El viaje de Hawkwood es uno de esos libros que, en primera instancia, no llaman la atención. A mi modo de ver, tanto el título como la portada resultan algo anodinos, dicen poco y cuando los ves en la estantería, pese a saber de la calidad inherente a los libros de Alamut, siempre hay otros que llaman más la atención, y esto no es sino un error, pues el contenido supera con creces estos, para mí, pequeños defectos.
Como sabéis, las venta de esta saga, tras publicar los dos primeros títulos, no invitan a continuar publicando la serie, algo que, Luis G. Prado, editor de Bibliopolis/Alamut, comenta y analiza en su blog, habiendo primero pedido sugerencias a los lectores para no dejar colgada esta serie y , finalmente, optando por poner en marcha una idea bastante buena en mi opinión, en la forma de suscripciones a la serie. Lo podéis ver en la siguiente entrada:
Realmente espero que termine solucionándose, ya que, una vez leído, me afianzo en la idea de comprarlos a toda costa, pues me parece una saga con muchísima calidad. Yo ya estoy en sus garras, si esta reseña sirve para convencer, aunque sólo sea, a una persona más, me daré por satisfecho.
Aekir, la ciudad más importante de la civilización ramusiana (cristiana) a caído a manos de las hordas merduk (musulmanes). Otrora emblema de la cultura y la fe para los cinco estados que conforman las monarquías de dios es, ahora, pasto de las llamas y sus habitantes han sido pasados a cuchillo. Tras esta gran victoria, los merduks se dirigen a Torunn buscando el mismo fin, pero para ello tendrán que superar el dique de Ormann, un baluarte hasta ahora inconquistable.
Entre los supervivientes de Aekir, Corfe, único soldado vivo tras la contienda, y un sacerdote ciego que dice ser Macrobius, máximo mandatario espiritual de la religión ramusiana, se dirigen también hacia Torunn.
Mientras, en Abrusio, capital de Hebrión, el prelado Himerius está llevando a cabo una puga sagrada contra los practicantes de Dweomer (las artes mágicas, ya sean mayores o menores), algo a lo que se opone Abeleyn, el rey, por lo que ante el inusitado poder de la iglesia y, temiéndose lo peor, enviará una expedición capitaneada por Richard Hawkwood y el noble Murad hacia un nuevo continente inexplorado que dice existir al oeste.
Por otro lado, ante la muerte del Padre de la iglesia (Macrobius), los altos prelados de la misma se reunen en cónclave para nombrar a un nuevo líder espiritual. Una oportunidad que Himerius no está dispuesto a desaprovechar.
La novela comienza narrando un hecho acaecido 500 años antes de los actos narrados en la novela. La llegada de un barco a la costa. Un barco en pésimas condiciones, en estado de naufragio con un único pasajero a bordo. Unos ojos amarillos y una fiereza que han acabado con los miembros de la tripulación y acabarán con sus supuestos salvadores.
Una escena corta y que termina de forma abrupta, pero que siembra la idea de que el viaje va a ser movidito y habrá que apretarse los cinturones. Tras el primer capítulo propiamente dicho de la novela, parecerá que el prólogo era baladí, pero nada más lejos de la realidad, porque a medida que avanza la obra empezaremos a ver las implicaciones de este suceso que tiene muchos visos de repetirse en la actualidad, al tiempo que a medida que pasamos las páginas iremos viendo que los hilos argumentales abiertos por el autor van conformando un abanico que difícilmente podrá cerrar en una novela de apenas 350 páginas.
El estilo de Paul Kearney, pese a ser correcto, directo, agradable y de fácil lectura, parece no haberse consolidad todavía, y presenta vaivenes en su forma, ya que nos encontraremos escenas descritas como de pasada, con poca información y escasamente detalladas y, en cambio, otros pasajes con una profusión de detalles que raya en la maestría, como pudieran ser las escenas narradas a colación de la vida marítima, donde a Kearney se le ve muy a gusto y se observa que es una verdadero maestro en la materia y no pretende ahorrarnos las penurias que deben pagar los marinos en alta mar, ni siquiera al describir los perores momentos en la vida de los desgraciados y jóvenes grumetes. Su prosa no hace alarde de retórica ni hay momentos especialmente bellos en su descripción, pero la sobriedad de su pluma, unido a una trama cuyos hilos van formando un telar y que plantea cada vez más interrogantes, presenta detalles de calidad como para que nos mantenga lo suficientemente intrigados y entretenidos y, en definitiva, consigue que la novela resulte muy agradable y se nos haga verdaderamente corta.
El ritmo de la novela es ágil y rápido, algo que se verá acentuado por que las subtramas van saliendo a lo largo de la novela de una forma bastante rápida y sin rodeos y, así, de ka destrucción de la más importante ciudad, observaremos la rencilla entre Abeleyn e Himerius; la intención del sultán de Ostrabar; el destino de Heria, la mujer de Corfe; la pesadumbre que embarga a Corfe; la purga que pretenden hacer los sacerdotes inceptinos en las monarquías; el viaje de Hawkwood, un viaje cuyos pasajeros son practicante de magia y, en el que el peligro no sólo se encuentra en el mar, sino que acecha dentro del barco, como podremos ver el las propias subtramas que subyacen a un viaje que durará meses y en el que el mundo se reduce a una pequeña embarcación.
Por otro lado, la narrativa de Kearney se basa en hechos históricos como los acaecidos a finales del siglo XV (con la caída de Bizancio y el descubrimiento de América) pero que al estar mimetizados con tintes fantásticos puede pasar perfectamente por una novela de fantasía al uso, sin necesidad de conocimientos históricos que nos ayuden a sobrellevarla.
Así, hay varios putos de especial interés en la novela, como por ejemplo: el contraste que ofrece un imperio en el que la pólvora comienza a ser un elemento importante contra otro al que dicho descubrimiento aún no ha llegado, lo que resalta muy bien un cambio de era, el fin de las tradiciones con la llegada de la modernidad, un cambio en la conciencia del mundo; el hecho de unir dos fuerzas antagónicas, como la religión y superstición frente a la magia en un viaje por mar que durará un largo tiempo; o el sistema mágico, dweomer, dividido en siete disciplinas que abarcan desde los más complicado y mágico desde un punto efectista, hasta lo más simple, como en conocimiento de las hierbas, con la inclusión del uso de estas disciplinas por los cambiaformas, los cuales utilizan la forma pura del poder. Aunque es cierto que no está del todo bien definida, y de momento, es una introducción a un sistema mágico, se puede percibir que el poder es un ente vivo que consume las energías del mago para poder realizar sus sortilegios, y en el que ya se observa que abundan los familiares (tanto en la forma de animales, como de seres con más esencia mágica, como los duendes); y la posibilidad de entablar contacto con seres de esencia mucho más oscura.
En cuanto a los personajes se puede decir que están bien definidos, pero no completamente desarrollados, pues se empiezan a ver detalles de relevancia que irán siendo más importantes en lo siguientes títulos, como: la ambición de Himerius; el intento de gobernabilidad por encima de todo de Abeleyn; la autopenitencia a que se somete Corfe, quien debo decir que es mi personaje favorito y quien considero que está mejor desarrollado, pues su evolución si es palpable, al observar el amor que siente por su mujer y el continuo sufrimiento al que se autosomete al sentirse un desertor; la fuerza de Hawkwood y su perseverancia; entre otros.
La novela termina dejándonos con ganas de más, pues nos encontraremos con la expedición de Hawkwood poniendo pie en un nuevo continente; con los merduks preparándose para una nueva campaña; con un cónclave de reyes que echa chispas; y con un cisma religioso.
Todo ello hará aflorar nuestro interés y desear no perder tiempo en leer la nueva entrega.
En definitiva, una muy buena novela épico-fantástica de reminiscencia histórica, urdida con el aromático perfume del misterio. Como he dicho, una buena novela, una buena causa a apoyar, que cuenta entre sus virtudes, la de ser una saga completamente terminada, únicamente a la espera de traducción.
Gran reseña. Coincido contigo, una gran saga en peligro. Ojalá su calidad tuviera la difusión que se merece.
ResponderEliminarhttp://guardiandelcapitulo.blogspot.com/
Gracias amigo. Tienes toda la razón porque, como bien sabes, el segundo supera al primero pero de largo. Me alegro de que, aunque no hayamos coincidido en la novela de López Aroca, sí lo hagamos en esta pues la novela es cojonuda.
ResponderEliminarComencé a leerla porque tiene muchas recomendaciones de los fans. Por eso ante todo agradezco la reseña y la recomendación. Igual que CDHYF me parecía que no era del tipo que me gusta y sin embargo comencé y no pude dejar de leer. CDHYF es genial desde el prólogo. Eso ya es una diferencia con LMDD; pero Kearney no es responsable de que comparen su libro con el de GRRM y luego se generen decepciones porque no es lo que se espera. Con esta por ahora lo único que me entusiasma es que es corta (la mitad de Juego de tronos), si fuera un ladrillo como los que escribe Martin, creo que la dejaría, pero como en pocas páginas parece que termina le estoy dando una posibilidad. La verdad: me aburre, mucha descripción de caos, la cuestión de maestro de historia me desanima bastante aunque no tanto como la cuestión de la violencia gratuita, que es de lo más desaconsejable (en Martin es claro que lo hace para crear conciencia antibélica, o sea no es gratuita).
ResponderEliminarEn síntesis, sigo leyendo porque tengo confianza en los lectores que la recomiendan... dicen que el final es bueno y espero que sea porque está bien escrito y no porque por fin ya se puede dejar el libro.
Un saludo!
Hola Anónimo.
ResponderEliminarCada uno tiene sus gustos. A mí, personalmente, me gusta mucho más Las monarquías de dios que Canción de hielo y fuego.