Cuando pienso en literatura rusa la cabeza siempre me orienta hacia dos direcciones: grandes clásicos y Nevsky Prospects pero, hay veces que entre los clásicos existen algunos muy poco conocidos por estos lares, aunque no por ello dejan de ser grandes y, en ocasiones, pese a que Nevsky sea el abanderado del genero ruso en este país, surgen maravillas en otras editoriales. Todo este rollo es para hablar de Nikolai Leskoy y su La pulga de acero, y de la editorial Impedimenta, que ha tenido el tino y el buen gusto de editarlo.
Durante un viaje a Gran Bretaña, el zar Alejandro es agasajado con un regalo sorprendente: un autómata diminuto. Una pulga de acero capaz de danzar al darle cuerda. El zar queda maravillado pero un lord cosaco que lo acompaña, Platov, de la opinión de que no existen mejores artesanos que los rusos, se empeña en llevarlo de viaje para demostrárselo. El zar Alejandro morirá sin quedar convencido.
Platov propondrá la misma idea al zar Nicolás. Éste, de la misma opinión que el cosaco del Don se ilusionará ante la idea de poder derrotar en ingenio y arte a los ingleses, para lo que encargará al cosaco que busque el mejor artesano ruso. Su búsqueda lo llevará hasta el zurdo de Tula, el cual, realizará un grabado sobre la misma pulga.
El artesano ruso será enviado a Inglaterra para mostrar su proeza y tendrá que utilizar toda su diplomacia y astucia para salir airoso del encuentro.
Un relato maravilloso. Leskov nos describe en clave de fábula una historia cuasi fantástica que encierra reflejos de El traje invisible del emperador, al tiempo que ofrece una lectura muy agradable pero cáustica y mordaz para los tiempos en que fue escrita.
Esta causticidad se refleja en la ambigua crítica ofrecida por el autor. Podemos considerarla como una dura crítica hacia el cerrado sistema soviético, que imponía el enclaustramiento del país y no dejaba lugar a la libre competencia o, por el contrario, como un ensalzamiento de lo ruso, del buen hacer de un pueblo que se supo sobreponer a las adversidades y salir adelante sin la ayuda de nadie.
Es pues, un cuento que invita a la reflexión pero, una reflexión libre de vivirla, quiero decir, el cuento se puede disfrutar sin más, como una deliciosa fábula que nos hará pasar un buen rato y nos arrancará más de una sonrisa y alzamientos de pestañas.
No había leído nada de Leskov pero se puede decir que como cuentista es, o era, impagable. Con un estilo franco y directo; sencillo y fácil de leer pero no exento de complejidad pues debía ser capaz de crear una historia hermosa dentro de una crítica velada que atravesase la censura. Por otro lado, no se limitó a escribir sin más. Para aumentar el grado de ironía patente en el cuento, ideó nuevos vocablos provenientes de la fusión de otros. Imagino la dificultad añadida que esto habrá supuesto para la traductora, en favor de la cual hay que decir que hace un buen trabajo.
En mi opinión se trata de un cuento bien escrito que auna fantasía, ciencia ficción, humor y un cierto trasfondo histórico. Un cuento que ha trascendido el tiempo y que sigue vigente en nuestros días
Un cuento delicioso al que no hace honor la extensión de la reseña pero que os invito y ánimo a leer y disfrutar.
La excelente edición, como siempre, de Impedimenta no hace sino aumentar el valor de esta joya.
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