Italo Calvino es un escritor que siempre tengo en mente y que, sin embargo, leo muy poco, bastante menos de lo que debiera y me gustaría, así que ya iba siendo horita de subir algún comentario al respecto.
Los libros de Calvino son libros que se beben en un momento, pero que esconden maravillas que nos incitan a querer leer más obras suyas. Así, éste “Las ciudades invisibles” que reseño a continuación es un libro con una potente magia que se desprende del lirismo de Calvino, pero que como una canción se puede degustar rápidamente.
Ante la enormidad geográfica de su imperio, el gran Kublai Khan solicita a su consejero y explorador, Marco Polo, que le describa las ciudades que ha visitado.Marco Polo irá desgranando sus recuerdos para hablarle de 55 ciudades, todas ellas con nombre de mujer. Ciudades en las que Marco mezclará detalles arquitectónicos con otros más intangibles, como la personalidad de las gentes o el aroma de los pensamientos, para describir ciudades que en su conjunto forman una gran ciudad, pues una ciudad no puede ser sino la suma de todos los pequeños fragmentos que la conforman, reciban el nombre que reciban.
Italo Calvino despliega un abanico lingüístico impresionante, capaz de atrapar al lector desde la primera página con una prosa evocadora y sugerente cuyo lirismo penetra en el subconsciente. La novela está estructurada como dos secciones concatenadas, por un lado como series de ciudades agrupadas según determinadas propiedades que las caracterizan: los sentidos, las emociones, la muerte, etc. Y por otro, como un conjunto de diálogos, a veces casi socráticos, entre dos personajes en los que se intercalan las experiencias de uno con las reflexiones del otro tras escuchar las maravillosas ciudades descritas por Polo. Y es en estas deliciosas ciudades donde vemos el elemento clave de la novela, pues se convierte en el personaje más importante de la misma, sirven como nexo de unión entre Marco y Kublai y son motivo de su posterior evolución.
De este modo, podemos observar que todas las ciudades, en sus aspectos, están intrínsecas en el presente, y cómo a través de el desarrollo de estas ciudades antiguas se va configurando la ciudad moderna, creando un marco arquitectónico que a veces asombra por lo atemporal. Todas las ciudades están formadas por dos versiones antagónicas de la misma ciudad y que, poco a poco, iremos intuyendo que, en realidad, son distintas facetas de una misma. Constituyen una representación desglosada del mundo. Finalmente llegaremos a la conclusión de que la descripción de las ciudades las dota de vida propia, de la deslumbrante esencia de un ente vivo, mucho más poderosa que la de Marco Polo o el Khan y que acaba dotándolas de un marcado carácter metafísico, pseudo-ontológico, quizás.
Pero no por ello hemos de olvidar a Polo y al Khan. Marco Polo se muestra como un aventurero y explorador, como un observador capaz de captar el más mínimo detalle y entresacar la importancia implícita incluso en lo más nimio y sutil. Se muestra como una persona pausada y tranquila, con un fuerte carácter reflexivo e introspectivo. Kublai Khan será, sin embargo, el personaje de mayor proyección. Comenzará siendo un ente lacónico y sumido en la melancolía, alejado de la vastedad de su imperio, y terminará siendo un personaje firme y seguro, de nuevo integrado en su mundo. Descubrirá que los informes de Marco Polo, frente a los de sus otros consejeros, son los únicos que le producen un gran placer y le acercan a una realidad diferente. Poco a poco comprenderá que las vívidas descripciones de Polo no constituyen sino metáforas de la vida real, e irá abandonando el laconismo y sumergiéndose en el juego que le propone el consejero. Juntos explorarán ciudades con nombres de mujer; ciudades del pasado y del presente; ciudades que aún no han existido. Jugarán a antropomorfizar las ciudades dividiéndolas en dos, la superior y la subterránea, y finalmente, volverá a pensar en las posibilidades de un presente y un futuro que había comenzado a olvidar.
En definitiva, hablamos de una búsqueda, la búsqueda de la identidad expresada a través de ciudades metafóricas, cuyas características encierran referencias filosóficas hacia una condición humana más sana y perceptiva, casi utópica (o al menos esa ha sido mi impresión, jeje). La recuperación de la identidad y de la ilusión encerradas en unos límites geográficos.
No es ni mucho menos el párrafo más importante pero, si el último y, por belleza ideológica merece aparecer aquí:
“El infierno de los vivos no es algo que será. Hay uno, es aquel que existe ya aquí, el infierno que habitamos todos los días, que formamos estando juntos. Dos maneras hay de no sufrirlo. La primera es fácil para muchos: aceptar el infierno y volverse parte de él hasta el punto de no verlo más. La segunda es más peligrosa y exige atención y aprendizaje continuos: buscar y saber reconocer quién y qué, en medio del infierno, no es infierno, y hacerlo durar, y darle espacio”.
En mi modesta opinión, Italo Calvino debería ser referencia para cualquier lector. Para cualquiera.
Pues casualmente este es uno de los libros que he añadido a la pila hace poco. La verdad es que tiene muy buena pinta. Tus comentarios no hacen más que confirmar que iba en la buena dirección. Gran reseña, saludos.
ResponderEliminarNo te defraudará. A mí, al menos, me ha encantado la musicalidad que desprende. No esperes acción, ni tramas políticas, ni extraños giros de trama, ni nada por el estilo, pero a veces un buen libro es más que eso ¿verdad?
ResponderEliminarGracias por tus comentarios.