sábado, 19 de septiembre de 2009

Soldado de Sidón

Gene Wolfe lo ha vuelto a hacer. Ha escrito una buena novela, con la que ha ganado el Premio Mundial de Fantasía 2001 y me ha dejado perplejo de nuevo. He terminado esta novela, con la misma sensación que en el resto de obras suyas que he leído; preguntándome, no si me había gustado o no, sino de cuánto me había enterado. La conclusión ha sido clara: de más bien poco.
A modo de introducción, y para aquellos que no conozcáis la serie de Latro, os diré que Soldado de Sidón es la tercera parte de la serie iniciada con Soldado de la Niebla, hace ya más de 20 años y continuada con Soldado de Areté. A pesar de ser la tercera parte, puede ser leída de forma independiente, pero es evidente que se pierde el juego con los guiños y referencias existentes de las partes anteriores.
Latro es un soldado romano que en una batalla recibió un fuerte golpe en la cabeza ocasionándole un severo problema: tras el sueño olvida todo lo vivido con anterioridad. A modo de memoria utiliza un pergamino en el que va escribiendo todo lo que le sucede y ha de leer para recordar, pero... entre las veces que Latro no tiene posibilidad de escribir y las que por diversos motivos no puede leer lo escrito para recordar... pues ya imaginaréis.


En esta ocasión, Latro remonta el cauce del Nilo, en el navío fenicio que lo llevo allí, con la intención de encontrar una cura para su mal. En la expedición aparecerán diversos personajes con distintas motivaciones y objetivos que harán que el viaje sea una aventura llena de peligros desconocidos.

En esta tercera parte, el estilo de Wolfe es menos denso, menos barroco que en las anteriores, lo que hace que la lectura parezca ser excesivamente
asequible y fluida, y digo "parezca" porqué llega un momento en que son tantas las idas y venidas por la psique de Latro, son tantas las ideas que van apareciendo y desapareciendo, que te encuentras irremediablemente perdido. En mi caso, comencé a leer entusiasmado, las palabras entraban solas, y creí haber alcanzado por fin el "status intelectual" necesario para leer a Wolfe, pero para mi asombro, alrededor de la página 150 ya no sabía ni donde estaba.

El problema es que en las obras de Wolfe, es mucho más importante lo que se omite que lo que se cuenta. La literatura de este hombre, es una literatura cebollil en la que tras la lectura superficial se esconden diversas capas de engaños y medias verdades, de guiños y referencias veladas que dotan de mayor complejidad al conjunto.

Latro o Lucius o Lewqys es un personaje, que dada su maldición, se nos muestra como un alma casi cándida, excesivamente ingenuo e inocente (en alguna ocasión he llegado a pensar que, verdaderamente, le faltaba un buen hervor) y cada día es necesario que le recuerden las cosas, incluso se le ha de recordar que debe leer para recordar. Esto hace que todos los compañeros traten de aprovecharse de su candidez e ingenuidad en su propio beneficio.

A todo esto ha de unírsele la realidad, ¿o es una ilusión de su mente enferma? de haber sido tocado por los dioses, pues es capaz de verlos e interactuar e incluso realizar trabajos para ellos. Otra capa más de la cebolla.

Los amantes de Egipto posiblemente tendrán una mayor posibilidad de disfrutar la obra, pues Wolfe posee un estilo innegable y las descripciones de los pueblos y paisajes del país de la Tierra Negra son fantásticos.
Los personajes están bien dibujados pero dependen mucho de la óptica de Latro, pues al no conocerlos cada pocas páginas, depende de su memoria para saber en quien confiar y en quien no, quien ha hecho que cosa o cuales son las motivaciones y ambiciones de cada cual.

La obra llega a resultar insulsa, porque llega a perderse el sentido del viaje y por ende, se pierde intensidad en el ritmo de lectura. Por contra, cuando aparece una escena que puede resultar interesante, Wolfe aprovecha la condición de amnésico de Latro para arrebatárnoslo y dejarnos en la más absoluta desesperación; la escena de las minas queda muy floja y la caza de Ater por parte de Latro ni siquiera se muestra.

El final también queda abierto, pues Latro debe encontrar su espada, Falcata, que ha perdido en las minas, por lo que es de esperar que en un futuro Wolfe nos deleite o martirice (según cada cual) con una cuarta parte.
Yo, por mi parte, la leeré, pues aunque quedo extrañado y perplejo, obra tras obra de Wolfe me resisto a no considerarlo un gran escritor y (aun a riesgo de que me tomen por tonto tras este comentario), espero poder pelar la cebolla entera algún día.

Gene Wolfe es uno de los grandes, pero no es para todos, aunque cada vez estoy más convencido de que es un escritor de relecturas y estoy seguro de que cuando lo relea descubriré cosas nuevas, pero tardaré algún tiempo en hacerlo. De hecho, en algunos tramos de lectura he necesitado más de un Sapphire para poder mantener la atención y seguir leyendo o... ¿no habría sido el Sapphire el que haya dotado o eliminado el sentido de la maravilla de las palabras que con tanto amor leía?

En fin, ya me contaréis, pero espero no levantar ninguna ampolla, creo haber sido más que suave.


No me marcharé sin decir que, a pesar de haber varios errores de imprenta, la edición de la Factoría de Ideas está muy cuidada y es de agradecer la permanencia de los bocetos que acompañan la cabecera de cada capítulo, sin duda hacen mucho más agradable el viaje.

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