miércoles, 7 de noviembre de 2012

Si una noche de invierno un viajero

 Me apetecía mucho volver a leer a Italo Calvino. Lo último suyo que me eché a la neurona fue Las Ciudades invisibles, y ya ha llovido desde entonces. ¿Entonces, qué libro leer ahora? Varias voces me aconsejaron Si una noche de invierno un viajero. Sólo por el extraño título ya me llamó la atención.

En esta novela, un lector comprará la última novela de Italo Calvino, titulada Si una noche de invierno un viajero. Comenzará a leerla entusiasmado pero, al poco, observará un error de edición al cortarse la novela de Calvino y comenzar un capítulo de una novela de otro autor. 
En la misma situación se encontrará otra lectora, con la que se encontrará a su vez el lector y, juntos, emprenderán la búsqueda de la novela original para hallarse sumidos en una trama de espionaje y contrabando de falsificaciones literarias, que los hace comenzar novela tras novela sin llegar nunca a terminarla, al tiempo que su propia búsqueda comienza a convertirse en una relación a la que, sobre todo, al lector le gustaría poner un final feliz.

He demorado demasiado tiempo el escribir esta reseña. El motivo es bien sencillo: Si una noche de invierno, no es lo que esperaba pero, me ha sorprendido tanto que me encuentro completamente falto de recursos para poder, no ya sólo deshuesar la novela, sino también para expresar lo que he experimentado con su lectura.
Esta magnífica obra constituye un ejercicio notable de metaliteratura en su concepto más amplio. Metaliteratura y metanarración, metafantasía, metaficción e hipermetarealidad en la que Calvino nos introduce en virtud de la búsqueda de un libro, el que estamos leyendo nosotros, lectores de esta realidad no ficticia, pero que como sucede al lector protagonista de esta novela, y que es tú y yo  mismo, no podrá acabar y se verá sumergido en la vorágine literaria que supone empezar una novela tras otra, picándole la curiosidad en todas, ansiando leerlas todas ellas y no culminando ninguna.
La historia así vista, compleja ya de por sí, suficiente para echar atrás a muchos pero, también para apuntalar la curiosidad de muchos otros, se irá complicando aún más, pues comenzaremos con una búsqueda tradicional entre ámbitos pseudo y sesudo-académicos y con el inicio de una relación entre lector y lectora que no parece tan tradicional, para pasar poco a poco a una experiencia de innovación y originalidad extrema en la que nos veremos inmersos en una trama de copias y falsificaciones creadas para convertir el mundo en  una perversión de lo que es. Perversión quizás mucho más real que la propia realidad, pues Calvino nos mete de lleno en lo superfluo de esta civilización consumista, y convierte la seriedad de un mundo caótico en una hilarante sucesión de disparates a cual más paradójico por lo realista.
No debe olvidarse la relación entre lector y lectora pues, si al principio resulta rarilla, se convertirá también en una aventura surrealista que nos embarcará en aviones asaltados, en el harén de un rajá o en una sudamericana casa solariega pretendiendo la escritura de dos novelas por dos escritores que pretenden serlo mientras lector y lectora se cruzan continuamente asumiendo dichos papeles. Quizá sea finalmente, una relación que cualquier lector empedernido gustaría de experimentar.  Veo que me lío yo mismo...

Por otro lado, la novela de Calvino constituye un ejercicio de experimentación mucho más sesudo que lo que mis palabras son capaces de reflejar, ya que se convierte en una fiesta para los amantes de las comunicaciones en un original ensayo especulativo sobre las teorías y lenguajes de la comunicación.
Un ensayo que juega con aquel que lee esta novela física, abriendo en su mente la ontológica idea de la lectura como ente creador. La relación entre lector y lectura es mucho más amplia de lo que podamos pensar a priori y es necesario saber como se complementan y que se deben cada uno.

Es, en suma, una obra muy divertida pero, al mismo tiempo, compleja y que puede echar atrás a muchos lectores ávidos de más evasión y menos pajas mentales.
En base a esto, imagino que tendrá tantos admiradores como detractores pero, de algún modo, considero la lectura de Si una noche de invierno... como una experiencia que obligatoriamente ha de ser vivida. Creo que es imprescindible, aunque todavía no tengo claro por qué.
En cualquier caso, probad a leer las primeras páginas, el llamamiento acomodaticio para afrontar la lectura me parece impagable.

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