lunes, 14 de marzo de 2011

Sherlock Holmes y los zombis de Camford

Reconozco que tenía mis dudas frente a este título y me había creado expectativas enfrentadas. Por un lado, el mundo zombie no me apasiona, de hecho, no me llama para nada la atención, y el ver que se aprovechaba la figura del genial detective para sumergirlo en esta temática me resultaba, en un principio, una burda forma de aprovecharse de la moda e intentar ganar dinero; pero por otro lado, había leído algún dato acerca del autor considerándolo un experto en torno a la figura de Holmes, por lo que me intrigaba el ver como hacía encajar las piezas del puzzle para que los muertos vivientes tuviesen cabida en la hiperracionalidad de Sherlock Holmes. No sé por qué, pero me daba en la nariz que no sería la típica novela de muertos recién salidos de sus tumbas, corriendo desharrapados, mugrientos y putrefactos en persecución de los vivos para comerse sus cerebros. Finalmente me pudo la curiosidad y, este presentimiento, hizo que lo solicitase a Dolmen para reseñarlo, a quién debo agradecer su envío.

Sherlock Holmes ha decidido retirarse y está preparando la mudanza de Baker Street a una casita que ha comprado en la campiña inglesa, cuando un antiguo conocido, el detective Barker de Scotland Yard, le solicita ayuda en un caso, pues tiene conexión directa con el último caso que siguió Sherlock, El caso del hombre que reptaba. Por ello se acercarán a la zona universitaria de Camford (un remedo de las académicas Cambridge y Oxford) para localizar al posible comprador de un brebaje rejuvenecedor. Hay que añadir que el Dr. Watson acaba de contraer nupcias, por lo que, en está ocasión, no podrá acompañar a Holmes y, en su lugar, lo hará el joven expresidiario Otis Mercer.

Hay que decir que he descubierto en Alberto López Aroca a un verdadero conocedor de la obra de Conan Doyle, ya que utiliza registros y recursos muy similares a los del célebre escritor y a los de su personaje para sacar un buen partido a su pluma. De este modo consigue una novela ágil y dinámica que invita a avanzar rápidamente y en la que me da la sensación de que la historia se sucede de igual manera incluso sin las magníficas deducciones de Sherlock Holmes. Quiero decir con esto, que me ha dado la impresión de ser en realidad un guión predeterminado en el que se ha incrustado al genial detective de Baker Street para dotar a la obra de un mayor disfrute y un punto de vista más racional frente a la irracionalidad que representan los zombis del título. Pero que nadie considere esto como una crítica negativa, no lo es; al contrario, le aporta un equilibrio necesario para este tipo de obras. Un equilibrio que se consigue también con la inclusión como narrador de Otis Mercer, que le otorga, dentro de la corrección y requerida, por supuesto, un aire de sagacidad más gamberra frente a la seriedad habitual aportada por el Dr. Watson.

La elección del caso escogido es también un gran acierto de López Aroca, pues Conan Doyle dejó el caso del hombre que reptaba lo suficientemente abierto como para buscarle explicaciones más firmes, que es lo que ha hecho el autor al desarrollar más extensamente el viejo caso y, poco a poco, nos iremos introduciendo en una trama de
muertos vivientes bien llevada, para mi gusto. Zombis creados mediante un líquido revitalizador y que en lugar de correr a devorar gente permanecen en un estado de letargo catatónico hasta que se los toca, momento que utilizan para atacar: Me parece muy inteligente este punto pues, para mí, que no soy lector de este tipo de literatura me parece mucho más plausible el que permanezcan inactivos mientras no tengan energía que gastar (tal vez sea una gilipollez, no lo sé, pero me gusta pensar eso y ya he dicho que no suelo leer novelas de zombis, por muy de moda que estén). Esto hace que este apartado me haya resultado mucho más interesante que con el arquetípico zombi al que estamos acostumbrados.

Pero entre estas bondades, si algo tiene de bueno la novela que comento, por encima de todo, es el hecho de ser un impresionante conglomerado de referencias. De tal modo que el autor embarca en su obra a importantes figuras de la literatura, los comics o el cine, como Kelly "Ojo mágico", el Dr. Jekyll, el hombre invisible, Allan Quatermain, King Kong, Zarpa de acero, etc., homenajeando a autores como H. G. Wells, R. L. Stevenson, H. R. Haggard o Alan Moore entre otros grandes creadores de monstruos y fantasías, y logrando una caleidoscópica lectura donde el mayor placer para el lector será el de intentar encontrar y reconocer los guiños con los que el autor ha ido salpicando cada página de la obra. Para este cometido, además de la propia lectura de la novela, López Aroca ha incluido un apéndice que hará las delicias del lector, extendiendo estas referencias más allá de lo necesario y añadiéndoles, en muchos casos, una vis cómica muy de agradecer.

En definitiva, una buena novela, recomendable para todo el mundo, seas o no fan de Sherlock, pero no tanto para aquellos que ansíen, por encima de todo, vísceras y hemoglobina a raudales.

3 comentarios:

  1. Me gustó el relato de López Aroca que se seleccionó en Aquelarre y después de leer tu reseña me animaré a leer este libro. Me gustaron los primeros pastiches Holmesianos de Rodolfo Martínez y tengo la sensación que este va por el mismo camino.

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  2. Muchísimas gracias por tus comentarios críticos, amigo Earendilion. Me alegro muchísimo de que lo pasaras bien con esta novelita sin demasiados complejos. De verdad.
    Un fuerte abrazo desde Albacete,
    Alberto López Aroca

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  3. Hola Alberto. Gracias a ti, por leerme y comentarme. Es todo un orgullo.

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