domingo, 28 de noviembre de 2010

El significado de la noche

No soy lector de best-sellers (no creo que los que he leído en los últimos años lleguen a los dedos de ambas manos), pero he de reconocer que muy raramente alguno de ellos me engancha, como fue el caso de La sombra del viento de Carlos Ruiz Zafón, el cual me apasionó. Tanto, que decidí pasar de la lectura de El juego del ángel parar que no me perturbase el recuerdo de La sombra. Así, al leer en la contraportada de El significado de la noche, que se parecía a la citada obra, decidí leerlo. Normalmente no suelo fiarme de las contraportadas con sus grandilocuentes frases comerciales que intentan venderte el producto, pero en esta ocasión caí en la trampa, porque una vez leído, tengo clarísimo que no es más que eso: una sucia treta comercial engañabobos o, al menos, a mi me lo parece, ya que no ha habido ni un solo detalle que me recordase a la obra de Zafón. Advierto que si alguien tiene intención de leerlo es fácil que quede chafado si lee el resto de la reseña pues hay algún que otro spoiler sonado.

Edward Glyver es un tipo que gracias a su inteligencia y astucia se ha labrado una carrera en la vida. Hasta el momento en que descubre que su lugar en la vida debía haber sido otro, pues su verdadero apellido no es Glyver, sino Tansor, el mismo que el de uno de los Pares más importantes de Inglaterra. Observará que su eterno rival Daunt P. Rainsford obtiene un éxito mayor que el suyo y está tratando de influenciar en el potentado para convertirse en su heredero. A partir de este instante Edward G. volcará todas sus fuerzas para acabar con su odiado enemigo y recuperar lo que por derecho de nacimiento le pertenece.

El elegante y cuidado estilo de Michael Cox hacen que sea un libro de fácil y gustosa lectura, pero determinados detalles me han sacado de quicio como, por ejemplo, la frase "algo que contaré más adelante", se repite hasta la saciedad, como queriendo decir "ya lo relataré luego, porque necesito alargar la historia y no veo otra forma de poder llenar más folios". Del mismo modo, las notas a pie de página me han parecido excesivamente cargantes. Es cierto que ciertas notas ayudan a definir el background y dotar de realismo al trasfondo histórico, pero en este libro de casi 700 páginas es muy rara la que no tiene una o varias notas, la mayoría de ellas, a mi modo de ver, completamente prescindibles. Por otro lado, y aduciendo al primer elemento de esta pequeña lista de cosas que me han sacado de mis casillas, me ha parecido notoria la cantidad de paja inútil que Cox introduce en la novela, resultando una gran cantidad de páginas y detalles intrascendentes que de eliminarse habrían producido una novela más placentera y asequible.
La novela se estructura como un trabajo de investigación de un editor que ha encontrado un manuscrito sobre un personaje del siglo XVIII y decide darlo a conocer. Recurso éste muy utilizado últimamente como gancho y que podría haber dado un mejor resultado si no fuera porque existe una amalgama de fechas y hechos que confunden al lector dificultando su situación en la línea temporal narrada. De este modo, la novela comienza con el asesinato de un inocente a manos del protagonista y, no será hasta el final de la novela cuando entendamos el motivo de este hecho.
Nos encontraremos también con que hacia las últimas 200 páginas la vida de Edward Glyver / Glapthorn dará un cambio radical al enamorarse de la sobrina de Lord Tansor y olvidándose de todos y todos, y dejará en segundo lugar su venganza personal para asistir embobado a un amor que se ve fraudulento y erróneo desde el principio. Quizás desde fuera se vea más fácil, ya que en aras del amor es cierto que todos nos hemos vuelto estúpidos , pero este es un punto en el que el autor vuelve a fallar, pues no consigue hacernos epatar con el romance y desde el principio le vemos las orejas al lobo y no sorprende lo más mínimo cuando vemos la trampa en la que ha caído el protagonista, dejando un final de novela totalmente predecible, pues el romance se ve falso a la legua y el desenlace final prácticamente no hace falta leerlo para saber como va a acabar todo, amén del gran misterio (el motivo de la adopción de Edward por parte de la familia Glyver) que flota insistentemente a lo largo del libro y que finalmente es una memez total (para mí, claro).

Cox también falla con los personajes, juego con ellos dotándolos de una personalidad propia y con características únicas e indivisibles para cada uno de ellos, estereotipándolos por completo. Así, en Edward G. existe una predominancia absoluta por la venganza, es un personaje completamente obsesionado; en Emily Carteret se realza la hipocresía y la capacidad de representación; en Lord Tansor, el orgullo de una casa; en el Sr. Tredgold, la profesionalidad; y en Daunt P. Rainsford, la manipulación, falsedad y maldad hasta un punto que raya lo maniqueo, pues prácticamente no aparece en la novela sino es en boca de Edward G. que no para de mencionar sus fechorías, y de ahí, que quede un poso de incredulidad en el lector, al no vislumbrar a ciencia cierta si todo es como dice Edward o no son más que ficciones de su mente calenturienta y obsesionada.

Pero bueno, no todo es malo, he de decir que el ejercicio investigador del autor ha dado sus frutos y nos presenta una Inglaterra victoriana cuidada al detalle. Es este el punto fuerte de la novela, la perfecta ambientación. ¡Lástima no haber sabido aprovechar la belleza de la Inglaterra del XVIII para haber creado una obra digna del romanticismo de esta época!

En fin, una novela que está en el límite entre el aprobado y el suspenso, pues reconozco que no está mal, pero a toro pasado me arrepiento de no haber invertido el tiempo de su lectura para alguna otra novela.

Como siempre y para acabar, dejar claro que es una opinión personal y que lo que a mí puede parecerme un poco truño tal vez sea algo fantástico para otros muchos.

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