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jueves, 29 de septiembre de 2011

Eclipse en Malasaña. Una zarzuela negra

Lo primero que leí de Jack Mircala fue un pequeño cuentecito titulado Verlian y el talismán extraviado. Ya entonces quedé sorprendido con su trabajo, pues este cuento se convertía en algo mucho mayor al observar detenidamente las ilustraciones. Posteriormente me hice con Siniestras amadas en las que el autor homenajea a las mujeres de las obras de Poe, de quien es profundo admirador (y que, además, cobra un papel destacado en el título que comento en esta reseña), en esta ocasión, tan sólo las ilustraciones y el pequeño addendum metodológico son de su cosecha. Finalmente, cuando puse los ojos encima de Eclipse, se cumplieron mis expectativas: una prosa realmente deliciosa, unas ilustraciones soberbias; según mis gustos, como siempre.

Eclipse en Malasaña narra la historia de Siniestro, un chico indolente y alicaído sin ninguna ilusión por la vida. Siniestro vive en Malasaña y tras conocer a Eclipse, una huérfana muy especial, surgirá una sutil historia de amor que hará cambiar la visión del mundo de Siniestro. Lástima que las historias bonitas no siempre tengan finales felices.

Esto podría ser un resumen muy, pero muy a grosso modo, pues Eclipse en Malasaña es mucho más, y el elenco de personajes que desfilan por sus calles, así como los actos descritos, forman una novela calidoscópica y circular con multitud de frentes y sentidos.
Mircala se nutre de diversos maestros, tanto del ámbito literario, como musical y cinematográfico y, por un lado, se observan claras influencias de autores como Le Fanu (por ejemplo, probad a cambiar las letras de su apellido), Poe, Lord Dunsany, así como de Coleridge o Byron, algo que se puede observar en la minuciosidad de su prosa, cargada de un elevado componente lírico, casi musical pero al mismo tiempo, cuidada y añeja sin ser excesivamente recargada, como los antiguos góticos y románticos alemanes.
Por otro lado se observa una marcada influencia gótica en todos los aspectos, incluso visualmente se puede observar la influencia de grupos como Depeche Mode en la apariencia de los personajes protagonistas, así como en otros detalles.
He mencionado también la cinematografía, en la que Mircala se muestra ferviente seguidor de Fritz Lang, de Aki Kaurismäki y de Tim Burton, como puede observarse en sus maquetas, a quienes, junto con Poe o Kirchner, no duda en homenajear en esta obra dándoles papeles relevantes. Los tres serán personajes importantes en la zarzuela que se nos ofrece. Y digo Zarzuela, pues todo la obra no está sino diseñada como una zarzuela, una zarzuela negra de 39 actos en la que las escenas se entremezclan entre sí solicitando la atenta mente del lector para colocar cada pieza en su lugar y poner en orden el rompecabezas con el que nos reta el autor. Un rompecabezas en el que la sinergia entre texto e ilustración funciona a la perfección, tanto, que no tendría sentido el uno sin la otra.
Como he dicho, un texto delicioso y muy cuidado, dotado de una fuerte plasticidad y con una trama corta en extensión pero muy larga en contenido, pues en la misma distancia se pueden pergeñar varias subtramas igual de interesantes.
Con unos personajes sobriamente definidos pero en los que bastan unas breves pinceladas, junto a la imagen de los mismos, para aflorar nuestras simpatías, desconfianzas o el más exarcebado odio.
Una historia con un personaje principal, el barrio de Malasaña, cuidado al detalle, y lleno de calles adustas con gruesos adoquines por las que Mircala entremezcla el XIX y el XX y hace caminar escritores famosos, canallas, cineastas de éxito, circenses al más puro estilo del Grotesque Horror Show, hipnotizadores, taberneros, descarriados, ricachonas, ángeles desvalidos y ángeles de la guardia entre otros, pero sobre todo, el aroma de la historia de un barrio tan importante para Madrid.
Como decía, por otro lado están las ilustraciones, algo que a mí, que más que manitas soy manazas, me deja patidifuso, pues la técnica de trabajo de Mircala consiste en crear en cartulina cada personaje, cada imagen y cada pieza del decorado para, una vez configurado a su antojo según la escena, fotografiarlo, creando, por así llamarlo, "dioramas" de gran belleza.
A través de rectilíneos armazones se pueden apreciar los sentimientos de los personajes según sus poses y facciones y, pese a que evidentemente la cara permanece inalterable para cada escena, consigue los efectos deseados con la narración.
Es tal el grado de detalle de cada escena que resulta imposible no detenerse en cada una buscando en cada rincón, en cada pared y pieza de mobiliario, un detalles que nos pueda ofrecer algo nuevo, o simplemente recordar si la última vez que lo observamos estaba en ese mismo lugar en que ahora lo vemos.
La estética gótica a la vez que romántica de las ilustraciones, unido a los intrincados arabescos ornamentales y a la enorme multitud de texturas y colores del papel, nos ofrecen imágenes que se quedan en la retina y resulta difícil olvidar.

En definitiva, una auténtica joya del más alto nivel, tanto literario como visual, que debería estar en todas las bibliotecas. Un autor, para mí, de un enorme talento, al que con justicia debería llegarle una oportunidad para trabajar con una editorial grande (este comentario es personal y lo lanzo a ver si alguien con poder en este campo se hace eco de él, jejeje).

Tal vez la reseña haya sido demasiado entusiasta y no sea del todo objetivo, pues es evidente que a mi me encanta.
Por cierto, si alguna vez tenéis la oportunidad de ir a ver alguna de las exposiciones de este madrileño, no os lo perdáis. Sinceramente, es espectacular.

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