martes, 25 de diciembre de 2012

Meridiano de sangre

 Descubrí a Cormac McCarthy hace un par de años gracias a La carretera. Quedé fascinado. Continué, poco después, con No es país para viejos pero, tras la soberbia actuación de Bardem en la adaptación de la gran pantalla, me decepcionó un poco, pues se trataba de una de las poquísimas novelas cuya versión cinematográfica se ajusta al dedillo y gana con la interpretación. A mi parecer, claro.
Dejé correr el tiempo,hasta que llegó Meridiano de sangre que, en principio, no trataba un tema que me atrajese en exceso pero que seguro me iba a producir fuertes sensaciones, teniendo en cuenta el estilo del autor.

Meridiano de sangre narra la historia de "el chaval" un joven fugitivo que acabará enrolándose en un grupo de filibusteros contratados para aniquilar indios. Tras la batida, que resultará fallida y acabará en una masacre para los americanos, "el chaval" se alistará a un grupo paramilitar contratado para acabar, de nuevo, con los indios en la frontera de México. Capitaneado por Joel Glanton y con el apoyo espiritual del Juez Holden, pronto comenzarán a prevalecer los instintos depredadores del cazador, y la locura y sed de sangre se apoderarán del grupo, que comenzará a masacrar a indios y mexicanos por igual.

Novelón. Si por algo se caracteriza la literatura de McCarthy es por su especial prosa. Un estilo cargado de frases cortas. Cortas y cortantes como una navaja, pues McCarthy economiza el lenguaje de una forma como no he visto hacer a nadie. Elimina artículos, sustantivos, sujetos o verbos según sea necesario con el fin de eliminar lo superfluo y cargar las frases de fuerza. Haciendo uso de unas elipsis brutales consigue crear una mayor potencia en lo que esconden sus palabras, algo realmente importante en McCarthy cuya lectura entre líneas comporta una novela muy diferente a la leída de forma superficial.
McCarthy posee un estilo cortante, como he dicho, con frases aceradas que imprimen fuerza y dinamismo y con diálogos imbricados en la escena. Mezclando tiempos verbales y frases que laceran, con escenas de un lirismo desgarrador. Una prosa plagada de metáforas y otras formas retóricas convierten la lectura en densa y difícil pero, en arrebatadora y adictiva.

Leer a McCarthy, al menos en Meridiano, es prepararte para un abismo del que sabes que cuando llegues al fondo no saldrás ileso pues el autor despliega un sobrio pero contundente abanico lingüístico para mostrarnos la crueldad más infame, sin piedad ni pudor, de tal modo que sientes las palabras como patadas en el estómago que te recorren todo el cuerpo y te dejan sin aliento.
A este respecto es obligado hablar del que llegará a ser, sin lugar a dudas, el protagonista más recordado de esta novela, el Juez Holden. Un ser que sólo por su aspecto físico, albino, lampiño, grande y obeso, ya inspira mal fario pero, además, es un ser depravado, cruel, amoral e inusualmente inteligente.
El juez Holden corrompe todo lo que toca y, poco a poco, conseguirá que prácticamente  la totalidad del grupo se abandone a sus instintos más destructores.
pero a pesar del salvajismo y las imágenes brutales McCarthy consigue que las partes más duras respecto al personaje sean las que surgen de nuestra mente, pues deja numerosas perlas que implicitan su comportamiento dejándolo abierto a nuestra lectura.
Los otros personajes que se oponen a él son: Joel Glanton, que intenta mantener su hegemonía y control sobre el grupo, pero le resulta imposible detener la verborreica y psicopatológica personalidad de Holden, capaz de imbuir terror y de influir sobre cualquiera; y "el chaval", el verdadero protagonista en la sombra, el antihéroe que luchará contra la voluntad del juez y que intentará mantenerse al margen de las atrocidades cometidas pero cuyo enfrentamiento McCarthy nos lo muestra de forma velada, de nuevo intentando hacernos pensar y deducir, para conseguir una lucha emotiva y contundente.

No cabe duda de que nos encontramos ante una clara crítica hacia la historia militar americana y ofrece una seria reflexión hacia la oscuridad inherente al hombre. Esa oscuridad que surge al anular la moral por primera vez y observar que produce un beneficio personal, sobre todo psicológico. Una vez alcanzado este nivel, es imposible volver atrás.

En cuanto al marco histórico, es evidente que McCarthy es un apasionado de aquella época, y consigue transmitir de forma enérgica la crudeza de un lugar y una época en que conviven la hambruna, la miseria, las manos junto al arma dispuestas a desenfundar a la mínima provocación, un suelo duro y correoso necesitado de lluvia, pueblos abandonados y con gente escondida por miedo, indios luchando por sus derechos, matando y siendo muertos de forma salvaje. Territorio inhóspito y hostil el de la frontera mexicana en el siglo XIX, que se convierte en un personaje esencial y principal de la novela pues, junto a la potencia mordiente de la palabra salvaje de McCarthy, tenemos también escenas de una prosa bellísima que paseará el lugar ante nuestros ojos como si allí mismo estuviéramos.

Nos encontramos ante una obra maestra. Contundente. Visceral. Desgarradora. Cruel. Un infierno desatado de una brillante belleza que conseguirá que las imágenes se conviertan en reales. Una obra difícil, no cabe duda, pero con una recompensa que durará siempre. 
Creo que hay que tener valor para enfrentarse a ella pero, si os es posible, hacedlo. Por favor.

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