A estas alturas, cuando el libro lleva publicado lo menos tres años, no creo que nadie se sorprenda si comienzo la reseña de Salamina diciendo que es un novelón.
Tenía ganas de reencontrarme con el Negrete histórico. Tras Señores del Olimpo me había quedado con ganas de más, pero nunca encontraba el momento para echarle mano al tocho de Salamina.
La gran ciudad de Atenas debe enfrentarse a las hordas de Darío I el Grande que amenazan con conquistar la Helade. Lo harán, en la batalla de Maratón, donde un destello de genialidad y, por que no, de coraje de uno de sus estrategas, Temístocles, hará que Atenas resulte victoriosa y el ejército del Gran Rey se retire con el rabo entre las piernas.
Años más tarde será el hijo de Darío, Jerjes, quien persiga el sueño de su padre e intente arrodillar a todos los helenos bajo el mandato Aquemenida. Se encontrará de nuevo con el genio militar de Temístocles y el inmenso ejercito del Rey de Reyes chocará, primero con los 300 de Leónidas en las Termópilas y después con la argucia naval de Temístocles en la batalla de Salamina.
¿Qué se puede decir de una obra histórica narrada por un amante de la historia? A fuer de ser sinceros sobraría con decir que es una grandísima novela pero, probablemente, habría quien pediría más... a ver que más puedo decir.
Para comenzar es obligado indicar que Javier Negrete saca todo su talento para poner de relieve hechos de una epicidad máxima. Negrete consigue meternos de lleno en la época que retrata y, no sólo se vislumbra como un extraordinario narrador, sino que se aprecia claramente que ama esta época de la historia y ama cada personaje que sale de su pluma (metaforicamente hablando, claro).
El autor nos sumerge de lleno en las calles de Atenas, de Esparta o de Babilonia y podemos sentirnos partícipes de las palabras del Senado, la soberbia de los espartanos o de los acres olores del mercado y los jardines cuajados de prostitutas de Babilonia.
No le basta con recrear la batalla que da título al libro sino que utiliza la primera guerra médica como antecedente de la misma y, además del magistral efecto de euforia que consigue arrancarnos con la misma nos introduce de lleno en la campaña de Jerjes y nos hará asistir a la batalla en la entrada de las Termópilas, donde Leónidas luchará con sus 300 espartanos contra el grueso de las tropas del Gran Rey en un alarde de virtuosismo y con un alcance épico que no hace sino aumentar el bombeo de nuestro corazón pidiendo más y más; y que conseguirá su máximo efecto con la batalla de Salamina. Una batalla que se va gestando poco a poco, con multitud de barreras en el camino y que pondrá al lector en el brete de creer que no va a suceder ( si no fuera porque ya sabemos que sucedió) y que se resolverá finalmente a pocas páginas del final en una batalla de estrategia maestra y con una carga épica galopante.
Se observa el mimo puesto en cada detalle, en el uso del vocabulario y en el cuidado de los efectos culturales y sociales.
Los personajes son firmes y con carácter. Retratados con una evidente personalidad que les dota de una gran credibilidad, tanto en los personajes históricos como en los ficticios como Apolonia o Sicino.
Así, Temístocles se mostrará inteligente pero artero. Fiero en la batalla, donde se situará en primera fila, pero donde se desenvolverá realmente bien será en el terreno político. Temístocles es una animal político (a quien no me extrañaría que hubieran estudiado los queridísimos y bien formados políticos que nos ha tocado vivir) que hará todo lo necesario, todo, para obtener el poder que ansía, pese a que la supervivencia y supremacía de Atenas sea lo único que dice ambicionar. Para Temístocles el fin justifica los medios, y lo demuestra con creces. Es importante tener en cuenta que Temístocles es hijo de mercaderes venidos a más, no de línea directa de las ilustres familias Eupátridas, por lo que los aristócratas de la ciudad, como Arístides o Filipo, no verán con buenos ojos sus ideas y siempre serán contrarios, pero poco tendrán que hacer ante la astucia de un rival como Temístocles.
Negrete consigue hacernos disfrutar y emocionarnos con la gesta "olímpica" de Fidípides e indignarnos ante la arrogancia de los reyes espartanos, al tiempo que engrandece el honor de Leónidas.
La mayoría de los personajes serán meros títeres del protagonista, bien de un modo consentido, como en el caso de Milciades, encantado de que lo utilicen si puede apuntarse el tanto a su nombre, o de forma intencionadamente manipuladora en la mayoría de las ocasiones, incluso los dos traidores acabarán metidos en este mismo saco, de quienes no diré sus nombres por si acaso quedare alguien que no hubiere leído la novela.
Las mujeres también tienen un papel relevante en la novela, pese a ser una época histórica en que la mujer era denostada y recluida a las laboras de la casa y al cuidado de los hijos, el autor les otorga la oportunidad de ofrecer algo de humanidad y calor al frío personaje de Temístocles, bien sea a través de la sensualidad de Artemisia de Halicarnaso, una mujer de casta, con fuerza y carácter que hará enfurecer incluso al mismo Jerjes, o bien a través de Apolonia, a quien en un principio acogerá como huésped en su casa al sentirse culpable por no cumplir el tratado de ayuda a Eretria y que, finalmente, amará y tomará como esposa, hastiado ya de Arquipa, su esposa; o de su madre, siempre un remanso de paz y cordura, y un colchón de reposo para Apolonia ante la situación de vivir con la esposa de su protector.
Tal vez dé la impresión de que la novela es una colección de ardides deshonestos de Temístocles, pero no es esa mi intención; las 544 páginas de la novela dan para mucho más: política, amores, heroísmos, situaciones cómicas, tensiones, aventuras, espionaje, traiciones,, sangre, genio y mucho más.
La novela, por supuesto, también tiene sus ratos malos y he de reconocer que no tiene mi máxima puntuación pues, si bien su longitud puede ser necesaria, ha habido momentos en los que me ha parecido que sobraban páginas, y en algunas ocasiones me ha resultado un tanto tedioso, así como que en algún momento creo recordar que algún comentario me ha chirriado por parecerme demasiado coloquial o moderno.
Pese a estos brevísimos apuntes he de recomendar encarecidamente la novela a todos aquellos amantes de la historia. Una novela bien llevada, con personajes carismáticos, con trama más que interesan y creíble pese a lo conocida.
En una palabra, BRILLANTE.
Me falta esta novela de Negrete, y he leído unas cuantas, le tengo muchas ganas, y es que la tuya se suma a multitud de críticas positivas. No debería retrasarme más en su lectura.
ResponderEliminarSaludos.
La verdad es que esta novela me gustó bastante más que "Dioses del Olimpo", y eso que esta última me encantó... Pero Negrete, cuando se pone en modo histórico realista lo borda. Muy muy recomendable, y lo dice alguien que entre sus libros de cabecera tiene "Puertas de Fuego" de Pressfield y la trilogía "Alexandros" de Manfredi...
ResponderEliminarNeo
ResponderEliminarIgual que te dije con Lavinia: Es una novela que hay que leer. No la dejes pasar.
Interloper
Salamina es claramente diferente a Dioses. Tengo pendiente Puertas de fuego pero espero que no me pase como con Vientos de Guerra, que no me gustó todo lo que esperaba.
Gracias a los dos por pasaros por aquí.