domingo, 8 de mayo de 2016

Tworki y Laya, compañeros en la locura

El libro que os comento a continuación fue una lectura de arrebato. Una lectura que ni conocía ni tenía prevista pero que, ojeando las estanterías de la biblioteca, me sorprendió su título sobre un lomo de Acantilado. El subtítulo "El manicomio" hizo que automáticamente lo cogiese para ver de que trataba. De ahí, a llevármelo a casa fue todo uno.
Con el vino de acompañamiento sucedió algo parecido. Tenía referencias de un hermano mayor, Alaya, que había sido considerado como el mejor vino de España por la app móvil Vivino, el año pasado, pero como no me apetecía gastar veintipico euros en un vino, me avine a su hermano más joven, Laya, que aquí os presento en sociedad literaria y de cuya denominación de origen era la primera vez que probaba un vino.

En ambos casos el regusto ha sido bueno, pero agridulce. En el caso de Tworki, se trata de un libro al que cuesta entrar, en el que es fácil perderse y con el que, según el tipo de lector que seas, puede que no llegues al final del camino; en el caso del vino, creo que se trata de algo más puntual, pues algo en el sabor me decía que el vino estaba un pelín picado.

Tworki, de Marek Bienczyk nos narra la historia de un contable de dicha entidad, un manicomio en Polonia, en plena guerra que llegó a estar bajo dominio nazi.
En mi caso fue muy fácil quedar atrapado. Bastó el primer párrafo para quedar enamorado de la poética prosa de Bienczyk. 
"Es del fondo de mis párpados fríos, del nacimiento mismo del río que han venido al mundo estas palabras. Sí, al principio fue la escritura, no muy bonita, las letras demasiado altas, apretadas, negándose el espacio, conteniendo el ímpetu de las frases. Uno podría decir: no se dan prisa las palabras en llegar al punto, otro: hay algo que las retiene; y todos, sin duda entre ellos yo mismo: querrían volver atrás, dar la vuelta, pero ya no pueden. Hay que darles por fin la oportunidad de llenar toda la línea, de margen a margen a pleno pulmón, ahora que ya todo ha terminado, o que ya todo da igual"
El autor utiliza un estilo tan depurado, elegante y poético que resulta musical y bellísimo para la vista, de hecho uno de los personajes habla en rima, y una de las protagonistas pone siempre el verbo al final de la frase, lo que automáticamente nos llevará a recordar al famoso Jedi verdoso de orejas puntiagudas pero, en este caso, la cosa se torna más seria, y este efecto no solo dota de poesía al conjunto sino que lo integra en el contexto geográfico narrativo.
Un contexto geográfico casi mágico pues, escondido en medio de una Polonia ocupada, con vías de tren que lo conducen a las ciudades importantes, Tworki se yergue incólume como un paraíso apartado. Como un bastión que resiste al invasor intentado salvaguardar el estilo de vida, o quizás, se trata de un ghetto al que se aparta premeditadamente para que los individuos del interior no se mezclen con los del exterior.
Individuos reconocibles por los nombres que comparten con personajes famosos. Todos ellos locos; pero locos con alma, con vida que aportan contenido, ilusión, esperanza y alegría a un mundo que, fuera de los muros que los contiene, está más loco que ellos.
Y de esta forma, no leemos una sola historia sino muchas, pues están las historias de los pacientes, las de los trabajadores, las de los amigos que visitan el manicomio y, de fondo, las del mundo tras los muros.
Un mundo exterior en una guerra cruenta que Bienczyk trata de mostrarnos soterradamente. El autor deja continuas alusiones e indirectas a lo que acontece y acontecerá afuera, dejando claro que en el interior se oculta un mundo utópico que lo diferencia del infierno tras él. Notas de autor, he de decir claramente, que no he podido disfrutar ni discernir como debiera pues no conozco en demasía la historia de Polonia, y probablemente resultará mucho más claro y triste para sus compatriotas.
Así nos encontramos con la alegría de la locura interna; con la locura alegre de la guerra de un maniaco; con un cuento de amor; con una historia de crecimiento personal y desamor; con la tristeza del amor no correspondido; con la pena arrolladora de la muerte de un ser querido. Una novela esperanzadora y muy triste a la vez, melancólica a grado sumo, pero que también ha de servir como homenaje a las víctimas de la Gran Guerra, y como advertencia para no olvidar.

Esta novela es todo eso y mucho más. Pero también es una historia difícil de leer. Una novela a la que hay que entresacar todo lo que he contado, y lo que no. Una novela compleja en la que es difícil entrar pero de la que también lo es salir.
Pese a la belleza de la prosa hubo muchos momentos que me costó seguir. En los que me era difícil concentrarme y saber que era lo que estaba leyendo, que tenía que ver eso con la página anterior. Por eso digo que resulta agridulce y me resulta muy difícil recomendarla, no por que no me haya gustado, sino por temor al "vaya truño de libro que me has recomendado, macho".

Algo parecido me ha pasado con el vino pero, como he dicho creo que se trata de algo puntual.
El vino elegido fue Laya (5€), añada 2014, de Bodegas Atalaya y D. O. Almansa. Un vino de padres con pedigrí para un libro que creo de gran altura.
Sólo con ver el porcentaje de alcohol, 14,5% ya se intuye la potencia del vino, si además le añadimos el coupage formado por las variedades de uva garnacha tintorera y monastrell, no se hable más. 
Presenta una apariencia cereza, rubí brillante, con un ribete frambuesa cristalino y una densa lágrima.
El primer trago fue potente, untuoso. Pero también fresco, con un toque balsámico y el sabor de la fruta fresca, arándanos, moras, ciruelas. Los suaves taninos dejaban la bocas sedosa, pero dulce y con un toque a cítricos que mezclado con cierto toque chispeante y ácido me dio la sensación de vino picado. Esta simple copa me chafó la impresión de la botella entera, pero fue el típico error de novato al efectuar la cata de la primera copa, pues las sucesivas copas fueron mejorando paulatinamente al oxigenarse, lo que me indica (o quiero creer, pues ya he comprado otra botella para confirmarlo) que el gusto a picado provenía de la reducción en botella del vino. Ese sabor característico a alcohol "sulfatado" del vino al permanecer mucho tiempo en una botella cerrada y no darle tiempo a coger oxígeno.
A partir de la 2ª y 3ª copa empecé a notar el toque final a cacao amargo tan característico de la garnacha tintorera. Bueno, yo creo que es característico porque en los 3 ó 4 vinos que he probado de esta variedad de uva siempre he apreciado este toque, aunque cada día estoy más convencido de que esto de los vinos es un tema con un porcentaje altísimo de subjetividad y gusto personal y, tal vez, como a mi me encanta el toque a cacao amargo, sea mi inconsciente el que me dice que está ahí, en lugar de estar de verdad.

En fin, os animo a probarlo pese a mi experiencia no tan buena. En cuanto al libro, os lo recomiendo con reservas, dadle un tiento, y a ver que pasa.

2 comentarios:

  1. Lo de recomendar libros es un tema complicado y este libro en concreto es muy difícil de recomendar y también de leer. A mí me encantó pero es verdad que en ocasiones hay que pararse, volver atrás, releer. Me pareció una joyita, un cuento mágico con sus zonas oscuras también. Y qué fantástico trabajo de traducción.
    Me alegra que te haya gustado.
    Un saludo.

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    Respuestas
    1. Pues si. La verdad es que se hace complicado recomendarla, pero también lo es no hacerlo, ya que leyéndola con tranquilidad, deteniéndose en la belleza de las formas, es una gran novela.
      Un saludo y gracias por comentar Lorena.

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