Para ampliar un poco mis conocimientos en la materia y, ¿Porqué no?, mejorar un pelín mi currículo que, dicho sea de paso, nunca viene mal, estoy haciendo un curso de lectura, por lo que esta y las próximas reseñas se saldrán de mis gusto personal mostrado hasta ahora y estarán encaminadas en la línea que me dicta el curso. Cosa que, por otro lado, no viene mal, ya que me hace descubrir autores y libros que estarían un tanto perdidos en la vorágine de libros pendientes por leer que campan por las alacenas de mi mente.
El libro de los amores ridículos nos sumerge en siete paroxísticas pero no tan extrañas historias de amor y sexo, ya que a poco que buceemos en su interior, seguro que encontraremos similitudes con algún colega o conocido.
En "Nadie se va a reír" un crítico de arte al que le solicitan una opinión favorable para la edición de un artículo decide dar excusas en lugar de explicar que el estudio es una basura. La excusa implicará a su pareja y acabará complicando su existencia.
En "La dorada manzana del deseo" dos amigos quedan con unas chicas para pasar el fin de semana, finalmente se verá que lo único que les produce excitación es el acto de la seducción.
En "El falso autostop" una pareja que inocentemente juega a los roles de la autoestopista y el conductor desconocido perderán los papeles y se meterán de lleno en sus personalidades inventadas.
En "Symposio" un grupo de médicos mantiene una distendida reunión en la que las insinuaciones y los agravios estallan a flor de piel. El resultado final, un intento de suicidio que no lo es, varios malentendidos y sexo no esperado.
En "Que los muertos viejos dejen sitio a los muertos jóvenes" un hombre y una mujer se encuentran después de muchos años. Los recuerdos vuelven a hacer saltar la chispa, pero la mujer siente recelo, pues teme que a su antiguo amante no le guste el cambio que el tiempo ha operado en su cuerpo.
En "El doctor Havel 20 años después" uno de los protagonistas del cuarto relato ha envejecido y se interna unos días en un centro de rehabilitación. Abatido porque ha perdido el gran poder seductor que poseía, recuperará la autoestima al aconsejar a un joven y ver el cambio operado en las enfermeras cuando conocen a su bella y famosa mujer.
En "Eduard y Dios" Eduard es un profesor al que le gusta una chica que por religión se niega a mantener relaciones sexuales. Para conseguirlo Eduard falseará sus creencias, lo que le llevará a tener problemas en el colegio, de fuerte carácter ateo (como es normal en un régimen comunista). El simbolismo religioso conseguirá que se acueste con otra mujer, pero las creencias ficticias terminarán por convertirse en reales y perderá la ilusión por la persona que deseaba cuando al fin consigue lo que tanto anhelaba.
La escritura de Milan Kundera es ágil y distendida. Anima a leer rápidamente. La narración es muy fluida y se presta a varios niveles de lectura, pudiéndose leer como forma puramente de entretenimiento o escarbar un poco más en los entresijos filosóficos que llevan a los personajes a los actos que aquí reproducen.
Kundera nos sumerge, en las poquitas páginas de cada cuento, en un amplio número de emociones escondidas y soterradas, en los pensamientos de índole sexual que guían nuestros actos, por mal que nos pese reconocerlo: La ambientación de sentirnos superior y demostrarlo aunque haya que mentir y dañar; la ilusión por saber que seguimos siendo seductores a pesar de tener pareja, de sentirnos deseados por otras mujeres u hombres; de fundirnos en las fantasías más oscuras; tener poder para rechazar sexualmente a alguien simplemente porque algún aspecto exterior nos desagrade; los temores de la vejez, la influencia del deterioro del cuerpo en nuestra vida sexual; el temor a lo que pensarán de nosotros; mentir lo necesario sin importar las consecuencias con tal de relacionarse sexualmente, etc.
En definitiva, un libro bastante agradable y sencillo de leer. Observo que hay muchas opiniones con respecto a que el primer cuento abre muchas expectativas que luego no se cumplen... no sé, a mi no me ha pasado eso, sino justo lo contrario: el primero ha sido uno de los que menos me ha gustado.
Una agradable alternativa a mis gustos.
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