, concienzudo y de una evidente brillantez teórica y retórica que enganchará a aquellos que gusten de disquisiciones filosóficas pero que pese a su falta de acción aventurera, no creo que, en un principio, repela en demasía al resto. Quizás si sea así un poco más avanzada la obra pues, dada la estructura narrativa de la obra, la segunda parte se convierte en algo más deslavazado y cargante, donde cobra una mayor importancia, si cabe, la teología y la percepción del ser humano como elemento creador de inconformismos.
La novela se divide en dos partes: una primera centrada en Litia y sus habitantes. Los litianos, una raza utópica en todos los sentidos, lo que servirá de acicate final para que el padre Ruiz-Sánchez tome su decisión. Asistiremos a un brillante debate entre los cuatro científicos de la expedición. Cada uno de ellos con un argumento bien fundado y que, en su conjunto, hará las delicias de todo lector ávido de reflexiones, para desencadenar en la oratoria final del jesuita, fuertemente teológica, que puede echar para atrás a más de uno pero que, sin lugar a dudas, resulta impactante.
En la segunda parte ya nos encontramos en La Tierra. Egvertchi, el litiano traído por Ruiz-Sánchez, se ha hecho mayor y tiene claro que no es humano. En esta parte al autor se le va un poco la pinza, y puede resultar abstrusa y aburrida pues contiene la mayor carga filosófica e invita al recogimiento. En este sentido creo que es la obra con el carácter más prospectivo a la que me he enfrentado en los últimos años.
Esta segunda parte está, como digo, plagada de elementos para la reflexión.
Las guerras trajeron como resultado la creación de ciudades-refugio bajo tierra en las que los seres humanos viven hacinados, salvo unos pocos que viven en la superficie. Pasito a pasito, Blish nos hace ver el disgusto del ser humano por aquello que le rodea, y como cada vez hay un mayor descontento de la población, con casi dos tercios de la población odiando la sociedad en la que viven, algo que, a poco que observemos, no se aleja demasiado de la realidad actual (y no sólo a causa de la omnipresente crisis, sino con respecto a los valores generales que se impulsan e imponen en la edad contemporánea).
De la mano de Egvertchi profundizaremos también en el concepto del destino y la libertad de elección, así como en el caso de individuo, como ente solitario con capacidad para tomar sus propias decisiones.
Mientras que acompañaremos a Ruiz-Sánchez hacia el viaje herético que nos permitirá entender un poco más los conceptos de omnipotencia de dios y de defectibilidad del diablo, de forma claramente teórica pero comprensible.
Tendríamos también abierto el camino hacia la idea del hombre como elemento creador y destructor del universo, con la capacidad de disponer de cualquier otra raza o planeta de acuerdo a sus intereses particulares. Punto este que, leído entre líneas, encaja con el enunciado anterior y nos convierte también en dioses, acercándonos de nuevo a la herejía.
Pero sobe todo destacará el debate abierto con respecto a la perversión que la sociedad opera en el individuo. De la corrupción que ejerce sobre la misma, manipulándola y empequeñeciendo al individuo en aras de un bien colectivo común que, en realidad, no es más que mera superchería destructiva con el fin de adormecer a las masa y rodear de lujos a unos pocos. (Me temo que aquí estoy metiendo algo de mi vena más reaccionaria, pero me da lo mismo. Espero sabréis perdonarme).
Por tanto, esta segunda parte contiene la mayor carga de pensamiento y la llena de un fuerte sentimiento de trascendentalidad que resiste el tiempo, y que aflora a medida que va pasando el tiempo y se van recordando pasajes aleatorios de la novela.

En definitiva, una obra muy interesante, con claros altibajos y una segunda parte algo más aburrida y que decepciona según las expectativas creadas, pero que resulta atrevida y, por tanto, original entre la ficción especulativa y prospectiva. Una obra que va más allá del entretenimiento y que, en mi opinión, resulta mucho más brillante que la capacidad que el autor muestra para atrapar al lector.

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