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domingo, 9 de diciembre de 2012

Los que duermen

No esperaba nada de este libro. No conocía para nada a su autor, pero las breves notas que se daban de sus relatos en la web de Salto de página (poco antes de salir a las librerías), me llamaron mucho la atención, a lo que la editorial se avino amablemente a enviármelo para su reseña.
Normalmente, cuando se trata de una colección de relatos, suelo desarrollar un poquito cada cuento pero, en este caso, por tratarse de cuentos muy breves, en algún caso minicuentos, y por las conexiones entre los mismos, no lo voy a hacer pues creo que rompería la magia y el encanto de los mismos, así que lo comentaré en su conjunto.

Como si de un lienzo se tratase, Juan Gómez Bárcena utiliza las palabras cual pinceladas, libres pero calculadas, que holísticamente conforman un exquisito mosaico. Su prosa, elegante, cuidada, casi poética pero alejada de los barroquismos que pudieran convertirla en una pieza densa y ajada.
Cada uno de los cuentos es un microcosmos en sí mismo del que pueden obtenerse múltiples matices y en los que constituye una delicia encontrar los guiños, las palabras, las conexiones que amalgaman de alguna forma los cuentos, consiguiendo que al final podamos extraer un pensamiento común e intentar visualizar una lección: la imposibilidad del hombre para aprender de sus errores.

Los cuentos de Gómez Bárcena juegan con el relativismo que nos ofrece la historia, los pensamientos y los logros del hombre a través del tiempo, unos hechos que siempre dependen de aquel que lo narre o del ángulo en que los mire. Con la precisión de un espadachín , Gómez Bárcena utiliza las palabras evitando todo aquello insustancial, logrando un conjunto poético y armonioso como si de un baile de esgrima se tratase. De hecho, uno de sus cuentos trata sobre este profundo amor por las palabra en la forma de una tribu que comercia con ellas.
Los cuentos de la presente colección no presentan un hilo conductor claro, salvo la propia historia del hombre a través de los eones y, así, podemos encontrar fábulas deliciosas de viajes en el tiempo, como El mercader de betunes, en el que se le da una visión muy particular y original al mito de Aquiles, o en Como si, en la que los hombres han de desaprender todo lo aprendido, y es que es este hecho otro de los axiomas importantes de los cuentos de Gómez Bárcena. La constatación de que el aprendizaje ha hecho que la humanidad esté próxima a la autodestrucción, y tan sólo el hecho de desaprender pueda constituir el camino a la redención.
El autor también es capaz de emocionar y sacar el sonrojo y la tristeza a flor de piel creando cuentos tan vívidos y desgarradores como Las buenas intenciones, en el que una hija inventa una nueva vida para su madre enferma de Alzheimer, o en Hitler le regala una ciudad a los judíos, en el que con el trasfondo histórico de un campo de concentración, los presos judíos vivirán una semana a cuerpo de rey a cambio de interpretar una obra de teatro muy particular, o también en Fábula de tiempo, en el que descubriremos el amor más allá del tiempo de una princesa.
Como no podía ser de otra forma, en este viaje por el ser humano no puede olvidarse la religión. La espiritualidad, las doctrinas religiosas están presentes en casi todos los cuentos, bien sea en forma de vírgenes, visiones, de la esperanza de redención, de Dios hecho hombre o del Hombre hecho Dios, jugando en este punto con la metafísica, como en El regreso, donde un sacrificio ritual podrá desencadenar la aparición de nuevas leyendas, o en La leyenda del rey Aktasar, donde a través de un viaje a través de las eras descubriremos la creación de los dioses.
Tampoco se puede olvidar el futuro tecnológico, donde existen robots que se enfrentan a las mismas dudas existenciales que sus creadores, o personas que tras despertar a la criogenización se encuentran en un mundo del que desesperan.

Estos y otros cuentos hacen de esta colección una bella joya en la que la apariencia gana poder frente a la verdad, en la que la poesía de las palabras pretende ocultar el horror apodíctico que puede producir la propia indefensión del ser humano ante su creencia de sentirse divino. 
Cuentos a los que volveremos de nuevo al encontrar un detalle que nos reconduce o explica alguno anterior y ante lo que no podemos evitar sonreír sin sorprendernos por la sutileza de la jugada.
Pero he aquí el talón de Aquiles de esta colección. Se trata de una obra absolutamente evocadora y original que vuelca la filosofía en la literatura y que exige el máximo por parte del lector. Un libro que busca la reflexión y que economiza al máximo la superfluidad, lo que puede hacer que no sea ésta una obra apta para todos los públicos, pues pese a la aparente rapidez de su lectura requiere lentitud para su aprehensión, algo de lo que no andamos sobrados en estos tiempos.
Se trata de una obra que busca el guiño cómplice del lector, del que, en muchos casos, ama más el como se dice, que lo que se dice; del que busca la evasión en una ficción prospectiva.
Si eres de este tipo de lector, sin duda te apasionará.
Si no, si sólo quieres diversión tal vez este libro no te guste, pero Los que duermen seguirá siendo una experiencia inolvidable que deberías leer. Al fin y al cabo son apenas 120 páginas.

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