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sábado, 26 de diciembre de 2009

84, Charing Cross Road


Hace unos cuantos años, ojeando una revista del Círculo de Lectores, me fijé en un libro cuya temática me llamó poderosamente la atención, el que da título a esta entrada. Pero, por aquel entonces, no lo pedí por determinados motivos que no vienen al caso.

Decidí comprarlo pasado un tiempo, y fue ese mismo tiempo el que hizo que se ocultará entre los recovecos de mi mente borrando título y autor y dejando únicamente el recuerdo de la portada.
Pasaron los años y hace un par de semanas, buceando por Anobii, la casualidad hizo que me topase de frente con la añorada portada. Una vez redescubierto ya no lo dejé escapar, lo conseguí y me lo leí en un día, no porque yo sea un lector especialmente voraz, sino porque el estilo literario y el número de páginas, sobre todo, hace que sea un libro sencillísimo de leer.
Por tal motivo, os dejo este comentario a modo de regalo navideño.

Segunda Guerra Mundial. Helene Hanff es una joven americana que se gana la vida escribiendo guiones para series de televisión. No le va demasiado bien y por ello malvive en un apartamento que no está en las mejores condiciones y con una alimentación y vestuario que también dejan bastante que desear. Pero "sarna con gusto no pica" ya que su gran pasión, los libros antiguos, la hace olvidarse de cualquier tipo de penuria.
Este amor por lo libros la hace ponerse en contacto con la librería Marks & Co., al otro lado del Atlántico, en el 84 de Charing Cross Road de Londrés, Inglaterra, solicitándoles determinados volúmenes a bajo coste.
Está carta será la primera de muchas otras que enviará y recibirá a lo largo de los siguientes 20 años.

No es este un género que haya cultivado, creo que las Cartas de J. R. R. Tolkien y el libro que nos ocupa son los únicos libros de género epistolar que he tenido el placer de leer. He de decir que en ambos he quedado maravillado.

Las cartas que componen el libro en cuestión no fueron escritas con la intención de formar un libro, sino que son los originales que la escritora envió y recibió, por lo que es un estilo llano y formal inicialmente, al dirigirse hacia desconocidos, pero que se van transformando la formalidad en familiaridad al continuar la correspondencia e irse conociendo poco a poco, pero manteniendo en todo momento un estilo llano y coloquial, sin ningún tipo de adorno literario colocado ex profeso. Leyéndolas me he sentido transportado a aquellos tiempos de juventud, en que escribir cartas a desconocidas extranjeras, con la clara intención de buscar un rollete a distancia (a pesar de que se dijese que era para perfeccionar el idioma) estaba de moda. Lástima que aquello haya quedado atrás y el romanticismo que desprendía una carta escrita en papel se haya diluido en la frialdad y mala escritura de un e-mail o sms.

Es apasionante ver el amor que Helene siente por los libros, como los acaricia y susurra, con que ternura los trata. Al otro lado del Atlántico, Frank Doel, su partener epistolar, muestra la misma disposición y amor a los libros, pero en este caso se muestra con un interés más comercial.
Es éste otro hecho remarcable, la profesionalidad de los libreros, capaces de ayudarte en lo que haga falta y de aconsejarte sabiamente aquello que de verdad te iba a gustar, algo que, desgraciadamente hoy en día, se ha perdido.
La humanidad de la señorita Hanff queda patente en las cartas emitidas: como una persona que vive al día, se desvive por enviar lo poco que tiene para aliviar la carga a que están expuestos los empleados de la librería debido al racionamiento alimentario.
De esta forma es una maravilla ir observando como la imagen de Helene se va mitificando en las mentes de los libreros, que se animan a mantener correspondencia personal con ella. Siempre a escondidas de Frank, pues éste parece considerar a Helene como su clienta exclusiva. Resulta gracioso ver como incluso su propia esposa escribe a escondidas, contándole cosas que posteriormente su marido volverá a contar.
Estos regalos de Helene, unidad a la familiaridad de las cartas hace patente la ilusión de todos por conocerla, al tiempo que ella ansía viajar a Londrés y observar por si misma la librería y el romanticismo de una tierra que ve a través de sus amados libros. No obstante, por una cosa u otra, nunca es buen momento para ir, y cuando por fin cruza el océano es demasiado tarde, pues... bueno, no puedo revelarlo pues perdería parte de la emotividad que suscita dicha escena.

Es éste un libro que da muchísimo, no sólo por lo que dice, sino por lo que no dice; por lo que se adivina tras las palabras, por los sentimientos que encierra.

Un libro maravilloso, de facilísima lectura y que enamorará a cualquiera con un pelín de corazón y, por supuesto, amor a los libros.

¡FELIZ NAVIDAD A TODOS!

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