La novela de Juan Miguel Aguilera era una de esas a las que le tenía muchas ganas porque, La locura de Dios me dejó un magnífico sabor de boca pero, Rihla me pareció, francamente, excepcional, una novela redonda, llena de un profundo sentido de la maravilla y que me entusiasmo. Pero bueno, no es de ninguna de estas novelas de la que voy a hablar; es el turno de El sueño de la razón, la cual me ha parecido una muy buena novela, aunque no me ha gustado tanto como Rihla.
Luis Vives es un joven humanista valenciano, discípulo de Erasmo de Rotterdam, que trabaja en un tratado filosófico sobre las enfermedades del alma, hasta que le llega la oportunidad de su vida, examinar a Juana la Loca con el fin de diagnosticar su mal.
Celeste, por otro lado, es una joven bruja que en su ritual de iniciación recibirá indicios de una misión desconocida.
Ambos se verán embarcados en la Nao Real que los llevará a España junto a Carlos I (ó V, según se mire) para tomar posesión del trono que ha dejado vacante su madre.
En el camino, Celeste descubrirá en que consiste la misión a cumplir y Luis conocerá de cerca el misterioso "otro mundo". Ninguno sospecha lo que les depara el destino ni lo que esconde su pasado.
Juan Miguel Aguilera es un autor que considera, que siente, que la ciencia ficción se esconde en los lugares más imprevisibles. Es capaz de conjuntar un período histórico con una historia cuasi-fantástica, contada con sencillez y desde un punto de vista cuyo resultado debe encajarse en parámetros Ci-Fi. A mi, personalmente, me encanta.
Tiene varios detalles que poco a poco van deviniendo en sello de la casa y que lo convierten en un autor original y brillante, una rara avis poseedor de una prosa elegante y cuidada sin necesidad de excesos ni recargos. Sus novelas (al menos las tres que he leído) siempre están interpretadas por pensadores, personajes de intelecto en lugar de acción; con tradiciones y períodos ibéricos como telón de fondo; y con un desarrollo tecnológico tal, que lo que a nosotros nos resulta algo normal y corriente, parece algo mágico visto desde la perspectiva de los habitantes de las novelas.
Del mismo modo, nos encontramos ante situaciones propias del genero cuando Ramon Llull en La locura de Dios encuentra la ciudad del Preste Juan; cuando Lisán Al-Aysar llega a la América precolombina en Rihla; o cuando Luis Vives toma conciencia de que el mundo de los espíritus realmente existe en El sueño de la razón. Si extrapolamos los contextos históricos de estas situaciones a nuestra era, nos encontramos con escenas parejas a vérnoslas cara a cara con un alienigena: el encuentro con el otro, con lo desconocido. Esto, propio de la Ciencia Ficción se nos antoja a nuestra experiencia lectora disfrazado con un velo de fantasía, lo que quizás haga tan difícil la clasificación de este libro, que suscita muchas opiniones al respecto.
Sin embargo, Aguilera dota de tal verosimilitud sus obras, que el marcado carácter
ucrónico de las mismas nos invita a introducirlo en nuestro acervo cultural y considerarlo meta-histórico, quizás porque de este modo la historia sería mucho más atractiva.
Y así, un período de la historia de España que nunca me ha parecido particularmente atractivo (a mí, claro) se convierte en una cita mágica, misteriosa y llena de matices que ansío explorar.
Podemos dividir el conjunto de la novela en dos partes claramente diferenciadas: una visceral, mágica y aventurera, dominada por Celeste, en la que desde el principio debe buscar su misión en el entramado literario y se encontrará con multitud de impedimentos para que lo consigue; y por otro lado, una parte lógica y sentimental, representada por Luis Vives, como un personaje no tan carismático como Celeste pero que aporta el toque racional, emotivo e ingenuo propios de una persona cultivada que no cree en lo que no puede ser demostrado, a pesar de que prepara una tesis sobre el alma como parte integrante de la buena salud del ser humano.
Así nos encontramos con una novela plagada de aventuras que nos hará recordar la antigua grandeza del Imperio Español, pero también con toques emotivos que nos harán revivir episodios bochornosos de la historia del país; con unos personajes carismáticos y llenos de fuerza a los que se unen los encuentros con personajes famosos de la época (algo a lo que los escritores son muy dados a acudir como efecto de choque), como el Bosco, Erasmo de Rotterdam o un guerrero Iñigo-Ignacio de Loyola.
En definitiva, una muy buena novela, personalmente no me ha satisfecho tanto como Rihla, pero en la que se observa la continua evolución en la escritura de Aguilera con una prosa cada vez más cuidada y elegante y la capacidad para convertir patitos feos en bellos cisnes, tan sólo menoscabado por una edición decepcionante, por un texto plagado de errores, palabras repetidas, letras comidas, voces y nombres equivocados que lastran enormemente la lectura, algo que una editorial como Minotauro debería haber cuidado más con una buena corrección. Imagino que no fue así, pero da la impresión de que se ha utilizado software corrector más que un profesional.
Pues habrá que empezar con este y luego leer Rhila para ir in crescendo; así se ahorra uno decepciones.
ResponderEliminarPor cierto, como siempre, muy buena reseña
Muchas gracias, este libro, merecía comentarse. En cuanto a leer primero Rihla... va en gustos, a mí me gustó mucho más pero El sueño está muy bien y La locura también.
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