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miércoles, 3 de octubre de 2012

Steampunk: Antología retrofuturista

Enterarme de la publicación de esta antología y decidir leerlo fue todo uno. Convergían varias circunstancias en el espacio-tiempo en torno a este libro que me llamaban poderosamente: 
- Ucronía: Mi género favorito, como ya he dicho en varias ocasiones.
- Steampunk: No soy un seguidor asiduo, pero es un subgénero de la ucronía en el que todavía no he leído ninguna novela que me haya defraudado.
- Félix J. Palma: Si, por ahora, su Trilogía Victoriana me está encantando, ¿por qué no darle una oportunidad como editor? Seguro que también me gusta.
- Publicación a cargo de Fábulas de Albión, la editorial de Marian Womack, cuyo gusto me parece excelente.

La antología está formada por los relatos de 12 autores de los cuales, pese a ser todos ellos conocidos, yo tan sólo había leído a Juan Jacinto Muñoz Rengel. Nos encontramos ante una colección de relatos con altibajos, pero con un nivel muy levado en su conjunto.
Un breve resumen de los cuentos que la componen podría ser el siguiente:

- El arpa eólica, de Oscar Esquivias: un curioso homenaje a Frankenstein, en el que un joven compositor, Hector Berlioz, intenta construir un instrumento de leyenda, el arpa eólica. Para ello utilizará componentes tan inusuales como macabros. Un cuento excelente para abrir boca e imaginar lo que se nos viene encima.
- Gringo Clint, de Fernando Marías: En esta ocasión el homenaje es para Clint Eastwood. Gringo Clint, el mejor cazarrecompensas del mundo, es un autómata encargado de perseguir a los más peligrosos terroristas. Su mundo se vendrá abajo al descubrir la verdad oculta de su vida.
- Prisa, de José María Merino: A mediados del siglo XX el tejido social e industrial del mundo se basa en la paz, la tranquilidad y el trabajo del hombre. Un trabajo obtenido a través del esfuerzo de sus piernas, del pedalear incesante para obtener energía en las fábricas o vapor para mover el ferrocarril o el barco. Todo el mundo es feliz, se siente sano y lleno de vida. Esto puede cambiar con la aparición de las motocicletas, una especie de bicicleta propulsada por un motor a explosión. Una bonita metáfora de los tiempos que vivimos. 
- London Gardens, de Juan Jacinto Muñoz Rengel: En este cuento que recuerda a Wells y a Verne, nos encontraremos con el profesor Barnaby, científico encargado de estudiar las muestras extraídas en la última expedición a Marte, pero esto no será más que una excusa en su rivalidad con el profesor Schmidt para ver quien es el mejor científico y el que consigue los mejores logros.
- Fahrenheit.com, de Andres Neuman: Con un simple click del ratón, los terroristas delicados han causado el desastre mundial La energía eléctrica se ha perdido y recuperarlo todo lleva un tiempo que resulta demasiado largo para subsanar el daño.
un precios y, tal vez, profético microrelato de un futuro probable que nos recuerda lo que hemos olvidado disfrutando de ese futuro.
- Flux, de Fernando Royuela: Un pícaro jugador, maestro en el arte de ganar y hacer trampas está seguro de ganar al gran Cachirulo, un autómata campeón de póquer. La partida se efectúa en un bajel aéreo, pero no saldrá como esperaba.
- Dynevor Road, de Luis Manuel Ruiz: La muerte de un antiguo compañero de la facultad de medicina hará que el protagonista deba regresar a los escenarios que pretendía haber olvidado. Lugares donde aprendía medicina y, entre amoríos y celos, se internaba en peligrosos experimentos de neurocirugía.
- Aria de la muñeca mecánica, de Care Santos: Una experta autómata acompaña a un grupo de posibles clientes en una visita guiada por el pasado, presente y futuro de la empresa. Su producto estrella son los autómatas sexuales, diseñados a medida del cliente.
- That way madness lies, de José Carlos Somoza: Un escritor recibe un sobre que lo retrotrae a épocas pasadas. Épocas que olvidó voluntariamente y en las que se distanció de sus mejores amigos. en aquel tiempo, la visita de un fotógrafo que decía fotografiar seres de otro mundo, hadas, lo perturbó y se negó a aceptar su existencia. Una bonita y mágica historia con un oscuro y conocido escritor.
- Animales y dioses, de Ignacio del Valle: Una mega conciencia, monstruosa en antigüedad, divaga sobre su vida en un filosófico monólogo.
- Lapis infernalis, de Pilar Vera: Un fotógrafo de cadáveres se encuentra con la mujer a la que debe retratar.
- In a glass, darkly, de Marian Womack: Un soldado herido de amor nos narra su historia en un Cadiz Victoriano plagado de ingenios a vapor y con el sonido de la guerra a sus espaldas.

Se puede decir que el Steampunk es uno de los subgéneros de la ciencia ficción que mas seguidores tiene. Ya sea por el ambiente nostálgico, melancólico, misterioso que acompaña a las brumas del Londres Victoriano; por la ilusión de soñar con un mundo donde el petróleo no lo contamina todo y el romanticismo del vapor, de engranajes oxidados de máquinas que se mueven por el esfuerzo de brazos sudorosos, y de tacones que resuenan en el húmedo suelo adoquinado. Probablemente, todo ellos nos sumerja en un estado de conciencia que nos predispone para la maravilla, pues es una maravilla que podría haberse dado y llegar a todos los niveles de nuestra sociedad.
No en vano, en los relatos que componen el presente volumen nos encontramos con muchas variantes de esta realidad alternativa (no retrofuturista, a mí, particularmente, no me gusta este apelativo pese a que pueda parecer el más acertado para muchos). Como decía, nos encontramos con máquinas de vapor y engranajes oxidados que chirrían por la falta de aceite mientras respiran hálitos de gas, con relojes cuyas manecillas se mueven a cuerda y con sistemas de ruedas dentadas que se interconectan hasta el infinito, como no, pero también con ciencia prematura cargada de experimentación; con energía obtenida a pedales; con autómatas en teatros; con la carrera espacial; con barcos voladores y genios locos. Y todo ello visto a través del prisma oscurecido y neblinoso del siglo pasado, de la ilusión de un futuro prometedor.

Nos encontramos ante diversos niveles de lectura que permiten la reflexión o el mero entretenimiento si eso es lo que se desea, pero todos ellos son capaces de hacernos disfrutar y, más que eso, de soñar diría yo. Por mi parte, he leído todos ellos con una sonrisa en la boca y con la mente puesta en un lugar de fantasía, y no me considero un fanático steampunker ni de lejos.

Como siempre, no puede llover al gusto de todos y, pese a que todos los cuentos gozan de gran calidad, cada lector presentará su propio baremo. en mi caso y, de acuerdo con mis gustos, considero los textos de Oscar Esquivias, Fernando Royuela y Luis Manuel Ruiz, como los que más he disfrutado, sin olvidar London Gardens, que me ha recordado gratamente a Wells y Verne. En el otro plato de la balanza se encuentran los cuentos de Care Santos e Ignacio del Valle como los que menos me han gustado.

En definitiva, una obra para acercarse a soñar despierto. Os la recomiendo sin ninguna duda.

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