martes, 20 de diciembre de 2016

La esfera de Boltzmann

Después de un período corto de vacaciones, dos meses de obras, otro mes de preparación para oposiciones y, por que no decirlo, tras las opos, dos meses de indescriptible pereza; creo que ha llegado la hora de pasar al blog las impresiones que me han dejado algunas lecturas.
He leído bastante en los últimos meses, pero la maldita pereza no me ha dejado escribir casi nada, así que iré poco a poco contando mi opinión al respecto de algunos de los libros que me han parecido interesantes por uno u otro motivo.

El turno de la primera reseña en la segunda mitad del año (tiene gracia: la segunda mitad del año para este blog empieza el 20 de Diciembre) corresponderá a un libro que me envío el autor en formato ebook.
Se trata de la esfera de Boltzmann, escrito por David Casas. En este caso, la novela va sola, sin vino, pues la leí en el trayecto al trabajo y, como comprenderéis, leer a las 6:30 de la mañana mientras degusto una copa de vino en el metro resultaría, cuanto menos, raro.

Un grupo de científicos ha encontrado la forma de dar utilidad a la constante de Boltzmann, (constante directamente conectada con la entropía y que relación a la temperatura absoluta y la energía, formando parte fundamental de la mecánica estadística).
El proyecto científico exige demostrar las hipótesis, y para ello preparan un experimento en el que los sujetos experimentales son ellos mismos. Construyen una esfera gigante donde por acción de los valores de dicha constante, por intervalos de tiempo, toda la entropía generada desaparecerá volviendo al punto ordenado de partida.
Un periodista será el sujeto externo al grupo científico que vivirá la experiencia para dar la necesaria credibilidad a los hechos una vez el experimento llegue a su fin.

A ver, se trata de una primera novela y eso se ve a la legua.
Evidentemente, teniendo en cuenta el tipo de lector, gustará más o menos. En mi caso, pese a que el estilo literario de David no me atrae demasiado, reconozco que la novela resulta más que entretenida y se lee muy rápido.
Esta rapidez de lectura se debe a varios factores:
En primer lugar, a capítulos cortos que hacen que la acción no decaiga.
En segundo lugar, a diálogos continuos sin ningún tipo de narración, descripción e interjecciones entre ellos.
En tercer lugar, a la cortedad de la novela, evidentemente.

Como es normal la novela tiene tanto aspectos positivos como negativos que conviene comentar para aquellos que estén interesados en leerla. También es verdad que, tanto unos como otros, son totalmente subjetivos.
Esta claro que el autor se ha informado bien, aunque el conjunto del experimento y algunas situaciones en concreto chirrían un poco para el lector neófito en estos aspectos de la física, como es mi caso, pero que, en general, casan bien en el conjunto final.
Se trata de una historia muy ágil que incita a querer seguir leyendo para llegar al final, aunque es cierto que, a partir de un determinado punto (casi la mitad) la novela adolece de un exceso de fervor sexual y leemos tanto folleteo, postura del kamasutra y sexo explícito que cansa cosa mala, y no sólo porque se suceden páginas y más páginas  narrando los 3 ó 4 polvos diarios, sino por la cochina envidia que produce.
He de decir que me encuentro ante una disyuntiva con respecto a la manera de representar los diálogos que hace David. Por un lado no me gusta nada, pues son diálogos puros, sin figuras descriptivas ni muecas, gestos y demás propios de los participantes, y reconozco que me gusta más amplitud literaria. Por el otro, ese minimalismo ofrece como contrapartida una fluidez mayor, pues se lee de carrerilla y abre mucho más la imaginación al lector al tener que situar él mismo los tonos y gestos de los personajes.

Estos están bien desarrollados, teniendo en cuenta la longitud de la novela, y se puede apreciar la evolución que sufren. Bien es cierto que no es evolución como tal, ya que todos y cada uno tienen unas motivaciones e intereses iniciales que no es que cambien, sino que se van mostrando poco a poco pero, aun así, en el terreno personal resulta coherente y creíble.

El experimento se desarrolla en dos partes: una primera en que se resetea, por decirlo de alguna forma, diariamente el entorno; y una segunda en la que también lo hace la memoria de los personajes.
Como ya he dicho, algunos puntos (que no voy a revelar) resultan difíciles de creer. 
Pero a partir de la segunda parte la historia gira de un proyecto científico a una novela de sabotaje y asesinato. Es en esta segunda parte donde se producen mayor número de momentos de incredulidad pues parece como si tras los reseteos fuesen capaces de recordar determinados detalles únicamente. El autor emplea la técnica de los diarios privados para ofrecerlos la oportunidad de recordar pero, el hecho de que todo tenga que ser informatizado hace que el conjunto no fluya bien en este aspecto y resulte un poco forzado.
Pese a estos detalles la novela funciona bien aunque, de momento y sin ánimo de ofender al autor, me la tomo como novela de playa, de fácil lectura y entretenimiento, sin más pretensiones.
Os animo a leerla si os sobran un par de días libres y espero que, ahora que ha empezado, y pese al poco tiempo que su trabajo le dejará para escribir, David continúe escribiendo y mejorando novela a novela.

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