martes, 2 de noviembre de 2010

Aníbal

La novela histórica es un género que me gusta y suelo disfrutar mucho, pero es evidente que lo sitúo en mis gustos por detrás de la C-F y la Fantasía. Tanto, que el libro que voy a comentar a continuación llevaba cogiendo polvo en la estantería más de dos años... y ya iba siendo horita de pasarle un trapo por encima.

Aníbal nos cuenta la historia del famoso general, visto desde el punto de vista cartaginés, de la mano de un viejo banquero amigo de la familia, Antígono, que a lo largo de su vida nos irá relatando la idiosincrasia del Imperio Karjedonio y los avatares por los que han de pasar los miembros del clan Barca.

Aunque es probable que más de uno pueda decir que esta descripción no se ajusta del todo con la realidad del libro, y en parte tendrá razón, pues si bien es cierto que el pequeño resumen pergeñado es correcto, no es menos cierto que el título de la novela resulta muy engañoso; pues no será hasta la página 300 (de las 600 y pico que tiene la novela) cuando en realidad empecemos a conocer a Aníbal. Habiendo estado las anteriores 300 páginas destinadas a narrarnos los pormenores de Antígono, un extranjero meteco en Kar-Hadtha, para conseguir que el clan Barcida y su patriarca Amílcar Barca, tengan un lugar más justo e importante en la vida de la ciudad. Aunque a estas alturas nadie debería sorprenderse, pues Gisbert Haefs ya nos tiene acostumbrados a este tipo de novelas: en Troya o en Alejandro Magno, por citar algún ejemplo.
Es por tanto una lectura ardua y tensa, pues te sientes defraudado desde el principio, y no será sino la calidad como escritor de Haefs lo que nos haga continuar adelante para obtener, una vez acabado el libro, una grata satisfacción y recompensa y reconocer tras 600 páginas que el viaje ha sido duro y largo, pero ha merecido sobradamente la pena.

Gisbert Haefs despliega una técnica de una calidad evidente. Pasito a pasito nos va guiando por momentos emotivos e importantes de la historia de Cartago, empleando siempre un cuidado y correcto lenguaje y describiendo la cotidianeidad de la ciudad de forma que nos resulta muy cercana. De este modo la ciudad de Kar-Hadtha y la vida en la misma constituye el elemento más educativo y recalcable de la obra, e tal forma que realmente nos sentimos transitar por sus calles.
Entremezclados con la apariencia tranquila de la narración de Antígono podemos observar momentos de auténtica dureza, como la tortura del mercenario Matho; de tensión, como las disputas entre Amílcar Barca y Hannón el Grande; de esperanza, como el ascenso a los Alpes; de gloria, como la llegada a Roma; o de grandeza, como la Batalla final con Escipión en Zama.
Como es sabido los cartagineses eran un pueblo eminentemente mercante y por tanto las diferentes conquistas y movimientos se efectuaban según posibilidades comerciales. Algo que Haefs consigue mostrarnos tras las continuas luchas del consejo entre los partidarios de los Barcidas y los de Hannón el Grande, quien ignorará cualquier intento de crear un verdadero consejo democrático participativo y cualquier intento de conquista real para construir un gran imperio y siempre se mostrará inclinado a mostrar sumisión a Roma para su propio beneficio. Un Hannón, debidamente demonizado y al que se le empieza a odiar desde el mismísimo inicio de la novela, aunque es claro un elevado grado de maniqueísmo en el texto por parte del autor.

De este modo, con paso lento pero firme Haefs nos meterá de lleno en la guerra de los mercenarios junto a Amílcar y a Asdrúbal para posteriormente conseguir que caigamos rendidos a los pies de Aníbal, mostrándolo como uno de los generales más importantes de la historia, por encima incluso de Alejandro, Pirro o Darío. Un general que piensa en sus hombres y en su pueblo, que siempre está al lado de los necesitados e intenta dar sus fuerzas a aquellos que ya no la tienen.
"La china tiene suerte. Si el gran Alejandro hubiese sido Aníbal, sus hombres no se hubieran sublevado en el Indo; hubieran seguido avanzando."
Pero esta misma grandeza será la causante de su ruina, pues el consejo de ancianos de la ciudad lo teme tanto o más que Roma, y lo mantendrá con las tropas justas y necesarias para mantener siempre una guerra de posiciones, pero nunca conquistar Roma aun estando al alcance de la mano.
"Los ancianos reflexionaban sobre que sucedería si Aníbal recibía los medios necesarios para terminar la guerra. Los medios estaban allí, todos los sabían, pero ¿Quién contendría a un Aníbal victorioso, endiosado por las tropas y aclamado por el pueblo?"

La conclusión es que es una muy buena novela, con ciertos lastres, por supuesto, como pudiera ser la mistad del libro inicial aunque, como ya he dicho, una vez terminado se ve claramente su trascendencia; y como no, por un detalle importante: la confusión de nombres es pasmosa. Los nombres se repiten a tutiplen; hay un momento en que se juntan en una misma conversación Asdrúbal Barca, Asdrúbal el Bello, Asdrúbal el Cano mientras hablan del comandante de flota Hannón y el segundo al mando, otro Asdrúbal, con respecto a Hannón el Grande. ¿Qué me decís?
Pero en definitiva es una gran novela cuya recompensa es grande si se tiene la paciencia suficiente para acabarla.

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